Trasversales
Francesc de Carreras - Ciudadanos de Catalunya
Una democracia de ciudadanos

revista Iniciativa Socialista 77, otoño 2005. Texto leído por Francesc de Carreras en el acto de presentación pública del manifiesto “Por un nuevo partido político en Catalunya”, 21 de junio 2005, Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. http://www.ciutadansdecatalunya.org/


Cómo os podéis imaginar, estas últimas semanas hemos recibido vía e-mail una gran cantidad de comunicados para felicitarnos por nuestra iniciativa y animándonos a seguir adelante. También, como es natural, hemos recibido comunicados en sentido contrario.
Seguramente sería muy interesante e instructivo leer unos cuantos comunicados o explicar anécdotas -algunas divertidas, otras no tanto- que nos han sucedido en torno a todo esto. Pero para no entretenerme demasiado, sólo quería comenzar comentando una breve frase de uno de estos comunicados enviada por una persona a la cual no conocía, ni personalmente, ni de nombre, que creo resume muy bien la intención de lo que queremos hacer y las finalidades de lo que queremos conseguir. Despues de hacerme saber que tanto él como su mujer habían firmado el Manifiesto, añade textualmente:
“Esperemos que todo esto -el Manifiesto y sus previsibles consecuencias- suponga un resurgir del sentido común y del conocimiento de la historia para que las ideas y el pensamiento substituyan a las obsesiones”.
He querido comenzar estas palabras, que os dirijo en nombre de mis compañeros, con esta frase que creo expresa de manera concisa y contundente aquello que pretendemos los muchos que ya hemos firmado el Manifiesto, buena parte de los cuales estáis aquí: primero, devolver a la vida pública catalana el sentido común; segundo, no utilizar la historia de forma partidista y sectaria; y, tercero, considerar a la razón, y no a los sentimientos, como el eje vertebrador de la actividad política. Todo ello con una finalidad: no incurrir de nuevo en los errores del pasado, no resucitar viejos demonios históricos que parecían superados para siempre, dejar de lado las pasiones que únicamente conducen a inútiles y perjudiciales enfrentamientos sociales.
En definitiva, como bien dice el comunicante, de lo que se trata es de substituir las “obsesiones” por las “ideas y el pensamiento”, es decir, los prejuicios, las preconcepciones poco fundamentadas y las manías irreflexivas, por la serenidad que proporciona la inteligencia, por aquello que es razonable, justo, prudente y lógico. Sentido común y razonamiento argumentado son, precisamente, lo primero que se encuentra a faltar en la vida política catalana y, más allá de la política, se encuentra a faltar también en muchas otras facetas de nuestra vida social y cultural.
Por eso estamos aquí. Porque nos preocupa todo esto, estamos aquí. Y por esto hemos propuesto firmar un manifiesto, el Manifiesto que hoy hacemos público de manera oficial, que no es, ni ha querido ser nunca, un manifiesto de intelectuales, es decir, sólo de personas relacionadas con la cultura y la vida pública, manifiestos que acaban, simplemente, en un texto más o menos acertado y oportuno seguido de decenas o centenares de firmas.
No. Queremos hacer una cosa de un carácter bien diferente: primero, queremos que sea un manifiesto de ciudadanos, es decir, abierto a todos los ciudadanos de Cataluña que deseen firmarlo porque comparten unas mismas inquietudes; y, segundo, queremos que constituya el comienzo de un proceso que acabe en la formación de un partido político, del cual hablaremos más adelante. En definitiva, lo que queremos es que aquellos que den soporte al Manifiesto sean conscientes que la intención de sus promotores es incidir en la vida política catalana por unas causas y unas finalidades determinadas, más allá de un momento coyuntural concreto.
