Trasversales
Immanuel Wallerstein

Brasil y el sistema-mundo: la era de Lula

Revista Iniciativa Socialista (primera época de la actual revista Trasversales) , número 71, invierno 2003-2004

Septiembre 2003. Copyright de Immanuel Wallerstein. Todos los derechos reservados. Está permitido descargar, reenviar por correo electrónico o colocar este texto en sitios no comerciales de la comunidad Internet, siempre y cuando que el texto se conserve intacto y se mantenga esta nota. Para traducir este texto o publicarlo en medios impresos y/o otras formas, incluyendo sitios comerciales de Internet y extractos, es preciso establecer contacto con el autor en iwaller@binghamton.edu; fax: 1-607-777-4315.

Brasil es un país importante en el sistema-mundo. Su gran extensión y su numerosa población, su papel como líder en Latinoamérica, su fuerza como Estado semiperiférico, todo ello implica que lo que ocurre en Brasil tiene grandes consecuencias en el ámbito geopolítico y en la estructura de la economía-mundo. En 2002, por primera vez en la historia de Brasil, el candidato de un partido de izquierda, Luiz Inácio da Silva (“Lula”), candidato del Partido de los Trabajadores (PT), ganó las elecciones, lo que parecía señalar un resurgimiento de fuerzas de izquierda en Latinoamérica y, más en general, en el Sur. Pero ahora, sólo diez meses más tarde, los análisis de los comentaristas brasileños y extranjeros son muy variados. Una vez más, las preguntas planteadas son: ¿es posible mantener en un país del Sur un gobierno electo de izquierda que lleve a cabo una política de oposición a las fuerzas del neoliberalismo? ¿son demasiado fuertes las contrapresiones de EE.UU., el FMI y las grandes fuerzas capitalistas?
En primer lugar, deberíamos tener en cuenta cuál era la correlación de fuerzas en el momento en que Lula fue elegido. Lula obtuvo una mayoría electoral forjando una alianza con otros partidos, principalmente de centro. Su partido es minoritario en el parlamento brasileño. Brasil se encuentra cercano al récord mundial en términos de desigualdades internas. Una gran parte de la población rural carece de tierra. El país estaba coartado por los acuerdos que el régimen anterior había firmado con el FMI. Brasil tenía una gran deuda y unas reservas en efectivo relativamente escasas. En los seis meses anteriores a su elección, Lula fue amenazado claramente con una retirada masiva de inversiones y de flujos financieros si no lograba “tranquilizar” al capital mundial convenciéndole de que no iba a adoptar medidas que ellos pudiesen considerar hostiles. Por otra parte, Lula fue impulsado a la presidencia por el entusiasmo popular, tanto hacia su propia persona como hacia el programa anti-neoliberal que él y su partido representaban. Para Lula y para los brasileños, especialmente para los pobres, la esperanza había derrotado al miedo.
Las preocupaciones políticas de los brasileños están dominadas por tres grandes ámbitos: política económica, reforma agraria y política exterior. El gobierno de Lula decidió claramente actuar primero en el ámbito de la política económica. Lula dio ciertas garantías al capital internacional, antes incluso de su investidura. Recalcó que Brasil seguiría  dando mucha importancia a la lucha contra la inflación. Al frente del Banco Central colocó a Henrique Mireilles, que había sido alto dirigente del Banco de Boston, pese a que Mireilles había apoyado durante las elecciones al oponente de Lula. El resto del equipo económico de Lula está formado también por personas que quieren llevar a cabo políticas que no resulten antagónicas con el capital internacional. El gobierno, en su defensa, dice que está intentando renegociar su acuerdo con el FMI de forma que las restricciones sobre inversiones infraestructurales y sociales queden reducidas o incluso anuladas a través de un acuerdo general.
Destacan dos grandes decisiones económicas tomadas durante los diez primeros meses. El gobierno brasileño ha mantenido una tasa de interés extremadamente alta sobre sus bonos (aunque ha bajado de un 26% a un 22%) y  ha llevado a cabo una reforma del sistema de seguridad social con reducciones considerables en el sistema público de pensiones. Financieramente, ambas medidas son conservadoras y han sido duramente criticadas por intelectuales de izquierda, pero también por algunos sectores empresariales que consideran que las altas tasas de interés les imposibilitan extender su papel económico frente al jugado por los bancos extranjeros y las grandes empresas brasileñas vinculadas a éstos). Los citados intelectuales de izquierda proponían, por el contrario, un “shock productivo” a través de una disminución radical de las tasas de interés. Uno de ellos, Emir Sader, habla de una “oportunidad perdida" que tendrá, en un cercano futuro, efectos muy negativos.
