Trasversales
Armando Montes

Amenazas y libertad de expresión

Revista Trasversales número 5,  versión electrónica, invierno 2006-2007



Por mi parte, defiendo la libertad de expresión casi ilimitada. El límite se encuentra allá donde la palabra se convierte en vía de transmisión de un delito.

Por ejemplo, cuando en una manifestación del "nacionalsocialismo abertzale" (¿por qué vamos a calificar de "izquierda" a semejante chusma reaccionaria?) se gritaba "ETA mátalos" (ahora parece que ya no suele gritarse, aunque ETA sigue matando), eso no era libertad de expresión, sino incitación al asesinato, colaboración con banda armada y apología del terrorismo. Si se descubre quienes lanzaban tales gritos -o lanzan- deberían ser detenidos y procesados.
Por ejemplo, cuando en una manifestación convocada por el Foro de Ermua algunos participantes piden a ETA que mate a José Blanco, y otros reclaman que Zapatero sea fusilado, quienes tales cosas gritaban cometían incitación al asesinato, colaboración con banda armada (en esta caso, señalando explícitamente a quién matar) por parte de quienes reclamaban a ETA que matase y creo que incitación al golpe del estado por aquellos que pedían el fusilamiento del presidente electo del Gobierno español. Si se descubre quienes lanzaban tales gritos, deberían ser detenidos y procesados.

Y quienes encubran a unos y a otros, son, sin duda alguna, cómplices del terrorismo. Aunque, en verdad, las incitaciones a que ETA mate -ya las hagan sus "amigos", ya quienes dicen no querer "dialogar" con ETA pero la piden que mate- son más graves, ya que tienen mucha más viabilidad que el llamamiento a un golpe de Estado que fusile a ZP, pues, afortunadamente, el ejército español de hoy no está por tan sucia labor.

Así son las cosas. Y ninguno de estos ejemplos puede ser comparado a los gritos de "asesino" que algunos puedan haber lanzado en alguna acción pública contra determinados personajes políticos, lo que podría ser denunciado, si se quiere, como "injuria", pero no desde luego como incitación al asesinato. Una cosa es llamar a alguien asesino y otra pedir que se asesine. Lo primero podría ser un exceso injurioso, o incluso una calumnia,  jurídicamente perseguible, lo segundo es una invitación a matar. El matiz…


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