¿Por qué queremos esto? ¿Por qué las aspiraciones que tenemos van más allá de la simple proclama que suele ser siempre un manifiesto? Porque creemos que, desde hace años, probablemente desde el comienzo mismo de la autonomía de Cataluña en los primeros años ochenta existe un vacío en la representación política de la sociedad catalana. Y este vacío se ha hecho mucho más evidente tras la constitución del actual gobierno tripartito al quedar clara la gran dificultad, la casi imposibilidad, de cambio político si se mantiene el actual sistema de partidos. Lo decimos al comienzo del Manifiesto: en Cataluña, a pesar del cambio en el color político del gobierno, “nada substantivo ha cambiado”. Esta constatación es lo que, fundamentalmente, nos ha llevado a elaborar el Manifiesto y a expresar la necesidad de un nuevo partido que proporcione voz a aquellos que hoy se encuentran sin partido y sin voz.
La pregunta que se nos formula estos días es siempre la misma: pero ¿va en serio esto de hacer un partido? En el tranquilo oasis de la política catalana nuestra propuesta ha caído como una piedra lanzada a un lago de tranquilas aguas. Ciertamente, con eso no se contaba, con eso no contaban. Planteémonos seriamente la propuesta: ¿es posible hacer un partido con alguna posibilidad de éxito?
Obviamente, ello no es fácil y conocemos perfectamente todas las dificultades. Ahora bien, tenemos indicios que nos indican que ello es posible y ciertos signos nos animan a seguir adelante pensando que puede constituir un éxito.
En efecto, estas dos o tres últimas semanas, desde que se filtraron a la prensa las primeras noticias del Manifiesto, hemos constatado una fuerte y creciente corriente de adhesión a nuestras posiciones. También un rechazo irracional e irrazonable, como se ha podido comprobar en los irónicos comentarios del amigo Boadella, lo cual no hace más que reafirmarnos en lo que sostenemos. Cuando a las propuestas se responde con descalificaciones personales es que uno está inseguro de sus propias razones, no se ve con capacidad de defender las propias posiciones de forma argumentada ante los ciudadanos, ante el público. Se trata, sin duda, de una muestra de inseguridad, de debilidad. Cuando proponer un debate es considerado como una amenaza a la convivencia, alguna fallo existe en los mecanismos democráticos, alguna cosa se quiere esconder e impedir que salga a la luz pública.
Decía que, a pesar de esta oposición poco o nada argumentada de manera razonable - con la que se contaba ya desde el principio - nosotros hemos comprobado una fuerte corriente de adhesión a nuestras posiciones. Antes Ana Nuño nos ha suministrado unas cifras; permitidme que subraye el hecho de que en dos semanas han accedido a la página web más de 93.000 personas y que el Manifiesto ha sido firmado por 1975 ciudadanos de Cataluña y, además, ha recibido, sin buscarlas, 330 adhesiones del resto de España y del mundo.
Muchos dicen estos días que somos “disidentes”. Quizás en algún sentido lo somos, quizás sí. Pero, en todo caso, sólo somos disidentes del establishment político, no de la sociedad porque nos sentimos parte de la sociedad catalana y notamos, percibimos, el soporte de muchos, de “molts més del que ells volen i diuen”, utilizando las palabras del poeta sobre una época ya definitivamente pasada. Por tanto, disidentes de la vida política catalana quizás sí que lo somos, pero no sólo en modo alguno nos sentimos disidentes dentro de la sociedad catalana sino que, al contrario, consideramos que somos una parte de esta sociedad, una parte significativa, importante y amplia, de esta sociedad catalana.
Ahora bien, este grado de adhesión, casi de entusiasmo, de estos primeros días, no nos ha de hacer perder el sentido de la realidad. Ya somos muchos, pero hemos de llegar a ser muchos más, para poder considerar seriamente que un partido político es necesario, que un partido político nuevo tiene posibilidades o, mejor dicho, probablilidades, de tener éxito. En consecuencia, despues de estos inicios que tanto animan, hemos de comprobar con hechos, es decir, hemos de verificar que nuestra llamada tiene verdadero eco en esta sociedad catalana. Como sabéis, en el Manifiesto no decimos que queremos crear un partido sino que no nos sentimos bien representados por los actuales partidos, que creemos que una parte de la sociedad catalana está en la misma situación que nosotros y que hacemos una llamada a los ciudadanos de Cataluña identificados con estos planteamientos a reclamar la existencia de un partido que llene el vacío de representación que falta en nuestro parlamento autonómico. Pues bien, todo esto es lo que hemos de comprobar en los próximos meses.
