Trasversales
Carlos Artola
Bush y la tragedia
de Nueva Orleáns


revista Iniciativa Socialista 77, otoño 2005


El huracán Katrina ha llevado una desolación terrible a los estados de Luisiana, Misisipí y Alabama. El pueblo norteamericano ha padecido una descomunal catástrofe que tardará mucho tiempo en poder olvidar. Millones de afectados, cientos de miles de desplazados así como, probablemente, un terrible balance de muertos y heridos. La ciudad de Nueva Orleans se ha convertido en el símbolo de esta tragedia que, sin embargo, afecta a otras numerosas ciudades y pueblos. A la tragedia humana se une una devastación sin precedentes de infraestructuras y viviendas.
Lo que ha causado un asombro mundial es la pasividad absoluta con que durante los primeros días se comportó la Administración Bush, abandonando a su suerte a decenas de miles de damnificados, sin que se pusiera en marcha una masiva operación de ayuda hasta cuando el escándalo nacional e internacional se hizo enorme. Mientras tanto, miles de personas han permanecido en condiciones inhumanas, sin agua ni comida, algunos han muerto, la violencia se ha desencadenado en forma de saqueos y tiroteos...
Esa actuación de las autoridades federales no es casual. Es el resultado de años de una política sistemática de deterioro y desmantelamiento de los servicios públicos, de políticas fiscales al servicio de las grandes empresas y los ricos y de un Estado dominado por intereses empresariales oligárquicos. El Katrina ha sido la prueba definitiva de la ruina a que la Administración Bush está conduciendo a Estados Unidos.
Efectivamente. Estados Unidos padece actualmente el gobierno más extremista de su historia bajo la hegemonía de la extrema derecha cristiana, grupos de mercaderes sin escrúpulos y un grupo de políticos mentirosos, crueles y mediocres. Los “neocon” (neoconservadores) representan esa fusión del ultraliberalismo económico, la religión y los negocios más corruptos.
En muchos lugares del mundo una tragedia como la del Katrina hubiera dado lugar a fenómenos espontáneos de cooperación y solidaridad con las víctimas. En un país desolado por la ideología ultrarreaccionaria lo que ha ocurrido es que las ventas de armas se han centuplicado cada día en los Estados afectados y en Estados receptores de desplazados. El individualismo atroz que abandona los barrios pobres y negros sólo tiene como recurso las armas.
Hoy, muchos norteamericanos se estremecen ante el callejón sin salida que Bush representa. El “conservadurismo compasivo” ya ha mostrado su auténtica cara de política antisocial sin escrúpulos. La “guerra contra el terrorismo” continúa desangrando Irak cada día, mientras los fanáticos de Al Qaeda siembran indiscriminadamente la muerte. Bush no parece que vaya a cejar hasta conseguir la calificación que se merece, la del peor presidente de la historia estadounidense.

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