Trasversales
José Manuel Roca

Aznar en campaña

Revista Trasversales número 6,  primavera 2007, versión electrónica



Aznar ha confirmado, a lo bruto, la estrategia del equipo dirigente del PP en estas elecciones, que han tomado como la primera vuelta de unas generales,  con el fin de rentabilizar los tres años de crispación y mentiras sobre el tema del terrorismo. Lo cual es explicable: las mentiras del gobierno Aznar sobre la autoría del atentado del 11-M, unidas a las mentiras para invadir Iraq con el pretexto de combatir el terrorismo en origen, les hicieron perder las elecciones generales de 2004. Pusieron entonces en marcha una estrategia que cumpliera dos objetivos: desgastar al Gobierno socialista para provocar unas elecciones anticipadas y defender su artera gestión entre el 11 y el 14 de marzo mediante la teoría de una conspiración para echarles del poder.

En esta campaña han tratado de rentabilizar el ruido metido con el ácido bórico, las mochilas, los temporizadores, la dinamita, el lugar de residencia de los autores intelectuales (no en lejanas montañas, según Aznar), mezclado con la negociación del Gobierno con ETA, la tregua, De Juana, la ilegalización de listas abertzales, etc. Lo cual ha llevado a Rajoy a repetir las mismas ideas en cualquier punto de su periplo electoral.
Parece como si en el PP hubieran confundido unas elecciones municipales y autonómicas en toda España con unas elecciones generales en el País Vasco y Navarra, pues ése es el horizonte de su campaña. Pero no hay confusión. Aznar, en Calatayud, ha dicho alto y claro que cada voto que no vaya al PP será un voto para que ETA esté en las instituciones. Y lo ha planteado en el marco de unas primarias, al afirmar que nunca un cambio de gobierno fue tan urgente y necesario, como si de estas elecciones tuviera que salir un nuevo gobierno central y no varios gobiernos autonómicos y miles de gobiernos locales.

Aznar, al acusar a Zapatero de haber conseguido que media España no acepte a la otra media y de reproducir el clima que llevó a la guerra civil, ha reafirmado la postura central del PP y su parentesco ideológico con el franquismo, pues es el PP el que con la crítica desmesurada de sus dirigentes, la descalificación, la acusación sin pruebas, las mentiras, la negativa como permanente actitud parlamentaria, la  crispación y la deslealtad está haciendo aflorar una España que no puede vivir con la otra media. Son los dirigentes del PP, quienes, con una permanente campaña de propaganda están llevando a sus votantes a que no puedan soportar a quienes no piensan como ellos. Y eso, característico de la derecha española, fue lo que condujo a la guerra civil, desatada, por cierto, por una derecha en la que militaban el abuelo y el padre de Aznar, notorios franquistas, que dejaron un legado ideológico que alimenta los sueños políticos de su vástago.

De lo dicho se extraen dos ideas: una, que al PP como partido le corresponde decidir si quiere seguir mucho tiempo por el camino trazado por Aznar, Acebes, Rajoy y Zaplana, que regala a ETA media España y, dos, que a los demás nos corresponde defendernos del PP votando candidaturas progresistas que mantengan a raya a sus energúmenos.


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