En estos momentos sólo consta que casi dos mil ciudadanos estan de acuerdo con nosotros. En tan pocos días es, ciertamente, mucho, es un magnífico indicio de que probablemente tenemos razón en nuestros planteamientos; pero hemos de ser todavía más, muchos más. ¿Cuántos? ¿Cuántas firmas son necesarias para considerar con pruebas fehacientes que este vacío de representación existe y que hace falta un nuevo partido en Cataluña? Es difícil decirlo, incluso las meras cifras cuantitativas no lo son todo y se han de examinar también otros factores: la composición de los adherentes, su diversa condición social y cultural, la proporción de los diferentes grupos sociales, una mínima homogeneidad ideológica, entre otras.
Por todas estas razones, hemos considerado que debemos darnos un plazo de unos cuatro meses para poder llegar a conclusiones claras sobre si tenemos capcidad para hacer un partido. No serán, ciertamente, unos meses de inactividad sino todo lo contrario. Será el período en el cual podremos hacer aquello que hasta ahora ha sido imposible: conocernos unos con otros, ver cual es la contribución que puede hacer cada uno, su disposición a participar, las ideas que podemos aportar entre todos a la sociedad catalana. Los quince primeros firmantes del Manifiesto quizás seamos, en su caso, los impulsores de un partido nuevo, pero de ninguna manera al redactarlo hemos tenido la intención de autoproponernos como futuros dirigentes políticos. Consideramos que tenemos determinados deberes públicos pero no vocación política en el sentido profesional de la palabra. Por tanto, el nuevo partido, si se llega a formar, ha de surgir tanto de nosotros como de vosotros y, por tanto, el conocimiento mutuo, el conocimiento de todos con todos, es una parte esencial para que se vaya formando.
Esta será la primera tarea para los próximos meses. En otoño, hacia finales de octubre, tras comprobar el grado de apoyo que hemos alcanzado tras este primer período y despues de haber avanzado en el conocimiento mutuo a que antes me refería, podremos reflexionar, con los datos recogidos, sobre si existe capacidad real para constituir un partido político. Por tanto, todo depende de nosotros, es decir, también de vosotros, del entusiasmo con que el que seáis capaces de contagiar a otros para que nos den soporte, de la capacidad de generar ideas, de dotar de organización a un grupo que hoy es sólo una plataforma, un embrión de partido, un proyecto de futuro pero con vocación e ilusión de ser una realidad.
Mientras tanto, un instrumento esencial es la página web, hoy aún en sus inicios, que pretende ser una herramienta fundamental de comunicación entre nosotros. Pero también sabemos que no todos acceden a internet y, por tanto, harán falta reuniones, charlas, coloquios y demás formas tradicionales de hacer política, necesario complemento humanizado de la fría comunicación informática. Todos estos instrumentos serán utilizados en estos meses de preparación , de prueba sobre nuestra capacidad, de verificación de la autenticidad de todo lo que propugnamos.
Ahora bien, planteémonos el auténtico problema: ¿cuál es el partido que, a nuestro entender, hace falta en Cataluña? ¿Cuál es el partido que nos gustaria votar y, al comprobar que no existe, no podemos votar? Esquematizando mucho, yendo a aquello que nos parece central, se trataría de un partido con unas determinadas características básicas.
