Trasversales

Mateo Alaluz

Pierre Naville

Revista Iniciativa Socialista (primera época de la actual revista Trasversales), número 26, octubre 1993.  Mateo Alaluf es profesor de Sociología del Trabajo en la Universidad Libre de Bruselas, y presidente de la Fondation Marcel Liebman. El texto original, en francés, fue publicado en Cahiers Marxistes, nº 190, mayo-junio 1993.



En aquel entonces, André Breton hablaba de transformar el mundo y de cambiar la vida; había también militantes que se comprometían en "la lucha de clases" para acelerar "el fin del capitalismo" antes de que "traiga la guerra al igual que las nubes traen la tormenta", y que pretendían ser portadores de "una sociedad justa e igualitaria". Por tanto, hace ya mucho tiempo de ello...

Entre esa militancia había hombres y mujeres que habían adoptado posiciones revolucionarias y que "durante toda su vida consciente" -cito palabras de Trotsky, escritas en 1939- sólo habrían "recibido golpes y sufrido derrotas, terribles derrotas a las que se han acostumbrado (...) Si la guerra estalla ahora, y parece que lo hará, en los primeros meses perderemos las dos terceras partes de los militantes que tenemos en Francia. Primeramente, serán dispersados, ya que, dada su juventud, serán movilizados; pero subjetivamente seguirán siendo fieles a nuestro movimiento. Los que también mantengan su fidelidad, pero no sean detenidos ni movilizados -¿cuántos?: no lo sé, quizá tres o cuatro-, quedarán completamente aislados...". Esa era precisamente la situación en el momento en que Pierre Naville, militante trotskista y prisionero de guerra, se entera del asesinato del "Viejo" en Méjico, gracias a una gacetilla de tres líneas que pudo leer en el periódico que sostenía uno de sus compañeros de cautiverio(1).

Es verdad que siempre habían estado aislados. Muchas veces habían estado a punto de ser linchados, primero por defender la revolución rusa y después, algunos años más tarde, por denunciar el totalitarismo nacido de esa misma revolución. Sin embargo, como escribió Víctor Serge, liberado de un campo estalinista en 1936, "con frecuencia, nuestros pequeños e insignificantes periódicos veían claro allá donde los hombres de Estado se enredaban en una estupidez bufa y catastrófica"(2).

Ha pasado mucho tiempo. Pero aunque B.H. Levy, Glucksmann y algunos otros solamente descubriesen el gulag hace poco, con Solzhenitsin, lo cierto es que ya 50 años antes los trotskistas denunciaban el "estalinismo" y predecían su inevitable bancarrota. Escuchemos la evocación que Maurice Nadeau hace hoy de Naville: "Me hacía comprender que Stalin ni era la revolución ni encarnaba el 'marxismo', y que un día, todo aquello, invivible desde el momento que exiliaba y encarcelaba a las personas, y que era una impostura, se derrumbaría como un castillo de naipes. Esto no me lo decía ayer, sino hace 60 años, y me lo decía, inequívocamente, en tanto que 'marxista'"(3)

El tiempo de lo surreal

Pierre Naville ha muerto en París este 24 de abril, con 90 años de edad. No se puede dejar pasar inadvertido un proyecto intelectual que, si bien fue siempre crítico y marginal -o, al menos, ajeno a las modas y corrientes intelectuales dominantes-, marcó profundamente nuestro siglo.

Seducido por el surrealismo, Naville abandona en 1922 sus estudios de filosofía en la Sorbona (más tarde los retomaría). Como escribía André Breton, "la literatura debe llevar a alguna parte". Naville funda la revista L'Oeuf Dur, con Philippe Soupault, Max Jacob, Blaise Cendrars y algunos otros. Junto a Benjamin Peret, será el primer director de La révolution surréaliste. Tras haber iniciado su formación intelectual en la psicología del comportamiento y el behaviorismo de Watson, Naville confiaba , eligiendo "los caminos más libres" con André Breton -médico de formación-, en contribuir, por el método de "prueba y error" y por la escritura automática, a investigaciones sistemáticas a las que más tarde llamará "la esperanza matemática". En este época, quería unir el "impulso comunista" con la aspiración surrealista, aunque ya entonces temía una "desviación estetizante" de esta última(4).

