Trasversales
Aquilino Ginory

Un Príncipe para Almodóvar

Revista Trasversales número 3,  verano 2006




Siempre  he tenido claro que un chiquito como yo, que venía de una familia humilde, no iba a esperar una situación fantástica y maravillosa donde se iba a encontrar con todo, sino que yo tenía que robar esa oportunidad e imponerla.

Pedro Almodóvar, El País, 28 septiembre 1986

El que en los años 80 quería ser mamá o invocaba a Satanasa enfundado en una bata de guata comprada en el malogrado Sepu y de la mano del siempre ocurrente Favio McNamara, hacía las delicias de los que querían romper desde la provocación los moldes sociales establecidos. Un esteta tanto de lo cutre como de lo más sofisticado. Un marginal ídolo de los modernos según una revista de la época, un chico del montón que soñó que algún día haría cine de verdad, sin saber o sin darse cuenta que desde el principio de su carrera ya estaba escribiendo la historia del cine en este país y parte del mundo. Autodidacta arriesgado, rompedor, atrevido, provocador y sobre todo, como el mismo dice, salvajemente suyo, se suma a la lista de gente del cine merecedores del premio Príncipe de Asturias, como Woody Allen o Berlanga.
Mucho se ha hablado del Almodóvar de los ochenta, de su desparpajo ante los medios, del artista inclasificable pero arrollador y que ahora abraza una madurez creativa limpia y profunda, para muestra su Volver. Creador de escuela e con imitadores en todo el mundo. Polemicas aparte, Kar Wai Wong y su Happy Together de 1997, transpira al más genuino cine almodovariano. El Pedro Almodóvar de ahora sigue corriendo por los aeropuertos mostrando su trabajo de festival en festival. Su presencia es requerida en los más prestigiosos, como ahora mismo en Cannes, esta vez luchando por la Palma que le falta en su vitrina, o el de New York, que galardonó valientemente con el premio de la crítica a la que es hoy por hoy su más negra e incomprendida obra, La mala educación. Otro momento inolvidable fue cuando recibio sus dos Oscar por la que, para mi, es su mejor película y una obra maestra de puro cine, Hable con ella. Ahora mismo, tanto él como su cine siguen estando tan vivos y frescos como hace 30 años, y esto se nota socialmente: un estreno de Almodóvar tiene un valor en si mismo. Es muy difícil que un director acumule un sector tan amplio de público, desde el juvenil hasta la tercera edad, estos últimos verdaderos devotos del manchego.
Pedro Almodóvar sin lugar a dudas ayudó con su cine a la normalización de la vida cotidiana. Como decía anteriormente, un público de todo tipo asumía con toda naturalidad, desde el humor o el drama segun fuesen las tornas, todo tipo de situaciones y personajes por “extravagantes” que fuesen. Vamos, que en el año 1986 el público se emocionaba hasta la lágrima con una esplendida Carmen Maura transexual enamorada de su padre, todo esto mezclado con un drama romantico de amor homosexual como la cosa más natural del mundo (que por cierto lo era y lo es). No dejan de sorprenderme su grandioso ingenio y sus personalisimos guiones. Almodóvar siempre llega donde otros creadores naufragan por completo, una simple frase en el momento justo o un gesto mínimo llegan al espectador de manera inmediata haciéndolo suyo. Siempre sale airoso y sobradamente convincente. Su Agustina de Volver, tan cercana como estrambótica, es un vivo ejemplo. 
Con este premio a un artista total y comprometido socialmente nos vemos identificados muchos y muchas, y nos alegra por lo merecido y por los nuevos tiempos que esto demuestra.



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