Primera: una democracia de ciudadanos
Un partido que considere la idea de ciudadanía, desvinculada de la identidad, como el eje básico de toda su acción política. Por tanto, un partido según el cual no son catalanes aquellos que tienen una determinada identidad cultural sino sólo aquellos que estan sometidos a las mismas leyes democráticas por su condición de ciudadanos de Cataluña. Félix Ovejero, compañero nuestro, uno de los primeros firmantes del Manifiesto, lo exponía con claridad en un reciente artículo publicado en “El Periódico”:
“El nacionalismo vincula la pertenencia a la comunidad política a una determinada identidad cultural. Nada más reaccionario. Los ciudadanos tienen un único y fundamental compromiso: asegurarse mutuamente derechos y libertades. Nada más. La ciudadanía no admite grados, no hay quienes sean más catalanes que otros. No somos más o menos catalanes porque compartamos ciertas pautas o valores culturales”.
“Es posible que en una comunidad política existan más o menos católicos, aficionados al Barça o miembros de una cofradía religiosa, pero las instituciones políticas no tienen por qué ser católicas o del Barça. Cualquier otra opción supone excluir a algunos ciudadanos, admitir que hay unos que son de primera y otros no, abandonar la conquista más revolucionaria y democrática de la tradición ilustrada: la idea de comunidad política cimentada en la ley y la justicia y no en la tradición, el mito o la identidad cultural. Ideas elementales que cobran especial significación en Cataluña.”
Y concluía Ovejero:
“El problema no es que los ciudadanos experimenten sentimientos nacionales sino que se pretenda gobernar sobre los sentimientos de todos. (...) Frente al nacionalismo, los firmantes del manifiesto nos hemos limitado a reclamar la restauración del ámbito normal de la política. No pretendemos ser los portavoces de nadie. Señalar que hay un déficit de representatividad no es arrogarse representación alguna. Tampoco queremos ser los defensores de «los otros catalanes», sino de los derechos de todos. Lo han llamado siempre ciudadanía y no excluye a nadie.”
Ciudadanía política: este es un presupuesto imprescindible de toda política democrática. La ley, una ley igual para todos y aprobada entre todos, es el instrumento básico para la igualdad de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos. Cada uno puede tener los sentimientos de pertenencia que desee, incluso, por supuesto, puede no tener sentimiento de pertenencia ninguno. Ahora bien, en todo caso, dado que la sociedad es diversa, dada que los sentimientos pertenecen a la esfera de lo privado, las instituciones políticas, las instituciones democráticas que por definición son de todos, no pueden imponer estos sentimientos, ninguno de estos sentimientos, a nadie.
Cuando decimos, por tanto, que no somos nacionalistas en Cataluña ni en España, estamos diciendo que queremos una sociedad articulada jurídicamente en torno a un Estado que se fundamente en la idea de individuo libre e igual ante la ley; que los titulares de los derechos - civiles, políticos y sociales - sean las personas, todas las personas sin ninguna discriminación, que los titulares de los derechos no sean los entes colectivos, ni las naciones ni los pueblos.
De la concordia entre las personas derivará la concordia entre los pueblos, pueblos, por cierto, formados por personas libres e iguales, no sometidas a más reglas que a las democráticas, no sometidas a supuestas tradiciones históricas ni a moldes culturales predeterminados que se pretendan obligatorios. De la discordia entre las personas con sentimientos de pertenencia diversa derivará la discordia entre los pueblos, la siempre peligrosa discordia entre colectividades, de tan triste y funesto recuerdo.
No impongamos, pues, sentimientos, no volvamos a sembrar discordia. Seamos ciudadanos, simples ciudadanos con iguales derechos y deberes, amparados por una misma ley común. Si, desde un punto de vista de los sentimientos religiosos, laicos son el Estado y los demás poderes públicos, laicas también deben ser las instituciones políticas desde el punto de vista de los sentimientos nacionales.
Este es, pues, nuestro primer principio: ciudadanía; es decir, instituciones políticas laicas desde todos los puntos de vista, democracia de ciudadanos, no de catalanes, de españoles o de europeos. Democracia de las personas, de los individuos, de los ciudadanos.
Segunda: un espacio ideológico nuevo
Debe ser un partido que cubra un espacio de la sociedad catalana coherente con este presupuesto de ciudadanía democrática. Hoy los ciudadanos no se definen sólo por los derechos civiles y políticos que les garantizan las instituciones públicas. Hoy los ciudadanos, en las actuales democracias occidentales, se definen también por los derechos sociales, por los derechos que les garantizan un estatus de igualdad en el terreno social y económico.