Siendo miembro del partido comunista, Naville visita Moscú en 1927, y toma contacto con Víctor Serge y con León Trotsky, recientemente excluido del partido. Asume la causa de la "oposición de izquierda". En su opinión, era necesario "someter al propio movimiento comunista a una crítica, requerida por las condiciones de su propia realización". El intelectual no puede restringir la crítica al ámbito del arte y de la cultura, acatando el pensamiento del Partido en todos los demás aspectos, sino que debe "utilizar también la crítica en el seno de la clase obrera y del partido"(5).

Evidentemente, Naville es excluido muy pronto del partido comunista. E eso hay que añadir que "Breton no solamente no estaba muy dispuesto a realizar esta crítica por su propia cuenta, sino que además observaba con desconfianza la que yo realizaba"(6). La ruptura de Naville con Breton será, por tanto, clamorosa, aunque no tan profunda como hacía ver la intensidad de la polémica.

"El Viejo"

En el fondo, puede decirse, del algún modo, que Naville buscó siempre una revolución que había visto hundirse en la Rusia de los años 20. Desde este punto de vista, el período que le marcó más profundamente fueron los 13 años de colaboración con León Trotsky, al que sus familiares llamaban "el Viejo" o simplemente L.D. (Eledé). Naville se había encontrado por primera vez con él en Moscú (1927), y después durante su exilios en Prinkipo (1929) -isla cercana a Estambul, en el mar de Mármara- y en Francia, desde 1933 hasta el momento en que, en 1935, el gobierno noruego acogió a Trotsky, antes de detenerle en 1936 cediendo a las provocaciones fascistas y a las presiones soviéticas; finalmente, Trotsky fue acogido por Méjico, donde murió asesinado en 20 de agosto de 1940 en la ciudad de Coyoacán.

"Allí se encontraba la muerte tantas veces prevista", dice Naville en sus memorias. "Y esta muerte abría un campo de reflexiones del que yo, casi medio siglo después, sigo siendo deudor"(7).

Tras el derrumbe del sistema soviético, Pierre Naville sigue siendo un observador crítico de las transformaciones que allí se operaban. Retoma declaraciones de algunos dirigentes de la Perestroika para los que "si Trotsky debe ser rehabilitado, será la rehabilitación más importante", y explica que "Trotsky era el único entre toda la vieja guardia bolchevique que tuvo el coraje, político y personal, para luchar contra el estalinismo desde sus inicios (...) Era una de esas escasas personas que le harían frente sin convertirse en partidarios del sistema capitalista, como fue el caso de muchos emigrados"(8). Además, ya con casi 90 años de edad, Naville, refiriéndose a varios archivos sobre el período estalinista dados a conocer por la prensa, observa que "estos artículos no hacen más que confirmar todo lo que habíamos venido denunciando desde hace mucho tiempo"(9).

Pero al mismo tiempo Naville señala también en que medida "tanto en la URSS como en el resto del mundo la historia se va a convertir en un reto entre interpretaciones muy discutidas". También percibe la tentación "revisionista" que, paradójicamente, tratará de mostrar a Stalin como el mayor trotskista. Sin embargo, Naville conserva del pensamiento del "Viejo" todos aquellos resortes capaces de estimular la clarividencia sobre los acontecimientos actuales.

Ciertamente, Naville se encontraba muy próximo a las perspectivas globales de Trotsky. Hizo parte del pequeño grupo aglutinado en torno a la revista Clarté, antes de tomar partido por la oposición de izquierda, lo que ya hizo antes de tener su primer encuentro con Trotsky; participó después en el nacimiento de la revista La vérité, y tomó parte en la publicación de La Lutte de classes, expresiones del área de influencia trotskista. Se dedicó al construcción de la Liga comunista, sección francesa de la IV Internacional. Pero durante todo este período de trabajo en común también tuvo varios enfrentamientos con Trotsky, que le reprochaba, de hecho, su independencia y su carácter demasiado intelectual "recién llegado de la escuela surrealista...". Trotsky dijo confidencialmente a Alfred Rosmer que "los obreros no buscan en su órgano de expresión la independencia de Naville, sino, por el contrario, la homogeneidad de una tendencia revolucionaria e internacional". Y subrayaba la necesidad de "educar" a naville en vez de dejarle "educar a los otros"(10).

