Trasversales

Albert Drandov entrevistado por Rafael Miranda


Amianto:
crónica de un crimen social


Revista Trasversales número 4,  versión electrónica, otoño 2006

En los años 80 Albert Drandov trabajó sobre historia social. Desde entonces, y particularmente en los últimos 15 años, ha dedicado su trabajo a la investigación periodística y al reportaje, en publicaciones como Le Canard Enchainé, Journal du Dimanche, Charlie Hebdo. Parte de su tiempo lo dedica al programa radiofónico semanal, Fequence BD, en la emisora de Trappes del este de París, en la frecuencia Marmitte FM, sobre un tema que siempre le ha apasionado, el cómic. Su primera aventura en ese campo como coguionista junto a Dikeuss, Amiante, chronique d’un crime social, con el editor Septième-Choc [Vernouillet, 2005]  y con participación de 11 dibujantes, ha sido acogida con el premio alternativo Tournesol al mejor cómic ciudadano y de contenido ambientalista, por el festival de Angoulême de 2006. La entrevista fue hecha, en francés, y traducida por Rafael Miranda.



 “…sí, es peligroso pero le tocará al vecino...”

¿Cómo nació el interés respecto a la problemática del amianto?

En tanto que periodista independiente sobre cuestiones de medio ambiente y salud en el trabajo en Francia, me encontré escribiendo artículos sobre el amianto. Se trata de un asunto que me ha movido personalmente, debido a la desproporción entre la potencia del drama -se esperan 100.000 muertos en los 25 próximos años, hoy estamos en los 3.000 decesos anuales-, y la escasa atención concedida por parte de los medios de información. En los años 90 los medios consideraban como cantidad insignificante la muerte de personas modestas, víctimas de “los daños colaterales de la producción”. Es siempre muy difícil presentar ese tema a las redacciones, debido al origen socio-profesional de sus directores. Ese es el contexto general. La segunda razón es que soy un aficionado de los cómics. En Francia se venden 35 millones de cómics y hay 3.000 novedades cada año, muy pocos de esos evocan la actualidad. A lo anterior se suman mis viejos estudios de historia, todos esos elementos son los que me incitaron a hacer un cómic como éste.

¿Por qué hacer un cómic para tratar lo que denominas un crimen social?

El cómic tiene una imagen de humor. No obstante, es una realidad muy diversa que se ocupa también de testimonios. Por tanto es un instrumento como cualquier otro, a cada cual corresponde hacer un buen uso de él, en función de su sensibilidad. En segundo lugar, el asunto del amianto en Francia, no es visible. Es decir, cuando te digo que hay un accidente automovilístico, se ve un auto que frena, que derrapa, que se va contra un muro, es decir, se visualiza el evento. El amianto no se ve, es una bomba de tiempo. Se pueden inhalar las fibras, descubrirse enfermo 40 años después y, sin embargo, las razones profundas por las cuales se ha envenenado a los asalariados (porque no había solamente obreros), sabiendo desde 1906 en Francia lo que se sabía, eso es invisible.

¿Cómo combinar el trabajo historiográfico con técnicas periodísticas para producir un cómic que se ocupa de hechos reales?


El cómic se pensó desde un principio como un testimonio. Visto que el cómic mismo tiene algunas reglas de funcionamiento, utilizar el esquema clásico del periodista o del historiador tiene sus límites. No hay nada más aburrido que hablar de una encuesta periodística en un cómic cuyas reglas son el suspense, el ritmo y la animación. Es una construcción gráfica y, por momentos, la realidad, la verdadera realidad periodística, se adapta muy mal a esta situación. Es por eso que las cosas son complicadas, desde el principio no se puede decir que se va a incluir solamente la realidad en el cómic. Es necesario un toque de invención, un pequeño toque de ficción, por momentos es necesario incluso poner en escena la realidad, esa realidad ahí, para hacerla aprehensible y que aparezca al lector como aquello que está en el fondo de ese drama, según los periodos y la geografía.

¿De qué forma tu editor y los diseñadores contribuyeron a ese ejercicio de memoria colectiva?

El editor me ha dejado reconstruir ciertas historias, también él ha sabido frenar los ardores del periodista, que cuenta con una enormidad de documentos y cifras. El cómic es una historia, un personaje, un hilo conductor que permite construir. El segundo trabajo del editor consiste en tratar de encontrar dibujantes idóneos, es decir, personas que tienen una sensibilidad frente a la cuestión social. En Francia se cuenta con muchos dibujantes de gran calidad y hemos notado que los dibujantes estaban sorprendidos y agradecidos de involucrarse en un proyecto como éste, que daba sentido a su trabajo.

¿Has tenido relación con las asociaciones de víctimas del amianto?


Sí, gracias a ellas entré en contacto con las victimas, para poder montar las historias, tener acceso a documentos, etc. En las sesiones de presentación, que hasta ahora son más de treinta, la gente llegaba, compraba el cómic y había una especie de reapropiación de la memoria, como si se tratara de un documento que les había hecho falta. Se trata de personas a menudo modestas, que tienen una relación difícil con los libros y en ese momento encontraban la oportunidad de abordar un tema delicado, sin romperse la cabeza. En segundo lugar se reapropiaban del cómic como objeto de testimonio para las generaciones futuras, es un objeto de memoria, por tanto.

