Trasversales
Vicent Álvarez

Aniversarios significativos

Revista Trasversales número 2,  primavera 2006. Vicent Álvarez es miembro del Consell Valencià de Cultura



En este año van a coincidir aniversarios muy significativos, tanto desde el punto de vista del Estado como desde el País Valenciano. Se cumplirán setenta y cinco años de la proclamación de la II República; setenta años del comienzo de la guerra civil que acabó con tal experiencia, también, setenta desde que Valencia se convirtiera en capital de la República. Finalmente, desde una perspectiva más lejana en el tiempo, el quinientos aniversario de la quema en la hoguera del médico valenciano Lluís Alcanyís a manos de la Inquisición.
La efeméride del nacimiento de la República del 31 generará algunos actos impulsados por quienes se sienten republicanos o, simplemente, por aquellas gentes que consideren necesario hacer un ejercicio de justicia histórica. Aquella experiencia, nacida en medio de gran entusiasmo y expectativas, como se puede apreciar en el libro publicado por El País, escrito por el catalán Josep Pla, todavía hoy sigue siendo objeto de polémicas y controversias. Efectivamente, aquella república pretendió ser de trabajadores de todas clases, como rezaba en su Constitución, siendo víctima de sus propias contradicciones y sobre todo de la reacción de la derecha más genuina que se alzaría en armas en julio de 1936. Este aniversario seguramente generará susceptibilidades, provocará de nuevo debate, y tal vez eso sea necesario, pues el olvido, el silencio es, en casos así, sinónimo de complicidad y por lo tanto el tema no debe dejarse de lado.

Aquella experiencia fue un momento de grandes cambios, hubo autonomías, reformas importantes en el campo de la enseñanza, se abrieron perspectivas de cambios sociales, incluso de signo revolucionario, el estado se hizo laico, cundiendo, como ocurre hoy, la alarma entre la derecha. Lo importante hoy es ver la cuestión en perspectiva, como experiencia, con cosas, sentimientos y reacciones que tendríamos que superar. Habría también que reconocerle méritos o aciertos, y, sobre todo, rehabilitar a todo lo que se ha ignorado o silenciado. No podemos soslayar la persistencia de cuestiones de fondo que se reproducen hoy, como hemos comprobado con la discusión del Estatut o de la religión.

El final de la experiencia, con esa guerra entre las dos Españas, resulta igualmente ilustrativo.  Esa guerra significó que desde noviembre de 1937 a octubre de 1939, Valencia se convirtió en capital real del bando republicano. Nuestra ciudad acogió al Gobierno, con todas las consecuencias que ello conlleva. Aquí se reunieron las Cortes, en el hemiciclo del Ayuntamiento que todavía se conserva igual, se habilitaron locales para los Ministerios, fueron momento muy especiales y que hoy setenta años más tarde debían tener su espacio. Todo aquello afectaría a la vida cotidiana, a la política, a la cultura, a la educación, área en la cual se crearían los Instituos Obreros, a la Universidad, al arte y la literatura. Como elemento central recordemos que el año 1937 intelectuales de todo el mundo vendrían a estas tierras para constituir la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura, celebrándose el II Congreso Internacional de Escritores. Me temo, sin embargo, que desde los gobiernos local y autonómico se va a pasar de los temas, nuestros gobernantes, de claro signo derechista, no estarán por la labor.
Estos eventos, que generarán iniciativas partidistas o de otro tipo, deberían, también, ser objeto de atención institucional. El Gobierno del Estado y el nuestro, de signo conservador este último, tendrían que aunar esfuerzos. Como ya he indicado, y me gustaría equivocarme, quienes han sucedido a Zaplana y su equipo no van a hacer gran cosa. Lo que no resultaría explicable sería que el Gobierno central, de izquierdas, dejara pasar la ocasión.

Se cumplen quinientos años desde que Lluís Alcayís y su esposa fueran ajusticiados por la Inquisición. Este médico, catedrático de nuestra Universidad, es nuestro Galileo, elaboró un tratado para combatir la peste, contribuyó a renovar la medicina tradicional, y eso, junto a su origen judío, no se lo perdonarían los intransigentes, que usaron la religión en contra de la ciencia y el progreso. Una lección más de a dónde lleva la intransigencia religiosa. Cómo puede observarse. un hecho lejano, pero a la vez no tan alejado de ciertas reacciones que estamos viendo hoy en pleno siglo XXI, y que los valencianos y el resto de ciudadanos españoles deberíamos conocer.
La historia, la más reciente y la más lejana, es una fuente de experiencia y una referencia a no perder de vista. Hay que recuperar la memoria histórica sin rasgarse las vestiduras. Seguimos con temas y problemas que deben tratarse con normalidad, el de la unidad del Estado, el religioso, el de los cambios sociales, de la moral. Por eso, en momentos como éstos, y ante nuevas manifestaciones de aquella visión de “rojos, separatistas, ateos”, la historia sirve, ayuda a entender y ser ciudadanos del siglo XXI.



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