En realidad, si bien Naville se colocaba del lado de la potencia intelectual, el rigor del razonamiento y la legitimidad política de Trotsky, se separaba de él en varios asuntos, particularmente sobre la estrategia de alianzas y la actitud ante los sindicatos. Desde el comienzo, tuvo profunda consciencia de que era necesario encontrar formas de acción que permitiesen ampliar la base obrera de la corriente, pues de otra manera corría el riesgo de convertirse en "un grupo de amigos políticos, pero también personales, de Trotsky, y nada más, como efectivamente seguimos siendo hasta su muerte"(11).

Pierre Naville, que llevó la crítica de la oposición de izquierda al seno del movimiento surrealista, tal y como decía L.D., usó esa misma crítica dentro de la corriente trotskista.

El trabajo intelectual

Tras la segunda guerra mundial, su compromiso le conducirá a la creación de La Revue Internationale (1947) con Charles Bettelheim, Gilles Martinet y David Rousset, así como a la publicación de su testimonio Trotsky vivant. Inmediatamente después, participará en la constitución de la Unión de Izquierda Socialista y del Partido Socialista Unificado siguiendo el impulso de la lucha contra la guerra de Argelia.

Sin embargo, se esfuerza muy escrupulosamente en distinguir su acción política y su actividad científica. En su polémica con Jean-Paul Sartre, Naville explica que el comunista puede ser un intelectual, y que el intelectual puede ser un comunista, pero que el "intelectual comunista" es un monstruo, un envanecimiento, simple y puro antípoda del "intelectual burgués"(12).

En el fondo, para Naville el status de intelectual conducente a la pertenencia a una "intelligentsia" remite a una aspiración a diferenciarse del derecho que toda persona tiene a servirse de su inteligencia. De esta forma, los intelectuales, precisamente cuando creen elevarse por encima de la sociedad real, lo que ha hacen es aislarse de ella, convirtiéndose en un agregado de funcionarios, en una clase burocrática especial similar a la de los curas y a la de los agentes del Estado.

Así, por un lado, la conciencia crítica del "intelectual de partido" se aliena, no pudiendo modificar el "área reservada" definida por el partido. Por otra parte, el intelectual tiene una plaza prevista en el Estado y en la Universidad, donde se publica para hacerse un "curriculum vitae", un buen expediente. Por medio de la funcionarización se constituye "este cuerpo burocrático del pensamiento"(13). El Estado concede garantías a cada intelectual a cambio de la sumisión de todos. Sin embargo, "la ciencia no puede vivir sin libertad, sin democracia, sin conflictos ni contradicciones. Debe vivir sin monopolio, sin monolitismo, sin policía. La ciencia -escribe Naville- tiene tanta o más necesidad de libertad como el propio arte"(14).

Según las concepciones de Naville, los intelectuales no tienen que estar "al lado" de los trabajadores. No se trata de una "pequeña burguesía" que habría que aproximar a la clase obrera, sino de un grupo heterogéneo, muy diversificado. En el fondo, los intelectuales no son otra cosa que personas que se dedican a ciertas actividades profesionales. Algunos se contentarán, en el mejor de los casos, con usar su inteligencia, analizar y criticar solamente dentro de los límites de su profesión. Otros, tendrán el coraje de usar su capacidad de analizar la sociedad y de criticarla, pero de igual forma que lo haría cualquier otra trabajador que comparta ese coraje. De esa manera, participarán en esa fundamental función de oposición animada precisamente por la crítica. Así, la sociedad puede dotarse de una "negatividad" concreta transformando un sistema de servidumbre en un sistema de liberación a través de comportamientos de "lucha".