¿Supongo que esta aventura también ha representado un desafío para encontrar alternativas a la distribución?


He tenido la suerte de contar con el apoyo de un pequeño editor que tuvo el valor editorial y económico de lanzarse en este proyecto. En 2004 se hablaba muy poco del amianto en Francia, la gente consideraba que, como había sido prohibido en 1997, el asunto estaba más o menos concluido. Es cierto que no tenemos la capacidad con la que cuentan los editores franceses convencionales; por tanto un planteamiento original consistió en montar una exposición itinerante, lo que permite dar a conocer el cómic pero también poner en el espacio público esta cuestión de salud. Lo que quiere decir que hay comités de empresa, de municipalidades y organizaciones sindicales, que alquilan la exposición a un precio módico, para presentarla y organizar debates y encuentros sobre el tema de la salud en el trabajo. Las dos exposiciones han recorrido una veintena de ciudades francesas.

¿Pasó casi un siglo entre el momento en que se ha descubierto la toxicidad y el momento en que se ha prohibido la producción y el uso del amianto?

Todo el mundo había entendido que los patrones que utilizaban el amianto en su producción, sabían desde muy temprano que era peligroso y han hecho de todo, incluso se han organizado en lobby, para acallar esa realidad y para impedir que los poderes públicos supieran exactamente cuál era la magnitud del drama que se preparaba, de ahí el apelativo de “crimen social”. Ahora bien, es necesario salir del esquematismo clásico, yo creo que el asunto del amianto ha durado tanto tiempo porque hay un elemento, cuya evocación es a menudo tabú, lo que yo llamo la “denegación de la realidad”. Algunos obreros habían entendido desde temprano que era peligroso. Tomo el ejemplo de Normandía en los años 60. Tuve esta información, entre otros, por parte de personas que estaban a un ápice de la muerte y que me decían, mire, nosotros cuando empezamos a trabajar en el amianto, éramos campesinos pobres y se nos proponía un trabajo viable, ganábamos un 30% más que nuestros vecinos, pudimos construir una casa, pudimos enviar a los hijos de vacaciones de nieve, entonces nos decíamos ‘sí, es peligroso, pero le tocará al vecino’, nos lo decíamos apenas, entre nosotros, porque es una realidad que negábamos, porque así es la vida.

¿Por qué la elección de lo doméstico y no de una temática exótica?


La razón está ligada a mis intereses y a mi origen social y al hecho de que soy periodista; no tengo imaginación para despegar de mí un personaje que parta al espacio y que regrese, en una visión de héroe universalista. Personalmente soy muy concreto y muy factual: son las historias de la gente, las historias reales, las que me interesan, y soy también muy sensible respecto a la cuestión social. El asunto del amianto es como una guerra, es un tema de grandes proporciones -repito que se esperan 100.000 muertes- y la pregunta puede ser devuelta: ¿por qué otros no hablan de eso? En todo caso, mi itinerario no es un itinerario militante, lo es de testimonio. No es que yo sea anacrónico es, quizás, que los otros lo son.

El amianto se sigue produciendo en Sudáfrica y Canadá. ¿Tienes información sobre otros países en donde se esté haciendo?


El amianto es un terreno de juego, una batalla de lobbying como se da en el caso de otros productos, es decir, que las multinacionales se adaptan a las legislaciones, de tal modo que esas no impidan que sus productos se fabriquen, se transformen o se vendan. Por tanto, no van a prevenir a los países diciendo “cuidado, es peligroso, paremos la producción”, ellas se arreglan para que esos países continúen.

¿En qué países, por ejemplo?

En Brasil se está dando la batalla, se habla de prohibirlo. Canadá es el principal productor. Hay que decir que en Asia, en los países emergentes y en África están los mercados futuros del amianto. Es producido y vendido gracias a la ignorancia o a la corrupción, con tal de lograr más beneficio. Por tanto, nada ha cambiado bajo el sol, siempre se practican los mismos métodos.
 
¿Tienes algún nuevo proyecto en mente?

Sí, quisiera utilizar las herramientas del periodismo para multiplicar las iniciativas en el marco del cómic de testimonio. Sigo la tradición de mis hermanos mayores de Charlie Hebdo, o sea, que no soy un innovador. Muy pocos trabajos de esa naturaleza son efectuados en el marco de la actualidad dura, hay muchos temas que podrían ser objeto, por ejemplo, en Francia, con las recientes revueltas en los barrios o la situación de precariedad de la juventud. El medio ambiente, la política, los negocios, hay muchísimos temas que pueden ser tratados en cómics. En ese sentido, estoy trabajando en un proyecto sobre la energía nuclear en Francia y en un guión sobre la guerra civil española, en particular sobre el mayo barcelonés de 1937, después vendrá otro sobre Disneyland-París.

Barcelona, junio de 2006





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