Trasversales
Vicent Álvarez
El modelo valenciano

revista Iniciativa Socialista 77, otoño 2005. Vicent Álvarez es miembro del Consell Valencià de Cultura


En Galicia ha funcionado la alianza de la izquierda litgh gobernante y la izquierda nacionalista. Tal y como se ejemplarizó en Cataluña, las alianzas son posibles, se pudo desbancar en un caso a la derecha civilizada de Pujol y se ha podido acabar con la santa alianza de la derecha de Fraga. Hoy se anuncia ya una regeneración democrática en Galicia, con reforma estatutaria incluida. Creo que hay muchas cosas a comentar, tal vez muchas más de las que en un simple comentario como éste podamos hacer.
Lo cierto es que con cierta precariedad, no exenta de contradicciones como hemos visto, la colaboración entre las sensibilidades de las izquierdas -dentro de las cuales estamos quienes tenemos todavía pendientes reivindicaciones territoriales y quienes mantienen la visión tradicional de España- es una necesidad impuesta por la realidad. Ya hace tiempo que analistas, como el marxista inglés Milhiband o los alemanes Gloz y Offe, habían predicado a favor de las alianzas de cambio. Hoy a nivel de Estado y en las autonomías con más base, de una u otra forma, están funcionando las alianzas, que en el caso español, debido al problema identitario, tienen un componente de signo federal, autonómico o como se le quiera llamar.
Las reformas necesarias, en ámbitos tan evidentes como es el de la vida de las personas o las relaciones con la Iglesia Católica, por citar un elemento muy relevante y de gran referencia histórica, precisan de la colaboración y del entendimiento entre quienes aspiran a impulsar cambios cualitativos o progresistas. Eso no está exento de dificultades, hay reticencias, culturas diferenciadas, viejos contenciosos. Hay, también, nuevas actitudes, eso del talante, apoyarse más. Seguramente la radicalidad de nuestra derecha sea la respuesta airada y en ocasiones intransigente a esa nueva situación.
Estamos viendo, quizás lo veamos todavía más, cómo la derecha está recurriendo a sus agitaciones más irracionales, fomentando el enfrentamiento entre comunidades, sacando partido de la escasez de agua, fomentando pasiones, montando broncas en el Parlamento. No les echamos en cara que vayan tras las pancartas, eso también lo hacemos los demás, lo que resulta poco admisible es lanzar la piedra y esconder la mano. Nos debe alentar ver de tan malos modos a Zaplana, un personaje tan bien vestido que va siempre como si estuviera de boda permanente. Todo eso está ahí, y por ello no puedo ocultar mi perplejidad ante las prisas por amañar nuestro Estatuto, por un falso consenso que es casi repetición del que hubo en el 83, y del que salimos algo desengañados. Esa prisa por adelantarse, por presentar un modelo de reforma estatutaria que precisamente pone en cuestión las alianzas de izquierda y opta por otro tipo de pacto. La verdad, no lo entiendo, y no lo entendí cuando nos lo explicó Such en una cena y debate de Valencians pel Canvi. A ver si al final después de ese consenso unos van por lana y salen trasquilados.No nos olvidemos del pasado, y estemos a la altura del presente. Lo del modelo valenciano es una trampa saducea.


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