La sociología del trabajo Inmediatamente después de la guerra, Naville quedó doblemente aislado: respecto a los surrealistas y respecto a los comunistas. Además, aunque su origen era burgués (su padre era un financiero suizo) él había roto con su medio, sin haber nunca solicitado un sólo centavo a su familia, tal y como el mismo relata. "Un día, le dije que me iba a vivir en otro sitio, e hicimos una separación amistosa. Haberme desclasado de forma voluntaria me ha ayudado mucho"(15).

Finalizada la guerra, Naville ha publicado ya dos obras importantes: La psychologie du comportement (1942) y D'Holbach et la philosophie scientifique du XVIII siècle (1943). Su entrada en el Centro nacional de investigaciones científicas (CNRS), en el que será director de investigación, le aporta un sostén importante ya que estaba sufriendo significativas dificultades, principalmente materiales.

Inicialmente, los niños y los adolescentes son el tema de sus trabajos. Está interesado en las condiciones de adquisición de la escritura y del dibujo en la infancia, así como en la enseñanza técnica y profesional. En 1945, publica La formation profesionelle et l'école, que sería seguida por Théorie de l'orientation prrofesionelle. Se opone al enfoque según el cual la orientación profesional podría asignar a cada joven "el lugar que le corresponde según su naturaleza, sus aptitudes y sus méritos"(16). Frente a esa concepción, sostiene, fiel a la tradición sociológica, que la asignación de los individuos a los puestos de trabajo está regida por los determinantes sociales. Paradójicamente, habiendo partido de preocupaciones ligadas al behaviorismo y a los determinantes neurofisiológicos del aprendizaje, Naville termina evidenciando las condiciones sociales. "A la pregunta: ¿para qué sirve?", hace falta responder: "todo ocurre como si el sujeto sirviese para aquello que la sociedad le exige que haga"(17). "Parece que a nadie se le pasa por la cabeza preguntarse si hoy en día es verdaderamente el individuo quien escoje su oficio y si lo hace en su interés personal, ni cómo puede realizarse la soñada adecuación entre las necesidades colectivas y los deseos individuales"(18).

En sociología, su programa inicial consiste en el examen de las estructuras de trabajo, acoplando investigaciones de campo con elaboraciones teóricas, superando el mezquino marco de la sociología industrial americana y fundando una sociología del trabajo capaz de comprender las transformaciones de las sociedades contemporáneas.

Pierre naville evoca modestamente, en una entrevista, su aportación a la sociología del trabajo: "Estudiando la automatización, he podido distinguir el tiempo/hombre del tiempo/máquina, y otras muchas estructuras"(19). De hecho, Naville elabora un punto de vista que privilegia el análisis de la evolución de las técnicas pero que descarta el determinismo tecnológico. Así, distingue entre las operaciones efectuadas por las máquinas y las efectuadas por los obreros. En consecuencia, defiende, en oposición a Georges Friedmann, que si los sistemas automáticas de las máquinas aseguran una recomposición de operaciones antes separadas, no sucede lo mismo con las operaciones efectuadas por el obrero, que no controla ni más ni menos operaciones que antes por el sólo hecho de las trasformaciones sufridas por las máquinas.

Así, el sistema asalariado, separando al trabajador de su trabajo, define el empleo como la relación entre el trabajador y su puesto de trabajo, subrayando el carácter condicional de su participación en la empresa. Sean cuales sean los métodos de implicación de los asalariados que se apliquen en las empresas, estos estarán siempre limitados por el carácter condicional de esa participación. El trabajador es remunerado en función del tiempo que pasa en la empresa, por su subordinación a ella. Para resistir a este sistema, la reivindicación obrera ha tomado la forma del tiempo libre. La disminución de la jornada y de la semana de trabajo, el aumento de vacaciones, la disminución de la edad de jubilación o el aumento de la escolaridad obligatoria apuntan a recortar la vida de trabajo por sus dos tramos extremos, retrasando la entrada y avanzando la salida. Las reivindicaciones que afectan a las cadencias y ritmos de trabajo recortan el contenido mismo de la hora de trabajo, tratando de crear tiempo libre dentro de la propia jornada de trabajo. Finalmente, las reivindicaciones salariales apuntan al aprovechamiento del tiempo libre. A la vez, la lucha por el tiempo libre acompaña a la defensa del empleo, ya que el para priva precisamente al asalariado del aprovechamiento de su tiempo libre. Mientras que las empresas ofrecen trabajo, los asalariados demandan empleo.

