Trasversales
Immanuel Wallwerstein

¿Qué puede conseguir Israel?

Revista Trasversales número 3,  verano 2006

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Estos comentarios, publicados dos veces al mes, son reflexiones sobre el escenario mundial contemporáneo, visto no tanto desde el punto de vista de la inmediatez de la noticia sino a largo plazo.



El Estado de Israel fue establecido en 1948. Desde entonces, ha habido una continua violencia entre judíos y árabes, y entre Israel y sus vecinos.
Algunas veces, la violencia ha sido de baja intensidad o incluso se ha mantenido latente. Y, de tanto en tanto, la violencia ha tomado la forma de una guerra abierta, como ahora. Cuando irrumpe la violencia a gran escala, se produce un debate sobre qué la dio origen, como si esto fuese importante. Ahora nos encontramos en medio de una guerra entre Israel y Palestina en Gaza, y de una guerra entre Israel y Líbano, y el mundo entero está mtido en su habitual e inútil debate sobre como rebajar la situación de guerra abierta a otra en la que la violencia sea de baja intensidad.

Cada gobierno israelí ha querido crear una situación en la que el mundo entero y sus vecinos reconozcan la existencia de Israel como Estado y cese la violencia entre grupos y Estados. Nunca han sido capaces de conseguirlo. Cuando la intensidad de la violencia es relativamente baja, la sociedad israelí se divide en cuanto a la estrategia a seguir. Pero cuando la violencia se intensifica hasta convertirse en guerra, los judíos israelíes y los de todo el mundo tienden a cerrar filas en torno a gobierno.
En realidad, la estrategia básica de Israel desde 1948 en la búsqueda de sus objetivos se ha basado en dos factores: un ejército fuerte y un fuerte apoyo de Occidente. De hecho, esta estrategia ha funcionado en un sentido: Israel aún sobrevive. La pregunta es: ¿hasta cuándo va a seguir funcionando esa estrategia?

El origen del apoyo exterior ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Olvidamos completamente que en 1948 quien dieron a Israel un apoyo militar crucial fueron la Unión Soviética y sus satélites de Europa del Este. Cuando la Unión Soviética se retiró, Francia vino a ocupar su papel. En aquel momento, Francia estaba involucrada por una revolución en Argelia, y vio a Israel como un elemento crucial para derrotar al movimiento de liberación nacional argelino. Pero cuando Argelia se independizó en 1962, Francia abandonó a Israel porque pretendía mantener vínculos con la Argelia independiente.
Sólo a partir de ese momento comenzó Estados Unidos ha orientar su política hacia lo que actualmente e sun apoyo total a Israel. Uno de los elementos más importantes de este giro fue la victoria militar israelí en la Guerra de los Seis Días, 1967. En esa guerra Israel conquistó todos los territorios del viejo mandato británico de Palestina, así como otros adicionales. Demostró así su capacidad para establecer una fuerte presencia militar en la región. Transformó la actitud de los judíos de todo el mundo, ya que, si bien antes sólo en torno a un 50% de éstos aprobaba la creación de Israel, la gran mayoría de ellas pasó a apoyar a un Israel convertido en fuente de orgullo para ellos. Ese fue el momento en el que el Holocausto se convirtió en la principal justificación ideológica de Israel y de sus políticas.

A partir de 1967, los gobiernos de Israel no han querido negociar nada con los palestinos o con el mundo árabe. Ofrecieron acuerdos unilaterales, pero siempre establecidos en términos israelíes. Israel no quiso negociar con Nasser. No quiso negociar con Arafat. Ahora no quiere negociar con los denominados terroristas. En vez de negociar, ha preferido confiar en sucesivas muestras de fuerza militar.
Ahora, Israel está atrapado por haber cometido un error garrafal, incluso si se valora desde su propio punto de vista, el mismo error en que incurrió George Bush con la invasión de Irak. Bush creía que que una demostración  de fuerza militar podría establecer una incuestionable presencia de Estados Unidos en Irak e intimidar al resto del mundo. Bush ha descubierto luego que la resistencia armada en Irak era mucho más fuerte de lo previsto, que sus aliados políticos en Irak eran mucho menos fiables de lo que había supuesto y que el apoyo popular a la guerra en Estados Unidos era mucho más frágil que lo que se esperaba. Estados Unidos está dirigiéndose hacia una humillante retirada de Irak.

La actual campaña militar de Israel tiene un marcado paralelismo con la invasión de Bush a Irak. Los generales israelíes ya han advertido que la capacidad militar de Jézbola es mucho mayor que lo que creían, y que los aliados de Estados Unidos en la región están tomando distancias respecto a  de Estados Unidos e Israel (obsérvese el apoyo dado a Líbano por el gobierno de Irak y ahora por el de Arabia Saudí). Y pronto descubrirán que también el apoyo de la opinión pública israelí es menor al esperado. El gobierno israelí es reacio a enviar tropas terrestres a Líbano, sobre todo a causa de la reacción del pueblo israelí a la que podrían dar lugar. Israel se encamina  hacia una humillante tregua.
De lo que el gobierno de Israel no se da cuenta es de que ni su vecino Hamas ni Jézbola necesitan a Israel. Es Israel quien los necesita a ellos, y los necesita desesperadamente. Si Israel no quiere convertirse en un “Estado cruzado” condenado a extinguirse, sólo Hamas y Jézbola pueden garantizarle su supervivencia. Israel sólo podrá  vivir en paz cuando sea capaz de reconocerles como arraigados portavoces de los nacionalismos palestino y árabe.

Alcanzar un acuerdo de paz estable será extremadamente difícil. Pero los pilares de la actual estrategia de Israel (su propia fuerza militar y el apoyo incondicional de Estados Unidos) no son más sólidos que frágiles juncos. Su superioridad militar está disminuyendo y va a disminuir progresivamente en los próximos años. Y en los años post-Irak, Estados Unidos puede abandonar a Israel de la misma manera que lo hizo Francia en los años sesenta.
La única garantía real para Israel será la que den los palestinos. Y para obtener esa garantía, Israel necesita repensar su estrategia de supervivencia.

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