Trasversales
José M. Roca

Mas tiene un sueño y Rajoy está dormido

Revista Trasversales número 29, septiembre 2013

Textos del autor
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Acudiendo a una frase del célebre discurso de Martin Luther King en el Memorial Lincoln, como incuestionable referencia de autoridad moral, Artur Mas dice que tiene un sueño.

La cita está bien elegida, pero no sólo era King quien tenía sueños, pues, en esos mismos años, gentes de su misma raza también soñaban. Malcolm X, Stokely Carmichael, Ángela Davies, Assata Shakur, Huey Newton, Bobby Seale y otros muchos afroamericanos soñaban, y algunos siguen soñando, en un mundo mejor, pero no son una compañía recomendable para el honorable President. Luther King sí lo es; era un hombre moderado y temeroso de Dios, como así se definía el viejo Jethro, el esclavo de Jim Bowie (El Álamo, 1960); un hombre de una raza sometida, una víctima, pero un hombre de iglesia, un pastor, todo lo cual conviene a la imagen pública de un dirigente blanco y católico, aunque con sus recortes de gasto público no practique precisamente la fraternidad cristiana, ni apunte a la igualdad republicana en la que pudiera derivar algún día una Cataluña independiente.

Tampoco las citas de Lenin son recomendables en estos pagos para un dirigente de derechas, pues Ulianov no sólo soñaba en el gulag zarista sino que, desde su destierro en Siberia, recomendaba a los revolucionarios soñar e imaginar el proyecto completo, la obra concluida, que es lo que hace Mas con los catalanes, a los que ha convertido en peregrinos de un sueño lejano y bello, como cantaba Yupanqui (Piedra y camino). Con todo, la alusión de Mas es acertada y su sueño, legítimo, y aunque lejano, se va cumpliendo, como se mostró en la jornada de ayer.

Miles, cientos de miles de personas, cifras arriba o abajo, ampliadas o recortadas, ¿qué más da? Una muchedumbre se desplegó en Cataluña para celebrar la Diada formando una cadena humana de casi 400 kms de longitud, además de congregarse en otros lugares en una afirmación patriótica, pacífica y festiva. Y guste o no guste, ese es un dato incontestable. No sabemos si el día de ayer pasará a la historia, como se pronosticó, pero mantiene el clima de la Diada del año pasado y asegura la continuidad del proyecto soberanista. Independencia es ya una palabra admitida, que a mucha gente no le asusta, y aunque su concreción esté poco clara por ahora, ilusiona; su contenido es vago e impreciso, como un sueño, pero despierta emociones y el deseo de participar en una aventura colectiva. Las posibilidades y los riesgos de tamaña empresa desbordan el objeto de este artículo.

El régimen político salido de los pactos de la Transición hace tiempo que está agotado; es más, por falta de voluntad para reformarlo o reemplazarlo por otro, se está pudriendo, hiede. Y ante la parálisis de los dos grandes partidos y la deriva autoritaria del Gobierno, los nacionalistas catalanes han decidido no esperar más. Cataluña despierta y echa a andar, incluso se pone a correr hacia un objetivo que muchos ciudadanos catalanes ven verosímil.

Mientras tanto Rajoy está dormido, parece sumido en la ataraxia que criticaba Galdós en el último de los Episodios Nacionales (Cánovas), en la modorra del tiempo de bobos: Los tiempos bobos que te anuncié has de verlos desarrollarse en años y lustros de atonía, de lenta parálisis, que os llevarán a la consunción y a la muerte. Los políticos se constituirán en casta, dividiéndose, hipócritas, en dos bandos igualmente dinásticos e igualmente estériles, sin otro móvil que tejer y destejer la jerga de sus provechos en el telar burocrático. No harán nada fecundo; no crearán una Nación; no remediarán la esterilidad de las estepas castellanas y extremeñas; no suavizarán el malestar de las clases proletarias.

Aplicando al pie de la letra el principio económico liberal -dejar hacer, dejar pasar- el neoliberal Rajoy ignora lo que sucede a su alrededor, con olímpico desdén el (presunto) líder deja pasar los días y sestea. No sabe que se le acaba el tiempo; un tiempo de bobos y de robos. A propósito, Bárcenas está despierto.


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