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Miquel Monserrat

Lecciones de Siria

Revista Trasversales número 30 ,  octubre 2013-enero 2014

Textos del autor
en Trasversales


La tragedia siria impone un deber de solidaridad humana. Solidaridad con las víctimas, pero víctimas y verdugos hay siempre en todos los bandos beligerantes, lo que no significa que todos los bandos sean iguales.

No puede eludirse la política. No puede eludirse la responsabilidad de encarar las raíces sociales de lo que está ocurriendo y el significado fundamental del enfrentamiento, sin por ello dejar de condenar lo inadmisible ni renunciar a actitudes críticas.

Si una banda de matones apalea a un grupo de personas desarmadas indefensas, sólo los cínicos pueden gritar ¡no a las peleas! ¡parad las peleas! ¿Y si se trata de un Estado armado hasta los dientes masacrando a su población?

No a la guerra que sí ocurrió y sigue ocurriendo. La guerra catastrófica declarada por Al Assad contra el pueblo sirio. En enero de 2011 se iniciaron pequeñas protestas. En marzo y abril ya eran masivas las manifestaciones en las calles de numerosas ciudades, en defensa de la dignidad humana. La aceleración del proceso fue consecuencia de la detención y tortura de un grupo de niños y de las humillaciones a que se sometió a sus madres y padres. El régimen pasó de la represión policial a la militar, a los disparos, a los francotiradores, al uso de armamento pesado y aviones contra muchas poblaciones de Siria, arrasadas. Detenciones, desapariciones, torturas y violaciones. Millones de personas han tenido que abandonar sus hogares y desplazarse a otros países o a otras zonas de Siria.

Decir que esa rebelión fue obra de "agentes extranjeros" es signo de una ignorancia irresponsable o de un intencionado "negacionismo", similar al de quienes negaron o niegan los genocidios de Hitler o Stalin, de Franco o Pol Pot, de Pinochet o Karadzic. La etiqueta "izquierda" no puede ocultar abismos que nos separan, ni podemos pensar que esta crisis de identidad, de convicciones, de principios, de sentipensamientos, que viene de muy lejos pero sigue sin resolver, puede superarse por el simplista procedimiento de que cada cual marque su frontera entre "verdadera izquierda" y "falsa izquierda", ocultando un fracaso histórico que hay que reconocer, no para rendirse o renunciar, sino para abordar con modestia esfuerzos colectivos de recomposición de los proyectos de emancipación humana, con nuevas alianzas y con explícitas rupturas en cuanto a proyectos, aunque con ánimo abierto hacia la convergencia en la acción cuando sea posible.

Siria es una de las experiencias de nuestro tiempo que más incita y obliga a pensar. ¿Qué determina nuestras solidaridades? En el caso sirio hay enfoques diametralmente diferentes. Hay uno que parte de la gente, de sus sufrimientos, de sus luchas y de la represión sufrida, y a partir de ahí aborda lo demás, poniendo todo en revisión a la luz de lo que está ocurriendo. Hay otro que empieza hablando de imperialismo, de Estados Unidos, de Estados, de conspiraciones, de geoestrategia, un enfoque aproblemático para el que todo confirma esquemas previos en los que cualquiera que diga ser hostil a EEUU merece apoyo. Y hay un tercer enfoque, el dominante en las potencias occidentales, que desprecia el sufrimiento humano y da la espalda a la rebelión popular a la vez que dice simpatizar con ella.

Hay que preguntarse: si una población se rebela masivamente contra la opresión sufrida, pero lo hace sin una identidad inmediatamente identificable con lo que por aquí llamamos "izquierda", ¿apoyamos su rebelión o eso lo hacemos depender de factores ideológicos, intereses de Estado, bloques y geoestrategias? Ese es el punto de partida desde el que abordar las demás facetas de la realidad y los nuevos interrogantes.

¿Cuál es el sentido de términos como revolución o revolucionari@s? Si por revolución entendemos un acontecimiento extraordinario cuyo origen es una sublevación social masiva donde la gente común es protagonista directa y llega, con o sin éxito, a cuestionar la pervivencia del régimen de dominación vigente, la rebelión siria es una revolución, aunque en grave peligro ahora. Si revolución es un proceso, hipotético o fáctico, de "toma del poder" bajo un liderazgo dado sostenido sobre un esquema monolítico previo, "revolucionario" ya antes de la revolución, diseñado en la mente y la ideología de algunos, entonces la revolución siria no es tal tipo de revolución, como no lo ha sido ninguna de las grandes revoluciones. Dentro de toda revolución laten propensiones restauradoras de "orden disciplinario", pero eso debe saberse, reconocerse, combatirse, sin llegar a cometer el terrible error de identificar la revolución con la contrarrevolución. Ni el error contrario: en 1959 y algunos años posteriores hubo en Cuba una revolución social, pese al carácter autoritario de los dirigentes, pero identificar al régimen dictatorial consolidado con "la revolución cubana" es una caricatura.

¿Qué papel tiene la violencia en la lucha social en general y en las revoluciones en particular? La militarización de cualquier rebelión social genera jerarquías, excluye el protagonismo de grandes franjas de población y fomenta nuevas dominaciones, pero no siempre puede evitarse sin causar males peores. En el caso de Siria, la militarización de una parte de la resistencia social debilitó la revolución, pero la alternativa era su muerte inmediata frente a una represión genocida. Por mucha admiración y asombro que nos causase una multitud que semana tras semana salía masivamente a la calle pese a que cada día morían muchas personas a manos del ejército o de los sicarios "civiles" de Assad, eso no podía seguir así indefinidamente: tarde o temprano se plantearía el legítimo uso de la autodefensa, que, ante un régimen así, incluye el derecho a derrocarle. El proceso inicial de formación del Ejército Libre de Siria estuvo muy vinculado a la propia lucha social y a fenómenos tan interesantes y subversivos como las deserciones masivas.

