Trasversales
Uri Avnery

Paren esta mierda

Revista Trasversales número 3,  verano 2006. Uri Avnery es una destacada personalidad del movimiento por la paz israelí.



Una mujer, inmigrante desde Rusia, totalmente desesperada se arroja al suelo ante su hogar alcanzado por un misil, gritando en un imperfecto hebreo "¡Mi hijo! ¡Mi hijo!", al que creía muerto. En realidad, solamente estaba herido y había sido trasladado al hospital.
Niños libaneses, llenos de heridas, en los hospitales de Beirut. El entierro de las víctimas de un misil en Haifa. Las ruinas de un barrio devastado en Beirut. Habitantes del norte de Israel huyendo de las katiuskas hacia el sur. Habitantes del sur del Líbano que huyen de la fuerza aérea israelí hacia el norte. Muerte, destrucción. Inimaginable sufrimiento del ser humano de.
Y la escena más repugnante: George Bush, sentado en su silla en San Petesburgo, haciendo gala de un humor juguetón, con su leal lacayo Tony Blair inclinado hacia él. Bush soluciona el problema: "Mira, lo que tienen que hacer es que Siria haga que Jezbolá pare toda esta mierda y se acabó". Así habla el líder del mundo, y los siete enanos -"los grandes del mundo"- dicen amen.
¿Siria? Solamente hace algunos meses atrás Bush -sí, el mismo Bush- indujo a los libaneses a expulsar a los. ¿Ahora quiere que intervengan en el Líbano e impongan el orden?

Hace 31 años, cuando la guerra civil libanesa estaba en su punto más intenso, los sirios enviaron su ejército a Líbano (invitados, en primer lugar, por los cristianos). El entonces ministro de Defensa, Simon Peres, y sus socios creaban un clima de histeria en Israel. Pedían que Israel diese un ultimátum a los sirios, para evitar que alcanzasen la frontera israelí. Yitzhak Rabin, primer ministro, me dijo entonces que eso era totalmente absurdo, porque lo mejor que podría suceder a Israel era que el ejército sirio se desplegase a lo largo de la frontera. Solamente así podría asegurarse la calma, la misma calma que reinaba en la frontera con Siria.
Sin embargo, Rabin cedió ante la histeria de los medios de comunicación y detuvo a los sirios lejos de la frontera. El vacío creado fue llenado por la OLP. En 1982, Ariel Sharon sacó a la OLP de allí, y el vacío fue llenado por Jezbolá. Todo lo sucedido allí desde entonces no habría sucedido si hubiésemos permitido que los sirios ocuparan la frontera desde el principio. Los sirios son cautelosos, no actúan imprudentemente.

¿Qué pensaba Hassan Nasrallah al decidir cruzar la frontera y llevar a cabo la acción guerrillera que dio lugar al actual aquelarre? ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué ahora? Todo el mundo acepta que Nasrallah es inteligente. También es prudente. Durante años, ha acumulado una gran reserva de misiles de todo tipo para establecer un equilibrio del terror. Él sabía que el ejército israelí sólo esperaba una oportunidad de destruirlas. Pese a todo, cometió una provocación que dio al gobierno israelí un perfecto pretexto para atacar Líbano con una total aprobación del resto del mundo. ¿Por qué?
Posiblemente, Siria e Irán, que lo habían proporcionado los misiles, le pidieron hacer algo que desviara de ellos la atención estadounidense. Y, de hecho, la repentina crisis ha desplazado la atención, alejándola del esfuerzo nuclear iraní. También parece que la actitud de Bush hacia Siria ha cambiado.
Pero Nasrallah no es un títere de Irán o Siria. Dirige un auténtico movimiento libanés y hace su propia evaluación de pros y contras. Si Irán o Siria le hubiesen pedido hacer algo -de lo que no hay ninguna prueba- que creyese contrario a los objetivos de su movimiento, no lo habría hecho.
Quizás haya actuado movido por asuntos internos libaneses. El sistema político libanés se estaba estabilizando y se hacía difícil justificar el brazo militar de Jezbolá, así que un nuevo incidente armado podría ayudar a hacerlo. Por cierto, diré que este tipo de consideraciones tampoco nos son ajenas en Israel, sobre todo cuando van a iniciarse los debates presupuestarios.
Pero todo esto no explica el momento. Al fin y al cabo, Nasrallah podía haber actuado un mes antes o un mes después, un año antes o un año más tarde. Debe haber habido una razón mucho más fuerte que le haya convencido de que le convenía iniciar esta aventura precisamente ahora. Y de hecho la había: Palestina.

Dos semanas antes, el ejército israelí había comenzado una guerra contra la población de la franja de Gaza. También allí el pretexto fue proporcionado por una acción guerrillera en la que fue capturado un soldado israelí. El gobierno israelí utilizó la ocasión para ejecutar un plan preparado mucho antes: romper la voluntad de resistencia de los palestinos y destruir al nuevo gobierno palestino electo, dirigido por Hamas. Y, por supuesto, poner fin al lanzamiento de los cohetes Qassam.
La operación en Gaza es especialmente brutal, tal y como puede contemplarse en las pantallas de televisión de todo el mundo. Cada día y cada hora, los medios de comunicación árabes muestran imágenes terribles. Muertos, heridos, devastación. Falta de agua y de medicamentos para heridos y enfermos. Familias enteras asesinadas. Niños lanzando agónicos gritos. Madres que lloran. Edificios que se derrumban.
Los regímenes árabes, dependientes todos de Estados Unidos, no ayudan en nada. Como también están amenazados por los movimientos de oposición islamista, miran con cierto satisfecho regodeó lo que le ocurre a Hamas. Pero decenas  de millones de árabes, desde el  Océano Atlántico hasta el Golfo Persa, excitados y airados contra su gobierno, piden un líder que preste apoyo a sus sitiados y heroicos hermanos.

