Trasversales
Luis M. Sáenz

11-S cinco años después

Revista Trasversales número 3,  verano 2006

Cinco años después, es obligado recordar aquel terrible 11-S de 2001, no sólo para honrar a las víctimas sino también para tratar de aprender algo de aquello y de lo que ocurrió después.
Todo ha confirmado desde entonces el carácter ultrareaccionario, criminal, teocrático,  dominador e imperial del terrorismo que reclama tener su raíz ideológica en cierta versión fundamentalista del islamismo. Absurdas, además de estériles, son todas las especulaciones sobre el carácter "antiimperialista" de ese nuevo y peculiar clerical-machofascismo, o los ridículos empeños de algunos en negar la culpabilidad de Al Qaeda para atribuirsela a la CIA o, incluso, en negar que fueran aviones lo que se estrelló contra el Pentágono o las torres.
Con tales "argumentos" no gana la izquierda "razones" contra la delirante, belicista y antidemocrática política de Bush. Por el contrario, la criminalidad y la extrema peligrosidad de Al Qaeda multiplica la criminalidad de la política neocon para Irak y otros países de la zona.
A los crímenes que en sí misma ocasiona esa política agresiva, en Irak en primer lugar pero también en cierto modo en Palestina, Líbano e Israel, debemos sumar un cargo de traición a las víctimas, ya que la Administración Bush ha renunciado durante estos cinco años a centrar esfuerzos y medios en la lucha contra el terrorismo autoproclamado islamista y a la persecución de Bin Laden y Al Qaeda.
En Irak, por ejemplo, donde existía una infame dictadura, pero ajena totalmente a Al Qaeda, ese movimiento encuentra hoy una de sus principales fuentes de "legitimidad" y reclutamiento; además, tal vez aún más grave, se ha dado paso a una feroz violencia sectaria y a la acción de milicias islamistas de diversos signos que, bajo la protección o al menos la pasividad del gobierno, aterrorizan, golpean y matán a obreros, intelectuales, mujeres, intelectuales… Y Afganistán, donde se jugaba gran parte de la batalla contra el terror islamista, ha sido postergado en las prioridades de la Administración Bush, que utiliza en Irak una enorme cantidad de recursos cuyo destino debería haber sido Afganistán, para garantizar que los leves e insuficientes, pero significativos, progresos legales habidos en lo que a la situación de la mujer se refiere no quedasen en gran medida -aunque no totalmente- convertidos en papel mojado bajo la presión de los grupos talibanes, de los "señores de la guerra" que controlan determinados territorios y de un terror que hace que muchas niñas niñas no vayan a la escuela, que muchas mujeres no se quiten el burka, etc.
Que Bush odia a Bin Laden, tal vez sí y tal vez no; pero es seguro que cada uno de ellos es el mejor publicista con el que hoy cuenta el otro en todo el planeta. Entre ambos y otros personajes similares están convirtiendo nuestro mundo en un lugar cada vez más peligroso.

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