En todo caso, no es cierto que la rebelión haya quedado reducida a la acción de diversos grupos armados, sigue habiendo una muy importante movilización social de tipo civil, que no sólo se enfrenta al régimen sino que también ha comenzado a enfrentarse con los grupos yihadistas, tan brutales o peores que el mismo régimen. El "pacifismo absoluto", que niega el uso de la fuerza en cualquier circunstancia, tiene mi respeto cuando una persona se lo aplica a sí misma sin exigir al resto hacer ese sacrificio, pero no lo comparto, ya que, precisamente porque la violencia es un grave mal, no puede renunciarse a ella en aquellas condiciones en las que su uso es capaz de reducir la violencia global y el sufrimiento humano. Por descontado, este argumento puede ser excusa para delirios criminales, de la misma forma que los argumentos del "pacifismo absoluto" pueden ser tapadera de la indiferencia y de la complicidad con los verdugos, pero no existe ninguna teoría política ni ninguna regla de acción que nos evite afrontar el riesgo ético de la decisión, aunque sí hay algunas guías que pueden orientarnos: la violencia no puede justificarse sobre la base de los "bienes" de un hipotético mundo futuro del que la violencia sería partera, sino sólo por su inmediata y verosímil necesidad para evitar males mayores, ni puede ser utilizada como táctica de supuestas "vanguardias revolucionarias" al margen de una rebelión social, excepción hecha de casos aislados de autodefensa personal de la vida propia o ajena.

En el caso sirio, la revolución toma las armas en condiciones extremas de autodefensa inmediata y surgió directamente de la lucha social.

¿Qué sucede con las ingerencias extranjeras? Creo que hay bastante hipocresía cuando denunciamos las ingerencias que rechazamos y llamamos “solidaridad” a las que no vemos con malos ojos. Esas “injerencias” deben juzgarse a partir de la situación real, de sus consecuencias previsibles, aunque sin caer en la ilusión de que los actos de cualquier Estado pueden estar fundados en buenas intenciones.

Por mi parte condeno radicalmente la ingerencia directa del Estado iraní en Siria y el apoyo dado al tirano por Rusia; no lo condeno por ser “injerencia”, sino por apoyar la masacre de un pueblo, de la misma manera que las injerencias del fascismo internacional en la guerra española de 1936-1939 debían ser condenadas por ser profranquistas, no por intervenir en asuntos de otro país: las fronteras no pueden estar por encima de los deberes de solidaridad humana. Un problema diferente se plantéo durante el cortísimo periodo durante el cual Obama amagó con alguna represalia armada contra el régimen por el uso de armas químicas.

Discutir si las intenciones eran buenas no tiene sentido, nunca las intenciones de un Estado son buenas. La política de los gobernantes de EEUU es, además, política de “gran potencia”, aunque con una capacidad de control sobre lo que ocurre cada vez más mermada. El problema es el mismo que se planteó en Bosnia o Libia: ¿una acción contra un régimen tiránico decidida por malas razones y con malas intenciones puede resultar mejor que su ausencia? Toda la política estalinista durante la guerra española fue una política de injerencia contrarrevolucionaria con objetivos destructores, pero a nadie se le ocurrió, ni a la CNT ni al POUM, oponerse a la participación de aviones rusos contra fuerzas franquistas, aunque sí al proyecto político así mediatizado.

Por mi parte, no tengo una respuesta válida para todos los casos. En el caso de Libia, por ejemplo, con las tropas de Gadafi a punto de asaltar Bengasi y otras localidades liberadas, aplastando la sublevación popular, consideré y considero que no era adecuado oponerse a unas acciones armadas que podían impedirlo, como de hecho lo impidieron aunque prolongando la situación más de lo necesario.

No se trata de apoyar a los que lo hicieron, por sus propios intereses, sino de entender que, pese a los problemas que eso creaba, para las personas que realmente protagonizaban esa situación era mejor poder abordarlos con vida que haber sido masacradas. En el caso sirio me identifico bastante con el activismo democrático sirio que rechazó el tipo de intervención planteada, porque no iba a parar las masacres de Al Assad ni iba a contribuira la derrota de éste, ya que la estrategia de Obama es la prolongación del conflicto y el agotamiento de las partes beligerantes, comenzando por el agotamiento de la revolución. En todo caso, esto es algo sobre lo que caben opiniones diferentes den tro de la solidaridad con el pueblo sirio en rebelión, a diferencia del hecho decisivo de apoyar a ese pueblo o no apoyarle.

¿Cuál es el papel de los grupos yihadistas dentro de la revolución siria? Cada vez con más claridad esos grupos no actúan “dentro” de la revolución siria sino que se constituyen en un agente externo a ella y antagónico con su significado. Su oposición a Al Assad no les hace “revolucionarios” y, de hecho, se preocupan mucho más de imponer su tiranía en los territorios que dominan que de luchar contra el régimen, de la misma forma que las tensiones entre Assad y EEUU no hacen de aquel un antiimperialista ni de Obama un liberador de pueblos tiranizados. Muy bien armados y con mucho dinero y muchos voluntarios extranjeros poseídos de un fanatismo teocrático y feminicida, los yihadistas son un gravísimo peligro para la revolución, pero no están dentro de ella sino contra ella. La revolución siria sigue viva, aunque herida, y no puede confundirse con sus enemigos.


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