La relación salarial será central en su análisis, y la sociología de Naville será, ante todo, una sociología de las relaciones, como se expresa marcadamente en muchas de sus publicaciones: La vie de travail et ses problèmes (1954), Essai sur la qualification du travail (1956), L'automation et le travail humain (1961), Vers l'automatisme social (1963), L'Etat entrepreneur (1971), Temps et technique (1974), Temps, travail et autogestion (1980), La maîtrise du salariat (1984).

Sociedades en transición

El dinamismo de un pensamiento como el de Naville no deja lugar para discípulos. Sin embargo, algunos han trabajado con él y se han beneficiado de su crítica. Por ejemplo, Pierre Rolle construyó algunas hipótesis alrededor de la obra principal de Naville, Le Nouveau Leviathan (ocho volúmenes), en la que se estudian tanto las sociedades capitalistas de Occidente como las llamadas socialistas del Este, desde la perspectiva de su producción, sus intercambios y sus organizaciones sociales. A partir de esos análisis, Rolle piensa que no hay que distinguir dos campos irreductiblemente opuestos, uno capitalista y otro comunista, sino naciones que se combaten y se avasallan, entremezclando estructuras capitalistas y socialistas en el cuadro de sociedades salariales, que no serían otra cosa más que formas de sociedades en transición, aunque, como escribía Pierre Rolle en 1978, "el porvenir es, sin duda alguna, tan subversivo para los socialismos estatales como para el capitalismo"(20).

Muy recientemente, Pierre Naville hacía nuevas prolongaciones de sus análisis sobre el derrumbe de la URSS. Habiendo mostrado en sus obras anteriores los rasgos comunes entre la URSS y los Estados capitalistas occidentales, y señalado al régimen de mercado como la cuestión esencial, él se esfuerza ahora en comprender el sentido de las reformas impulsadas por Gorbachev.

En una obra publicada cuando ya tenía 89 años (21), ve en la Perestroika un efecto de las transformaciones geopolíticas del mundo. Concretamente, las incertidumbres y las mutaciones en la URSS serían explicadas por el papel jugado por la Europa de los Doce sobre los países del Este, por las transformaciones del mundo musulmán y sus consecuencias sobre la URSS, por la evolución de Asia, por el "frenético estancamiento" de Africa y por la dominación de EE.UU. sobre América Latina. A través de la fascinación ejercida por el mercado, él percibe en las dificultades de la URSS "un ejemplo nacional de los problemas que agitan el mundo entero". Sugiere también que esta "confusión" puede convertirse en "la fuente de una nueva estructura e inesperada", aunque quizá no se ajuste a los modelos ya elaborados.

Cualquiera que sea la ideología bajo la que se oculten las sociedades, estarían caracterizadas por las formas que adopten las relaciones de trabajo e intercambio. Para comprender las raíces de los conflictos y movimientos de las sociedades humanas, Naville se interesa también en la polemología [estudio científico de las guerras] y en la filosofía, escribiendo el prefacio de la traducción de Clause Witz hecha por Denise Naville y el libro Mahan et la maîtrise des mers (1981). En 1988, publica una obra sobre Thomas Hobbes.

Su último libro, Gorbatchev et la réforme de l'URSS, escrito poco antes de su muerte, tuvo que ser publicado a cuenta del autor. Efectivamente, aunque escribió mucho y en repetidas ocasiones publicó en las más importantes editoriales, Naville ha estado también sin editor en varias ocasiones durante su itinerario intelectual. Aunque sus obras siguen siendo hoy actuales, muchas tuvieron grandes dificultades para ser editadas, y frecuentemente varios años después de haber sido escritas.

Con Pierre Naville

La lectura a finales de los 60 del libro de Naville De l'aliénation à la jouissance. Genèse de la sociologie du travail chez Marx et Engels (1957) me condujo a definir mi actividad profesional, en la que entonces me iniciaba, dentro de la sociología del trabajo. Pero yo aún no sospecha que tres personajes, fascinantes y excepcionales para mí, eran en realidad uno solo.