En cuanto a la reforma agraria, el gobierno ha sido mucho más cauto que en política económica. Por lo tanto, ha hecho muy poco en este ámbito. Pero Lula ha realizado un esfuerzo para mantener el apoyo del Movimiento de los Sin Tierra (MST), un gran pilar histórico del PT que sigue teniendo el apoyo de un gran segmento de la iglesia católica y el de la Coordinadora de Movimientos Sociales, que agrupa a un gran número de poderosos sindicatos y organizaciones religiosas y estudiantiles. El MST lleva a cabo ocupaciones de tierras no cultivadas (una parte significativa del campo brasileño). La posición oficial del gobierno es que el gobierno debería comprar esta tierra a sus dueños y dársela a los "sin tierra". El problema es que realmente no tiene el dinero para hacerlo, y su política económica no permite obtener las sumas necesarias a corto plazo. El MST no ha quedado a la espera y sigue ocupando tierras, aunque choca con la resistencia, a menudo armada, de los grandes terratenientes, que ven al MST como un movimiento muy peligroso que debería ser aplastado o, al menos, doblegado. La mayor parte de estos terratenientes no están dispuestos a vender sus tierras, y mucho menos aún a cederla sin compensación.
Recientemente, el MST pidió una audiencia con Lula, concedida el 24 de Junio, ante la consternación pública de los terratenientes. En su encuentro con los líderes del MST, Lula les pidió “paciencia” y reafirmó su “compromiso moral e histórico” con la reforma agraria. Uno de los líderes del MST, João Paulo Rodrigues Chaves, dijo que aún confiaban en Lula, pero le advertían de que tenía que “implementar cambios reales” no más allá de finales de 2003. Veremos si es capaz de hacerlo.
Finalmente, en el área de las relaciones internacionales, considerada por sus críticos intelectuales de izquierda como aquella en la que Lula ha tenido mejor actuación, éste ha mostrado sus cartas por varias vías.  Ha tendido con energía su mano a otros líderes de Sudamérica, y no  solamente a los de Venezuela y Argentina, sino también a los de Perú, país que visitó este mes, impulsando la idea de que el MERCOSUR (Mercosul en portugués) debería fortalecerse, ampliarse y convertirse en una importante fuerza sobre la escena geopolítica mundial. MERCOSUR es hoy un embrión de una unión económica, en la que sólo cuatro de sus miembros han reducido las tarifas arancelarias entre ellos. Su fuerza es similar a la que tenían las primeras formas de unión europea hace unos 30 ó 40 años.
Por supuesto, el mayor problema es cómo se relaciona el MERCOSUR con el Tratado de Libre Comercio de las Américas (ALCA), promovido por Estados Unidos. Los Estados Unidos ven al MERCOSUR como una molestia, en el mejor de los casos, o como un enemigo, en el peor. Los Estados Unidos quieren un tratado de libre comercio que abriría los países de Latinoamérica a sus instituciones financieras y garantizaría la propiedad intelectual. Los latinoamericanos están interesados en el acceso de sus productos al mercado norteamericano. Básicamente,  cada parte espera poder vetar o dar de lado las demandas principales de la otra parte, insistiendo en que los temas que no le gustan no sean tratados bilateralmente, sino en el marco de la OMC, donde ambos lados espera poder encontrar apoyo.
En definitiva, las diferencias estadounidenses-brasileñas sobre el ALCA son la manzana de la discordia. Si Lula se mantiene con fuerza en su posición, se encontrará con que ha marcado una gran diferencia en las geopolíticas mundiales y con que el gobierno de Bush podría decidir no darle cuartel. Si no lo hace, sin embargo, al final de su mandato podría tener muy pocos frutos que mostrar.
Brasil está ya en medio de maniobras electorales. Hay elecciones legislativas en 2004 y presidenciales en 2006. El PT ha resaltado una lista de partidos con los que desea establecer alianzas y aquellos a los que desea oponerse a toda costa. Lula dice que no sabe si volverá a presentarse. Pero nadie le cree. Y sus encuestas por el momento le van bien. Es una figura carismática y no está visible ningún oponente de talla.
¿Qué clase de gobierno es el gobierno de Lula? Sus seguidores dicen que es un gobierno de centro-izquierda (necesariamente, por las alianzas). Él mismo dijo en agosto que no es ni ha sido nunca un “izquierdista”, aunque sus declaraciones públicas en el pasado parecen desmentirle, ya que habló de ser parte de la izquierda latinoamericana con una perspectiva socialista. Algunos intelectuales de izquierda en Brasil están diciendo ahora que su gobierno es un gobierno de derechas, aunque digan también que no hay un partido de izquierda que compita con él.
En la vecina Argentina, el presidente Kirchner está llevando a cabo la política que muchos esperaban fuese llevada a cabo por Lula  y que, sin embargo, no se esperaba de Kirchner. Pero Lula y Kirchner tiene diferentes “restricciones” sociales y culturales. Cómo nos ha recordado recientemente Raúl Zibechi, periodista uruguayo y de izquierdas, Argentina tiene una clase media que ha visto reducirse de forma considerable sus ingresos,  mientras que Brasil tiene una clase media que aún está en ascenso.
¿Podrá Lula avanzar más en la dirección que el PT ha representado históricamente en Brasil? Eso depende, en parte, de en qué medida tenga éxito con el MERCOSUR. También depende, y pocos lo saben, de cuántos problemas tenga George Bush. Si los EE.UU. atraviesan dificultades políticas y económicas, el margen de maniobra de un gobierno como el de Lula aumentará considerablemente. El escenario estará mucho más claro en 2004.

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