Tras experimentos fracasados de igualdad social, hoy no parece que exista alternativa al mercado como mejor método de coordinar los procesos económicos, de aumentar y repartir equitativamente la riqueza. Pero también sabemos por experiencia que una economía de mercado no sometida a controles, no regulada, convierte en ineficiente el sistema económico en su conjunto, produce agudas desigualdades entre las personas, despilfarra los recursos naturales y propicia ilegítimas situaciones de dominación.
Por tanto, derechos sociales y mercado libre pero regulado, al objeto de que sea un mercado libre auténtico, deben ser dos vectores básicos que definan las coordenadas del nuevo partido en los aspectos económicos y sociales.
Asimismo, un partido de estas características debe estar abierto a los grandes avances científicos actuales. Por ejemplo, a la investigación con células madre y a todo aquello que derive de los descubrimientos sobre el genoma humano. Debemos ser conscientes de que se está abriendo un nuevo mundo, todavía desconocido, a través de una nueva revolución científica. Ello exigirá soluciones nuevas a los nuevos problemas que deberán llevarse a cabo desde la ética, desde la ética social y la ética individual, sin anticipar barreras previas, procedentes del mundo de ayer, a estas nuevas fronteras, uno de los grandes retos que configurarán nuestro futuro.
Por otro lado, las perspectivas europeas y mundiales nos hacen ser también abiertos a nuevas realidades políticas. Ya somos ciudadanos de Europa, desde el punto de vista legal, de acuerdo con los tratados europeos; pero debemos tratar de que los catalanes sean también ciudadanos de Europa desde el punto de vista mental. Y, precisamente, desde la mentalidad de un nacionalismo catalán estrecho de miras nunca llegaremos a alcanzar este futuro.
Ha sido lamentable, por ejemplo, que se haya votado NO a la Constitución europea por el sólo hecho que no incluía el catalán como lengua oficial. Es como un retorno a los viejos tiempos del siglo XIX. El problema de las lenguas oficiales en la Unión Europea es que hay demasiadas. Lo que debería propugnarse, desde un punto de vista racional, pensando en los ciudadanos, en sus derechos y en su bienestar, es que el lenguaje de la Unión se unificara para eliminar obstáculos al buen funcionamiento de las instituciones, sin perjuicio, naturalmente, de que las lenguas nacionales sean oficiales en sus respectivos Estados.
Claro que para que ello fuera viable debería darse un potente empuje a la enseñanza del inglés en las enseñanzas primaria y secundaria. Nada más igualitario, desde el punto de vista social, como que los niños, en su infancia y adolescencia, aprendan inglés en las escuelas públicas. En la actualidad, sólo los padres con capacidad económica pueden mandar a los niños a colegios privados para que aprendan inglés, el nuevo latin de los tiempos actuales. La discriminación social que ello representa es evidente. Sin embargo, nada significativo vienen haciendo nuestros gobiernos autonómicos en este terreno, únicamente obsesionados con la enseñanza de las lenguas locales, dominados por los nacionalismos de uno y otro signo.
Con todo ello -derechos sociales, apertura a los avances científicos, europeismo y apertura mental hacia lo exterior- queremos indicar que la tradicional dicotomía derecha-izquierda, aunque no está superada ni mucho menos, tampoco explica del todo la realidad presente si la reducimos a sus términos tradicionales. Desde los básicos principios democráticos de la libertad e igualdad de las personas, desde estos grandes principios que aportaron la Ilustración y las revooluciones liberales, debemos estar abiertos a los nuevos tiempos, reflexionar sobre la cambiantes realidades actuales e inventar nuevas fronteras al progreso humano. Las mentalidades cerradas, dogmáticas y fundamentalistas (en campos tan dispares como la religión y la ciencia, pero también en nuevas formas de doctrinarismo que han pervertido respetables idearios como es el caso del ecologismo, el feminismo o el pacifismo) son hoy día la más clara expresión de actitudes reaccionarias, perceptibles en la derecha de siempre, como es natural, pero también en la izquierda clásica que repite machaconamente dogmas periclitados.
