Trasversales
Joan Lluís Montané

La encrucijada del arte y la mirada interior en busca de la creación

Revista Trasversales número 3,  verano 2006

Joan Lluís Montané es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte



El arte en la actualidad se encuentra en una auténtica encrucijada, en el sentido de que se está produciendo un fenómeno espectacular de potenciación de la creación, pero observamos una tendencia hacia el espectáculo banal, la canalización fatua de la propia idiosincrasia del artista, porque hay un desmesurado interés en el desarrollo plástico teatralizando su contenido, basándose en construir parámetros superficiales que tan solo benefician a la dinámica del mercado y confunden al artista.
Se constata excesivo mimetismo en todos los órdenes, en el sentido de configurar una estructura concepto tipo que siguen con variaciones generaciones enteras de plásticos, aunque se reviste de una falsa originalidad. Por otra parte, se produce un incremento de las potencialidades de expresión, gracias a la tecnología, en el sentido de dotar al artista de un sustancial incremento de sus posibilidades de creación, lo cual redunda en una obra más multidisciplinar y, en apariencia, más compleja. Pero esta disponibilidad de acceso a la tecnología también produce una facilidad en la producción creativa que, si no se acompaña de una verdadera consideración creativa, puede caer en lo banal, en la banalización de la propia existencia plástica de la obra.
El arte se encuentra en una encrucijada, por que los medios de producción son cada vez más rápidos, el mercado se ha abierto al exterior, dinamizando la propia evidencia, acelerando la energetización de lo creado, para introducirnos en el marasmo de lo singular contenido en lo obvio. Peligrosa situación porque significa que hay una cierta saturación y un cansancio estético que se empieza a constatar en el circuito profesional.
El creador que destaca por su real originalidad y por su notable personalidad es aquel que vive el presente, aunque es más difícil vivir el tiempo presente que el pasado o el futuro. Constantemente nuestro cerebro está viajando al pasado, a los recuerdos, o bien se lanza al futuro, a lo que está por vivir, pero que también existe. Lo cual nos imposibilita para vivir con total eficiencia en el hoy. De ahí que sea fundamental que los creadores plásticos avancen cuando poseen un grado de autoconocimiento cada vez más profundo de sí mismos. Son aquellos que indagan a través de la mirada interior en los prolegómenos de la propia evidencia. Prolegómenos que son complejos y laberínticos en unos casos, mientras que en otros son directos, sencillos, por no decir simples. Pero lo que es verdad es que la energía que mejor se expresa es aquella que surge del interior de cada uno de nosotros y se canaliza sin cortapisas.
Somos libres, estamos al margen de limitaciones, volamos, viajamos con ascendente perspectiva, dado que nuestro microcosmos se conecta con el macrocosmos del universo. La necesidad de la mirada interior de los plásticos actuales permite que asciendan aquellos que son capaces de superar las barreras de la materia. Cuando se emite energía canalizada hacia la materia, la inspiración es, en todo momento, terrenal. No hay límite para conseguir la verdad, si se parte de la acertada suma de pequeñas verdades. Somos energía, es decir luz, luz de luces, que se transmuta en haces de luminosidad radiante, sea obra expresionista y descarnada o creación social, Dimensionalismo, posmodernidad, nuevas expresiones, reconducción conceptual, neo-pos minimalismo, arte efímero o instalaciones tecnológicas.
Está claro que somos producto de nuestro propio yo, de la autoconciencia, entendida como ventana abierta a la trascendencia, porque la energía espiritual  inherente a la obra de arte es sutil dado que hay que conectar con ella según percepción. El artista es el chamán de hoy, la galería se ha convertido en el templo de oración de la contemporaneidad, a menudo asaltada por dudas profundas, porque el mercado es como la marea, sube y baja, genera marcas, marquismo y formas de entender lo abstracto, pero, a la vez, todo es producto de una secuencia emergente de lo emblemático.
Saber conectar con nosotros mismos es el reto de los artistas de hoy, porque esta conexión les permite obrar con autenticidad, al margen de tendencias del mercado, y ello es así ya que quien dicta la creación no son los grandes montajes estructurales existentes, sino la conciencia del artista, individual y colectiva. Siempre se parte de una visión individual, para luego hacerla participe al grupo o sociedad.
El coleccionista establece una relación individual con el artista, su obra, o con ambos, según el caso. Pero este es el primer paso para, luego, con ayuda y recomendación del galerista, posibilitar un mayor conocimiento de los conceptos presentados por aquel. Es fundamental que, además de la compra por inversión, que también es significativa en el plano económico, se produzca la compra por conocimiento, sentimiento, sensibilidad o por conexión con las energías del artista.
El arte es solidaridad, compartir, dar y recibir, pero ante todo funciona, como todas las cosas de la existencia, por la incidencia de las energías que surgen emblemáticas, que están encerradas en iconismos, pero que traspasan la dinámica de los signos, dado que la energía es luz y la luz es el sol y éste es fuente de nueva energía, debido a que el arte mira al sol para verse en el universo.
Si entendemos que la energía lo es todo; que la creación artística es un abanderado de la misma y que el espectador, crítico de arte, coleccionista, galerista, marchan, publicista, publicación de arte, etc., funcionan por sinergia, se habrá simplificado el problema de su significado. De ahí que en la encrucijada del arte de hoy el artista tiene que ser antes que producir, porque si no es así el resultado es la ausencia de creación.

Trasversales