El primero se remontaba al período de mis estudios de enseñanza secundaria. Agrupados en torno a una revista escolar, estábamos fascinados por el surrealismo. Entre sus figuras legendarias, se encontraban las de Denise y Pierre Naville.

Más tarde, a mediados de los 60, los estudiantes socialistas invitamos como conferenciante a un dirigente del PSU que acababa de escribir La classe ouvrière et le régime gaulliste (1964); como más tarde supe, era también la misma persona que, durante un coloquio en la Fondation Emile Vandervelde en Bruselas, mayo de 1960, había polemizado con Henri Janne. Este último afirmaba que las clases sociales se habían disuelto entre la multitud bajo el efecto de la integración de los obreros y del creciente dominio de los medias; en consecuencia, las huelgas, especialmente las de motivación políticas, estarían ya totalmente superadas. Pierre Naville rechazaba esa tesis, y además sostenía que la sociología no se interesaba casi nada en la estructura de las clases sociales y que, por tanto, no respondía a las cuestiones esenciales de nuestra época(22). El hecho de que algunos meses más tarde, diciembre-enero 1960-61, Bélgica conociese cinco semanas de huelga general con fundamento político (el rechazo de la ley única) había sido suficiente para determinar mi opción por el camino abierto por las investigaciones de Pierre Naville. Tanto más cuando acababa de comprender que el surrealista, el militante y el sociólogo eran la misma persona.

Si se piensa que aquellos que tenían una visión justa de las cosas erraban por tener razón, y que las gentes "triunfadoras" tenían razón por equivocarse, se puede seguir ignorando, con "buena conciencia", a Naville y a los que, como él, se obstinaban en difundir sus revistas baratas, sin otra contrapartida que la de luchar por palabras que traducían ideas. Como decía Trotsky, "las ideas forman a los hombres, seleccionándolos y educándolos"(23). En un momento en el que todas las ideas se presentan como equivalentes en los mercados culturales o electorales, y en el que las personas son seleccionadas por procedimientos de aparatos -políticos, sindicales o académicos-, la evocación del proyecto intelectual que fue la vida de Pierre Naville es hoy una manera de reencontrarse, aunque sea en la tristeza de su ausencia.

NOTAS

1. P. Naville, Mémoires imparfaites. Le temps des guerres, La Découverte, París, 1987, p.73.

2. V. Serge, Mémoires d'un révolutionnaire, Seuil, París, 1951, p.390.

3. "Mon ami, Pierre Naville", Le Monde, 2-3 de mayo, 1993.

4. P. Naville, La révolution et les intellectuels, Gallimard, París, 1975, p.41.

5. Idem, p.163.

6. Idem, p.41.

(7) Mémoires imparfaites, op.cit., p.51.

(8) P. Naville, Gorbatchet y la réforme de l'URSS, La pensée universelle, Paris, 1992, pp. 41 y 42.

(9) Idem, p. 46.

(10) Idem, pp.67-68.

(11) Idem, p.70.

(12) La révolution et les intellectuels, op.cit., p.199.

(13) Idem, p.172.

(14) Idem, p.136.

(15) Entrevistas en Libération en 1987 y 1988; ver también Libération del 28 de abril de 1993.

(16) P. Naville, Théorie de l'orientation professionelle, Gallimard, París, 1972 (1ª ed. 1945), p.18.

(17) Idem, p.66.

(18) Idem, p.81.

(19) M. Guillaume (bajo la dirección de), L'état des sciences sociales en France, La Découverte, París, 1986, p.168.

(20) P. Rolle, Le socialisme est-il un comme le capitalisme ou multiple comme les peuples? (Hypothèses), Groupe de recherches sociologiques, Université de París X-Nanterre, 1978.

(21) P. Naville, Gorbatchev et la réforme de l'URSS, La Pensée Universelle, París, 1992.

(22) Actas del coloquio "Socialismo y ciencias sociales", publicadas en Socialisme, nº 40, julio 1960. La intervención de Pierre Naville se encuentra en p.438.

(23) Citado por P. Naville, Mémoires imparfaites, op.cit., p.71.
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