Muin Basisu Poesía Revista Trasversales número 4, otoño 2006 MUIN BASISU (1927, Gaza-1984, Londres), poeta palestino y comunista. Autor de Palestina en el corazón (1960), Los árboles mueren de pie (1963), He venido para llamarte por tu nombre (1968), Poemas en los cristales de las ventanas (1970), Los últimos corsarios son pájaros (1973), Ahora, toma mi cuerpo cual saco de arena (1976). Poemas traducidos del árabe por MARÍA LUISA PRIETO GONZÁLEZ, profesora titular de Lengua y Literatura Árabes en la Universidad Complutense de Madrid. Promotora del espacio www.poesiaarabe.com. © María Luis Prieto González © poesiaarabe.com Yo, tú, él En su vocabulario no había árboles ni flores... En su vocabulario no había pájaros. Sólo sabía lo que le habían enseñado: matar a los pájaros, y mató a los pájaros, odiar a la luna, y odió a la luna, tener un corazón de piedra, y tuvo un corazón de piedra, a gritar: “¡Viva lo que sea!” “¡Abajo lo que sea!” “¡Muera lo que sea!”. En su vocabulario no había árboles, en su vocabulario no había tú ni yo porque él debía matarnos a ti y a mí. Sólo sabía lo que le habían enseñado: matarnos a ti y a mí. Tres muros para la sala de tortura Al alba Yo resistiré... Mientras haya en el muro una página en blanco y no se derritan los dedos de mi mano. Aquí, alguien pulsa un mensaje a través del muro. Nuestros hilos se han convertido en nuestras venas, las venas de estos muros. Toda nuestra sangre se derrama en las venas de estos muros... Un mensaje a través del muro: Ellos han cerrado una celda, han matado a un prisionero, han abierto otra celda y han llevado a un prisionero... A mediodía Ellos me han puesto delante el papel, me han puesto delante el lápiz, me han puesto en la mano la llave de mi casa. El papel que han querido manchar ha dicho: ¡Resiste! El lápiz cuya frente han querido mancillar en el barro ha dicho: ¡Resiste! La llave de la casa ha dicho: En nombre de cada piedra de tu humilde casa ¡Resiste! Un golpe en el muro es el mensaje de una mano rota que dice: ¡Resiste! Y la lluvia cae golpeando el techo de la sala de tortura. Cada gota grita: ¡Resiste! Al ponerse el sol Nadie está conmigo, nadie oye la voz de este hombre, nadie lo ve. Cada noche, cuando los muros y las puertas se cierran... él sale de mis heridas sangrantes y camina por mi celda. Soy yo. Es como yo. Le veo de niño y con veinte años. Es mi único consuelo, mi único amor. Es la carta que escribo cada noche y el sello para el amplio mundo y el pequeño país. Esta noche lo he visto saliendo de mis heridas sombrío, torturado, triste, caminando en silencio, sin decir nada, como si dijera: No me volverás a ver si confiesas, si escribes... |