Trasversales
Miquel Monserrat

Cataluña Sí

Revista Trasversales número 3,  verano 2006, versión electrónica



El último paso ha sido dado. El Sí al nuevo Estatuto de Cataluña ha sido ratificado con un 74% de votos favorables, un 21% en contra y un 5% de nulos de votos en blanco. La legitimidad de ese resultado es indiscutible. Además, es un buen Estatuto.

De nuevo, el PP se niega a reconocer legitimidad a los resultados de una votación perdida. Con descaro antidemocrático y manipulador, por su cuenta ha decidido que la abstención también es rechazo del Estatuto, despreciando así la voluntad de quienes decidieron no votar y que si hubiesen querido decir "no" así lo habrían hecho. La abstención es, pura y simplemente, decisión de no votar, de no decir ni "sí" ni "no", y, en la mayor parte de los casos, aceptación pasiva de lo que el resto decida, aunque pueda haber un residuo minoritario y extremista que, salga lo que salga, no piense reconocerlo.

Claro, es cierto, sólo 37 de cada cien personas con derecho a voto han dicho Sí. Pero, puestos a echar esas cuentas, hay un dato que suena mucho más contundente: sólo una de cada diez ha dicho No. En un referéndum en el que se daba por cantado el Sí, por lo que quien no iba a votar podía tener casi seguridad plena de que el resultado final sería la aprobación del Estatut. Otro dato: los partidos que propugnaban el "NO" (PP y ERC) obtuvieron en las elecciones catalanas un 28% de los votos, mientras que sólo un 21% ha seguido su consigna. Y, digámoslo también, el PP, que en 2000 obtuvo mayoría absoluta parlamentaria con el apoyo de sólo el 31% del censo electoral, no tuvo reparo en meternos en una guerra rechazada masivamente por la población.

El Estatuto ha seguido la ruta que debía seguir y ha cumplido los requisitos establecidos. Si al PP no le gusta, ya sabe lo que tiene que conseguir: una mayoría de dos tercios en el parlamento catalán para un nuevo texto; la aprobación, con o sin modificaciones, de ese texto en las Cortes generales; la aprobación del proyecto definitivo por referéndum en Cataluña. Cualquier insinuación de otra vía, excepción hecha de la reclamación ante el Tribunal Constitucional, implica colocarse al margen de la legalidad y roza cierta forma de golpismo.

Dicho esto, también está claro que, por razones muy distintas, la izquierda catalana debe reflexionar sobre la alta abstención y, más importante aún, sobre las causas del cierto desencanto que parece observarse entre bastantes personas que apoyaron el tripartito. A mí modesto entender, desencanto no debido al Estatut, sino a errores cometidos en otros ámbitos.


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