Creemos que los críticos con el nacionalismo imperante en Cataluña, críticos también con un nacionalismo español que no es más que una variante del mismo signo, son personas abiertas a las nuevas realidades y que rechazan estos dogmas que no se corresponden con las necesidades actuales. Ahí es donde debe situarse ideológicamente el partido que pretendemos: laicidad en todos sus sentidos, derechos individuales, igualdad social, progreso científico, crecimiento económico, apertura (de todo tipo) al mundo exterior.
Este espacio, espacio mental ante todo, pero que políticamente, si hablamos de partidos, es también un espacio electoral, es el que a nuestro modo de ver no está cubierto en Cataluña.
Tercera: un espacio electoral hasta ahora deficitario
Pero la propuesta de un nuevo partido debe ser consecuente con nuestras intenciones iniciales y con la modestia que debe comenzar toda obra que pretenda tener una cierta ambición.
Vamos a ver, ¿cuál es el principal déficit democrático que ha provocado nuestra irrupción en la política catalana? Sin duda uno de muy principal: la coincidencia de políticas absorbentemente nacionalistas, especialmente en el sector de centro-izquierda e izquierda, para utilizar los términos convencionales en los que todavía nos entendemos. ¿Dónde se situa principalmente este déficit? Sin duda también en las elecciones al Parlamento de Cataluña.
Efectivamente, desde 1980, desde las primeras elecciones autonómicas, ahí es donde se produce una constante abstención de ciertos sectores, la llamada abstención diferencial: muchos electores no acuden a las urnas debido al marcado carácter nacionalista identitario de los partidos y de la personalidad de sus líderes. Ello es una realidad comprobada en todos los comicios autonómicos catalanes, de la que no han aprendido la lección ni han sacado las evidentes consecuencias quienes deberían haberlo hecho. Ahí es donde se produce el mayor vacío de representatividad, con una abstención repetida, especialmente en determinadas zonas. Es en estas elecciones donde muchos de nosotros no sabemos a quien votar.
Pues bien, consecuentes con esa realidad tan repetida, el partido que propugnamos sólo se presentaría - por lo menos de momento - en las elecciones autonómicas. Ello quiere decir, por tanto, que en el caso de que se constiuya un nuevo partido, éste no se presentaría ni en las elecciones municipales ni en las generales y mucho menos en las europeas, sino sólo en las autonómicas porque creemos que es en el Parlamento de Cataluña donde hace falta nuestra voz, nuestra presencia.
Estas serían, por tanto, las características - todavía imprecisas, como podéis ver, pero más definidas que en el Manifiesto - del partido que propugnamos: partido de ciudadanos, no nacionalista, partidario de una renovación ideológica en los objetivos y en la manera de hacer política en Cataluña y, de momento, con el único objetivo de estar presente en su Parlamento.
Por tanto, desde estas posiciones de fondo, nosotros nos atrevemos ya hoy a formular algunas propuestas concretas sobre medidas que, a nuestro parecer, deberían tomarse inmediatamente para imprimir un cambio de rumbo, en el sentido que propugnamos, a la política catalana.
1º. Respecto a la redacción de un nuevo Estatuto.
Desde hace más de un año el gobierno y las demás fuerzas parlamentarias están empeñadas en una reforma que consideramos totalmente innecesaria desde el punto de vista de las libertades y el bienestar de los ciudadanos y que sólo responde a necesidades político-electorales partidistas. Los partidos que han impulsado esta reforma innecesaria han cometido, además, una gran irresponsabilidad: han deslegitimado de facto el Estatuto de autonomía vigente, una norma que ha suministrado a Cataluña un altísimo grado de autonomía política y ha dado al resto de España un modelo a seguir en la perspectiva de un Estado federal.
