Trasversales
Françoise Bianchi

La antropología filosófica de Edgar Morin

Revista Trasversales número 3,  verano 2006

Intervención de Françoise Bianchi en el homenaje internacional a Edgar Morin organizado por la UNESCO el 10 de julio de 2001. Françoise Bianchi es profesora de la Universidad de Pau y de los países de l’Adour. Autora de Le fil des idées [Seuil, 2001], biografía intelectual de Edgar Morin. Publicado con autorización de la autora. Traducción de Margarita Díaz.



Permítaseme, para celebrar los 80 años de Edgar Morin, celebrar aquí su obra. Los amigos reunidos, venidos de países, de culturas, de continentes tan diferentes pueden testimoniar, si fuera necesario, el carisma y la notoriedad de este hombre. Pero tanta diversidad no impide preguntarse qué concita esta unanimidad.

La diversidad de la obra


Por supuesto, en primer lugar se trata de la radiante personalidad del escritor cuya escritura trasciende las fronteras. Su obra se despliega por ámbitos y géneros múltiples que abarcan todos los componentes de nuestra modernidad. Ya se trate de la especificidad del imaginario del cine, de nuestra fascinación por las stars, de las características singulares del “espíritu de la época”, de la reflexión sobre los fenómenos de los rumores, sobre la gestión de las crisis, sobre los problemas a superar “para salir del siglo XX” y entrar en la era planetaria, conocemos bien la obra del sociólogo Edgar Morin.
No obstante, desde el origen, el escritor se erige en sociólogo atípico ya que reivindica la ambición de una “ciencia total cuyo deber es utilizar todas las ciencias humanas y naturales” para “considerar concretamente a la historia en su realidad humana y al hombre en su realidad histórica”, lo que él llama “una antropología genética” [Edgar Morin, L’Homme et la mort, Paris, Seuil, 1970, coll. Points, 1976, Avant-propos, p. 28].
En cuanto a las obras más íntimamente ligadas a su biografía, como el diario, para el autor responden igualmente a esta investigación antropológica, ya que declara:
“Escribo en un tiempo donde la aceleración del proceso humano no pone en duda ideas establecidas y sistemas inmóviles; pone en duda de forma cada vez más radical la acción del ser humano en el mundo, la naturaleza del ser humano, la relación entre el ser humano y del mundo”
[Edgar Morin, Le Vif du sujet, Paris, Seuil, 1969, coll. Points, 1982, conclusión, p. 375].
Si esta obra nos alcanza a todos, no es solamente en razón de su eclecticismo, sino más bien porque la recorre un vínculo profundo, asegurando la unidad de lo múltiple, y la arraiga en la tradición de la reflexión sobre la naturaleza humana. Si esta obra es una, es porque es una antropología.

Una antropología


Otros grandes pensadores del siglo XX también se aventuraron por esta vía. Se ha explorado la diversidad de las culturas y de los mitos o los procesos de la estructuración social para mejor entender la especificidad del fenómeno humano. Sin embargo, la interrogación sobre la naturaleza humana no ha sido tan intensa, sea porque se consideraba que el humanismo trascendental había agotado ya los datos disponibles, o porque se trataba de superestructuras, o porque incluso no existía...
No obstante, la historia de nuestra época en la que las atrocidades se han acumulado en proporción a su potencia técnica, hace más trágicamente necesario que nunca este cuestionamiento sobre la humanidad de la Humanidad. Se recordará, por otra parte, que Robert Antelme titulaba su testimonio sobre el universo concentracionario La especie humana (1947), o Primo Levi el suyo como Si esto es un hombre (1947).
Por último, el naufragio reciente de las ideologías de salvación laica, desvelando el fracaso efectivo de los regímenes que las encarnaban, plantea de forma más urgente todavía la obligación de elaborar un método que permita al ser humano “guiar bien su razón” [René Descartes, Le Discours de la méthode], sin ser presa del delirio de sus ideas.
¿Cuáles son, pues, el mérito y la originalidad de la antropología filosófica moriniana?
En primer lugar, haber comprendido y mostrado que hoy no hay antropología válida al margen de la historia de las ciencias. Los avances de las ciencias contemporáneas son lo que puede hoy en día posibilitarnos la comprensión de la naturaleza humana; son las ciencias de la naturaleza y de lo vivo, las teorías de la autoorganización las que nos hablan de nuestros orígenes; la biología del cerebro la que vuelve a lanzar la interrogación sobre el espíritu; la etología que ilumina la historia de nuestros comportamientos; la sistémica y la cibernética que modelan el funcionamiento de los sistemas (biológicos, políticos, industriales, sociales) de los que formamos parte; la epistemología, la paradigmatología que cuestionan nuestras relaciones con la esfera de las ideas, la noología.
Es todo este recorrido el que aborda la gran obra de La Méthode, desde Le Paradigme perdu: la nature humaine, pasando por La Nature de la Nature, La Vie de la Vie, La Connaissance de la Connaissance, Les Idées: leur habitat, leur vie, leurs moeurs, leur organisation y, finalmente, L’Humanité de l’Humanité.

La transdisciplinaridad


Se habrá entendido que la transdisciplinaridad que Edgar Morin practica no es una nueva moda intelectual, sino el componente ineludible de un método para mejor interrogar el mundo y al ser humano en devenir.
Pues, en lugar de reducir lo complejo a lo simple, el Todo a la suma de sus partes, lo que importa es comprender el tejido de lo complejo, so pena de perder lo real en modelos abstractos e ideales. Es también la condición necesaria para comenzar a diseñar una política del hombre y a “civilizar la tierra” [Edgar Morin, “L’humanisme et la Révolution française ont vatu la Révolution russe”, Le Monde, domingo 23-lunes 24 de diciembre de 2001].
No es pues extraño que veamos cómo esta obra, en su último recorrido, ha colocado los pilares para una educación del mañana, que también son los pilares para el conocimiento en la actualidad.
Para terminar, permítanme recordar lo que escribía Robert Antelme cuando rendía homenaje a su primer libro: “Edgar Morin es de esos que nos hacen creer que el mundo es posible según la inteligencia” [Jean Léger alias Robert Antelme, Soir-Express, nº5 89 del 9 de junio de 1946. Recogido en Françoise Bianchi, Le Fil des idées, una eco-biografía intelectual de Edgar Morin, Paris, Seuil, 2001, p. 277].



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