Hace cincuenta años, Gamal Abd-el-Nasser, el nuevo líder egipcio, escribió que había un papel que esperaba la llegada de un héroe que lo protagonizase. Él decidió ser ese héroe Durante varios años, fue el ídolo del mundo árabe, el símbolo de la unidad árabe. Pero Israel utilizó la oportunidad que él mismo  dio, y le destrozó con la Guerra de los Seis Días. Después, se alzó en el firmamento la estrella de Sadam Husein, que se atrevió a plantarse frente a los poderosos Estados Unidos y a lanzar misiles contra Israel, convirtiéndose en el héroe de las masas árabes. Pero fue expulsado de forma humillante por los estadounidenses, estimulados por Israel.
Hace una semana, Nasrallah se encontró frente a la misma tentación. El mundo árabe clamaba por un héroe, y él dijo: ¡Aquí estoy! Desafió a Israel e indirectamente a Estados Unidos y a todo Occidente. Pasó al ataque sin aliados, sabiendo que ni Irán ni Siria podrían arriesgarse a ayudarle. Quizás se dejó arrastrar, como les ocurrió antes a Nasser y Sadam. Quizás minusvaloró la fuerza de la reacción que provocaría. Quizás creyó realmente que bajo el ataque de sus cohetes se derrumbaría la retaguardia israelí, de la misma forma que el ejército israelí creyó que su violento ataque quebraría a los palestinos de Gaza y los chiítas del Líbano.
Una cosa está clara: Nasrallah no habría dado inicio a este nuevo círculo vicioso de violencia si los palestinos no hubiesen pedido ayuda. Movido por el frío cálculo o por una verdadera indignación moral, Nasrallah acudió al rescate de la cercada Palestina.

La reacción israelí era esperable. Durante años, los mandos militares habían anhelado una oportunidad para eliminar el arsenal de misiles de Jezbolá y para destruir, o al menos desarmar, a esa organización, forzándola a alejarse muy lejos de la frontera. Están intentando hacerlo de la única manera que saben: causando tanto daño a la población libanesa que está obligue a su gobierno a satisfacer las exigencias de Israel. ¿Se alcanzarán esos objetivos?
Jezbolá es el auténtico representante de la comunidad chiíta. que representa algo más del 40% de la población libanesa. Junto con los demás musulmanes, son mayoría en el país. La idea que el débil gobierno libanés - del que además forma parte Jezbolá- podría liquidar a esa organización es absurda.
 El gobierno israelí reclama el despliegue del ejército libanés a lo largo de la frontera. Esa exigencia se ha convertido en un manara, pero revela una total ignorancia. Los chiítas ocupan importantes posiciones en el ejército libanés, y no puede esperarse que éste inicie una guerra fratricida contra ellos.

En el exterior, hay otra idea que está tomando forma: el despliegue de una fuerza internacional en la frontera. El gobierno israelí pone fuertes objeciones a ello. Una verdadera fuerza internacional, y que por tanto no podría parecerse a la lamentable UNIFIL que ha estado presente durante décadas, dificultaría que el ejército israelí haga lo que quiera.
Por otra parte, si esa fuerza se desplegase sin un acuerdo con Jezbolá, comenzaría una nueva guerra guerrillera contra ella. ¿Una fuerza así, carente de verdadera motivación, podría tener éxito donde fracasó el poderoso ejército israelí?
Como mucho, esta guerra, con centenares de muertos y grandes oleadas de destrucción, podría conducir a otro frágil armisticio. El gobierno israelí proclamará la victoria y dirá que cambió "las reglas del juego". Nasrallah o sus sucesores á proclamarán que su pequeña organización ha hecho frente a una de las máquinas militares más poderosas del mundo y que ha escrito otro brillante capítulo de heroísmo en los anales de la historia árabe y musulmana. No se alcanzará ninguna verdadera solución, porque no se aborda la raíz del asunto: el problema palestino.

Hace muchos años, escuchaba en la radio uno de los discursos de Nasser ante una enorme muchedumbre en Egipto. Exponía los logros de la revolución egipcia, cuando la muchedumbre comenzó a gritar: ("¡Palestina, oh Gamal!"). Y Nasser se olvidó de lo que estaba diciendo y comenzó a hablar de Palestina, dejándose llevar más y más lejos. En eso, no ha habido muchos cambios desde entonces. Cuando se menciona la causa palestina, arroja su sombra sobre todo. Y eso ha sucedido ahora.
Quien quiera una solución debe saber que no la hay sin resolver el conflicto israelí-palestino. Y no hay solución al problema palestino sin negociaciones con su dirección electa, el gobierno dirigido por Hamas. Si uno desea acabar, de una vez por todas, con esta mierda, tal y como ha dicho Bush tan delicadamente, no hay otra manera de conseguirlo.
18 de julio