Respecto a esta cuestión debemos decir que, en el supuesto de que el proyecto de estatuto sea aprobado en el proceso parlamentario y sometido a referendum, nosotros recomendaremos la abstención. Es decir, aconsejaremos a los ciudadanos de Catalunya a no participar en una tarea inútil, a que no consientan ser utilizados en un proceso que únicamente ha conseguido desgastar nuestras instituciones políticas y administrativas, consumiendo energía que debería haberse concentrado en desarrollar las normas vigentes, entre ellas la buena norma estatutaria vigente, y en actuar en campos tan necesarios de la acción pública como son la educación, las políticas de inmigración, la seguridad, la protección social o las infraestruturas, entre otras. Dedicar el esfuerzo de gobernar a estos campos es, precisamente, hacer política para los ciudadanos, en beneficio de los ciudadanos. Lo otro es, simplemente, incrementar el poder político de la Generalitat para poder presumir de que esta institución se parece cada vez más a un Estado.
Por tanto, reclamamos que se ponga fin al proceso de reforma del Estatuto.
2º. Respecto a la actual política lingüística
Como ya hemos dicho, el único sujeto de Derecho es el ciudadano individualmente considerado y, en consecuencia, no lo son otros entes como las naciones, los territorios o las lenguas. En consecuencia, la libre opción lingüística debe ser el eje principal de la política que se realice en este campo, sin menoscabo de la necesaria ayuda que precise la lengua catalana como lengua minoritaria..
No toda la política lingüística llevada a cabo hasta ahora ha sido equivocada ni mucho menos; pero, a nuestro parecer, ciertos aspectos deben modificarse sustancialmente por no ajustarse a los presupuestos democráticos que antes hemos dejado establecidos. Es el caso de la susbestimación del castellano como lengua oficial de las instituciones políticas catalanas, la desigualdad de uso entre catalán y castellano en los centros de enseñanza, la obligación de utilizar el catalán en las relaciones empresariales y comerciales. En todos estos aspectos hay que dar un giro a la política actual. De momento, es urgente clausurar las llamadas “oficinas de garantías lingüísticas” que incitan a la delación entre los ciudadanos por injustificadas razones de identidad nacional.
Por tanto, reclamamos un cambio de rumbo general en la política lingüística de los últimos veinticinco años y, en concreto, el cierre inmediato de estas oficinas llamadas, sarcásticamente, de garantías lingüísticas.

Todo esto, queridos amigos y ciudadanos de Cataluña, es lo que os queríamos contar esta noche. Estamos en el “km. 0” de un proceso que pretendemos ha de significar un cambio profundo en la política catalana. Hemos tomado esta iniciativa no porque tengamos una especial vocación para la acción política sino con la idea de suplir algo que la sociedad quiere expresar y que los actuales partidos no se atreven a llevar a cabo. No hace falta decir que si alguno de ellos, de forma significativa, diera un giro en el sentido señalado, nuestra función dejaría de tener objeto: la normalidad se habría restablecido. Desgraciadamente, no somos optimistas al respecto. Y, por esto, consideramos que nuestra tarea es urgente, que no hay tiempo que perder.
Este es el primer acto de un encuentro entre nosotros y vosotros, entre todos los que estamos aquí y entre los que hubieran deseado venir y no han podido pero que también están con nosotros, este es un acto que tendrá continuidad. Desde hoy hasta octubre debemos empezar a conocernos, tanto a través de la web como en el trato personal. Así comprobaremos nuestras capacidades y las necesidades sociales que podemos y deseamos abarcar, atentos siempre a lo que suceda, intentando multiplicar nuestras fuerzas y organizándonos en la medida de lo posible.
Entrado el otoño haremos una recapitulación de todo lo sucedido en este proceso, comprobaremos la respuesta social que hemos tenido y calibraremos la posibilidad de formar una nueva fuerza política en Cataluña.
Hasta entonces, gracias por la asistencia, por la atención prestada, por vuestro apoyo, por el apoyo mutuo que entre todos nos estamos dando. Y nada más, res més, moltes gràcies a tots.

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