Trasversales
Luis M. Sáenz

Tiempos destituyentes

Revista Trasversales número 31  febrero 2014

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Desde mayo de 2010 hay un proyecto de duradero desmantelamiento social en beneficio de una élite. La insistencia del Gobierno en la próxima salida de la crisis pretende atraparnos en una ilusión y desmovilizarnos. El núcleo duro del proyec­to de la aristocracia económica, política y dinástica del capitalismo español es conducirnos a una duradera precariedad con amplias franjas de pobreza y con un retroceso generalizado en derechos, incluso aunque bajasen la tasa de desempleo y la prima de riesgo. Nuestra crisis es su "salida de la crisis".

Un plan tan antisocial y agresivo no puede llevarse a cabo de manera democrática. Han puesto en marcha un proceso constituyente desde arriba para imponer un régimen de dominación acorde con la violencia de su proyecto de empobrecimiento social. Ese golpe de Estado desde el Estado quiere mantener del régimen actual el cascarón institucional y su pacto constitutivo entre los poderes económicos, las élites políticas y la dinastía reinante, pero vaciándolo de derechos, degradando el contenido efectivo de nuestras vidas cotidianas y configurando un sistema legislativo aún más a la medida de sus intereses, incluso en cuanto a la letra constitucional como demostró la despótica modificación en septiembre de 2011 del artículo 135 de la Constitución.

El mayor obstáculo a ese plan es la resistencia social. Nos hemos indignado, hemos resistido, se ha iniciado un proceso constituyente social desde abajo, sobre todo a partir de mayo de 2011, en el que la gente común estamos acumulando una fuerza que amenaza el proyecto de las élites. Cambiamos nuestras mentalidades, emergen nuevas maneras de actuar, de organizarse, de tomar las decisiones, nos preocupamos por lo público.

El movimiento no espera una “solución política” desde arriba, es constructivo, en una línea de autogestión social como la llevada a cabo por las PAH, las asambleas de vivienda, las despensas populares, las escuelas o universidades populares, Yo Sí Sanidad Universal y otras experiencias cooperativas que gozan de gran simpatía popular, pues la indignación no es patrimonio de una “vanguardia” sino una reacción social mayoritaria.

Durante algunos meses creció en sectores del activismo social la sensación de que, ante la mayoría absoluta del PP, nuestras movilizaciones y protestas eran impotentes. Sin embargo, el movimiento social ha dado la respuesta: SÍ SE PUEDE, resumen de la conciencia y la experiencia de la fuerza que tenemos cuando nos aliamos. Las gentes comunes estamos creciendo en conocimiento de la realidad y en mutua solidaridad, mientras que las élites pierden hegemonía, con especial descrédito de las élites políticas pero también de las élites económicas. Estamos en el buen camino y hay que persistir, aunque aprendiendo de los errores que cometemos, sin aferrarnos a esquemas, sin despreciar a nadie. Sí se puede.

Las victorias que se han logrado tienen en común la constitución de una amplia alianza social a partir de un sentimiento común. Para ganar hay que ganar el apoyo de la población, como ha hecho el movimiento antidesahucios y la marea blanca. No va a salvarnos ningún pacto con las élites, ninguna aislada acción contundente, ningún líder electoral que prometa maravillas... Todo depende de nosotras y de nosotros, “el pueblo plural”.

Las herramientas colectivas de acción sociopolítica existentes o las nuevas que estamos creando o podemos crear tienen que ponerse al servicio del movimiento social, no como “vanguardia” que sabe lo que hay que hacer, sino como cualquieras que aportan lo que tienen al esfuerzo común, sin más ni menos mérito que nuestras vecinas y vecinos.

Nuestra andadura requiere acción y requiere herramientas políticas, incluso electorales. Pero no hay que contar con la movilización que “esta vez” romperá el estado de cosas, ni con la candidatura salvadora, tras la que el pueblo se sienta representado en las instituciones. La acción organizada y coordinada no decide la chispa que desa­tará la es­pontánea rebelión, sólo, y no es poco, abo­na el terreno sobre el que cualquier chispa no previsible pueda prender cualquier día.

SÍ SE PUEDE, si resistimos y persistimos, si nos unimos y construimos, PERO NO VA A SER FÁCIL.

Como el ataque a los derechos sociales y políticos afecta a todos los aspectos de nuestra vida, el expolio con­tinúa pese a nuestros logros parciales. Por ejemplo, se ha hecho fracasar la privatización de la gestión sanitaria en hospitales públicos madrileños, pero aceleran las derivaciones hacia clínicas directamente privadas y la degradación y infrautilización de otros hospitales públicos.

Cuando casi tod@s reivindicamos que un gobierno cambie todas sus políticas, ha llegado el momento de echar a ese gobierno.

Echarlos, no cambiarlos, porque el segundo término hace hincapié en que vengan otros como solución, mien­tras que el primero da prioridad al proceso destituyente y al conflicto social, que no se cierra con la llegada de otro gobierno. No es posible un proceso constituyente democratizador sin destitución previa de este gobierno y sin trastocar la relación de fuerzas. Ahora, toca destituir.

Un cambio de gobernantes sólo nos hace más fuertes si sentimos que los echamos, porque eso confundirá y dividirá a las élites y nos colocará en mejores condiciones para seguir defendiendo nuestros derechos y nuestras aspiraciones frente a los gobernantes que puedan llegar después y que tampoco nos representarán porque ningún gobierno o Estado representa a la gente común, aunque no nos sea indiferente qué composición tenga el parlamento o el Gobierno.

Hay que echarlos sin utilizar los medios del golpismo, que son ajenos a los intereses so­ciales de la población, pero tampoco po­demos quedarnos esperando hasta que en 2015 se hagan elecciones. Este Gobierno está totalmente deslegitimado. Si fuese de­mócrata, él mismo convocaría elecciones. Un go­bier­­no así tiene que irse, vivimos una urgencia social. Y el primer paso para que se vaya es que el deseo de echarlos sea un clamor social. Cuando lo sea, encontraremos el camino.


Ahora no tenemos que preo­cuparnos del cómo caerá, ni de quién les sustituirá, porque nuestro objetivo es destituirles, no sustituirles, no queremos cambiar a una élite política por otra, no que­remos que quienes decidan sin contar con nosotras y nosotros sean otros diferentes a quienes parecen serlo ahora, aunque con los mismos poderes económicos entre bambalinas, queremos democracia, queremos decidir entre todas y todos.
¿Se puede generar un clima social que haga muy difícil que este Gobierno gobierne? Sí, es posible, nos estamos acercando mucho a esa situación.

Echar a un gobierno no resuelve todo. Los recortes que sufrimos responden a los intereses de todas las élites económicas del capitalismo español y europeo, en alianza con agentes “políticos” que comparten esos intereses, en particular todos los gobiernos de la UE.

La lucha social que se está desa­rrollando se enfrenta y tiene que enfrentarse a los grandes grupos capitalistas, al Go­bierno y al régimen político vigente, con voluntad de generar un movimiento social transnacional, al menos a escala europea, porque el “repliegue nacional” no lleva a nada, sólo a la hegemonía de la extrema derecha. Pe­ro el Gobierno Rajoy es en este momento el eslabón débil de ese entramado.


Hay que echarlos, pero no para poner final a nuestras luchas, sino para que éstas tengan mejores perspectivas. Para crear mejores condiciones en las que poner en cuestión a un régimen político agotado, así como para seguir enfrentándonos al sistema de privilegio vigente.

Sí se puede. Sí podemos.

febrero 2014


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