Trasversales
Fernando Gil

T4

Revista Trasversales número 5,  versión electrónica, invierno 2006



Hoy, unos descerebrados, presuntamente en nombre de ETA, han hecho explosionar un coche bomba en la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas de Madrid. Los daños materiales han sido cuantiosos, pues la explosión ha afectado a cuatro plantas del edificio de aparcamientos, pero ha dejado más de 20 heridos leves y causado, presumiblemente, la muerte a dos personas, que se cree han desaparecido bajo toneladas de escombros.
Como en las estúpidas campañas contra el turismo, es posible que su intención no fuera causar víctimas y que sólo pretendieran incomodar a los viajeros, a ver si así ganaban amigos para la causa vasca, y provocar al Gobierno un dolor de cabeza, pero no ha sido así. Y junto con lo anterior, que es mucho, se han llevado por delante las esperanzas de paz de millones de personas. 
Los autores parecen empeñados en aplicar una vieja idea (1961), de cuando ETA aún no había empezado su criminal escalada, que expresa bien su fanática determinación: Hundiremos lo que haya que hundir. Ni la situación de Euzkadi ni el secreto martirio de nuestros  presos permiten otra alternativa.
La situación de Euskadi parece difícilmente modificable a medio plazo, y no cabe pensar en que la situación de los presos vaya a mejorar después de este atentado. Por el momento, lo que ETA ha hundido es, al menos, la vida de dos familias y la posibilidad de encontrar una salida negociada a sus 40 años de terrorismo.

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