Trasversales
Ségolène Royal

Imaginar Francia. Progreso para todos, respeto para cada persona


Revista Trasversales número 4,  versión electrónica, otoño 2006. Traducción de Trasversales. Declaración de Ségolène Roya, 17 de noviembre de 2006



Agradezco a los militantes del Partido Socialista que hayan votado masivamente y que hayan aportado a quienes quieren que esto cambie la fuerza para creer en ello.
Con este resultado no obtengo ninguna gloria personal, sino que me hace medir la inmensa responsabilidad de no decepcionar a aquellas y aquellos que esperan algo.
La elección presidencial afecta a aquello que es esencial: la posibilidad de que cada persona pueda elegir su destino y controlarlo en las turbulencias del mundo actual.
Sí, Francia puede recuperar la iniciativa. Sí, puede creer lo bastante en sí misma, volver a vincularse a lo mejor de su historia, proyectarse de nuevo hacia el porvenir para construir un destino común.
Conocemos las preguntas que se hacen los franceses: ¿la pobreza y la precariedad son una fatalidad inevitable? No. Esos riesgos inéditos, esas desigualdades que se profundizan, esas fragilidades que desestabilizan incluso a quienes creían estar a buen abrigo: ¿es esa la cara inelectuble de la modernidad?  Seguramente, no.
Estos jóvenes que desesperan de poder vivir un día de su trabajo, estos asalariados empujados hacia su retirada mucho antes de la edad de la jubilación, estas familias que no logran ya llegar a fin de mes, a alojarse decentemente, a criar a sus niños, y que se endeudan para hacer frente a los gastos corrientes: ¿es esa la condición prometida a los millones de obreros, empleados, asalariados, y también artesanos, comerciantes, pequeños agricultores y pensionistas que forman la inmensa mayoría del pueblo francés? No lo creo y no lo quiero.
Ser socialista es llevar una  rebelión intacta en el corazón. El socialismo es colocar el progreso social en el corazón de todas las decisiones políticas: progreso social para todos y respeto para cada persona. Es poner la Educación en el centro de todo, una vez más la Educación, siempre la Educación.
El mundo ha cambiado, Francia también, así que la política debe cambiar. No sólo quiero  encarnar este cambio profundo, sino también construirlo con todos. La política debe partir  la realidad de la vida de la gente, estar atenta a las lecciones que el pueblo da, comprender que el ciudadano es quien mejor colocado está para emitir un diagnóstico sobre su vida y para decir en nombre de qué valores la izquierda debe actuar.
Francia debe dar a cada uno los medios para tomar su vida en sus manos, de forma efectiva. Por esta razón las libertades individuales requieren solidaridades y garantías colectivas que están por construir. No tengamos miedo de las nuevas ideas, extraigámoslas de la vida diaria del pueblo francés, de sus sufrimientos y  sus dificultades, pero también de sus talentos y de sus formidables éxitos.
Francia debe aprovechar todas sus oportunidades y enderezarse. Quiero darle este orgullo sin pretensión inútil, que le ayudará a reagrupar sus fuerzas y a escribir, con todos los los suyos, una nueva página de su historia. Yo la veo creativa e innovadora, pero refrenada por cargas pesadas y desconfianzas, debilitada por un Estado que se desentiende y que mañana deberá asumir todas sus responsabilidades en el marco de una autoridad justa.
Noto que  esta Francia va por delante de quienes la gobiernan y se quejan de su inmovilismo. Los franceses están listos para las reformas, pero no quieren dar su consentimiento a decisiones se les imponen sin contar con ellos; no están dispuestos a esfuerzos que siempre pesan sobre los mismos. Ser socialistas y llevar adelante una política hacia la izquierda es aportar la garantía permanente de que disminuirán las desigualdades, las precariedades y las  inseguridades. Porque es así como este país será más fuerte en la concurrencia internacional.
Se nos repite que el poder escapa a la nación, que la voluntad política cada vez puede menos, que lo que hoy marcha en el sentido de la historia no es el Estado benefactor, sino el Estado mínimo, con débiles protecciones. Creo todo lo contrario. Creo que la política puede hacer mucho y que puede demostrar día a día su eficacia.
Se nos dice que la mundialización ha descalificado a la nación y que la creciente aspiración a la autonomía individual tendrá que hacerse inevitablemente en detrimento de lo colectivo. Creo todo lo contrario: las solidaridades colectivas nos harán más fuertes.
Mis convicciones son opuestas a esa ideología insidiosa. Al contrario de lo que ella nos dice, siendo fieles a nosotros mismos podremos resistir lo más eficazmente posible a los malos vientos de un liberalismo sin fe ni ley, y entender al mismo tiempo el conjunto de  oportunidades que ofrece una mundialización que lleva con ella tanto lo peor como lo mejor, según lo que sepamos hacer de ella. Y quiero actuar de forma que Francia consiga lo mejor.
Imaginar Francia, esa es la nueva tarea que propongo a los franceses. Transmitirle solamente la imagen de su decadencia e incitarla una y otra vez a renunciar a su excepción, a trivializarse y a alinearse  con los países en los que se pretendía que el mercado sin trabas daría la felicidad a todos, es prestar a Francia un mal servicio y atizar la exasperación de los franceses. Hay que poner fin a esa manera de actuar. Pues creo que hay mucho que corregir en el funcionamiento de nuestros sistemas de solidaridad, pero no para reducirlos sino para hacerlos más eficaces. Creo que debemos encarnar la ambición de una Francia económicamente dinámica y socialmente más solidaria.
Sí, imaginar Francia, os invito a ello, pues se ha transformado mucho, se ha diversificado y coloreado sin admitir aún completamente aquello en lo que se ha convertido. Para sacar partido de ese cambio y para enorgullecerse de ello, Francia debe reconocer de una vez por todas como sus hijos legítimos a todos estos jóvenes cuyas familias llegaron de otros lugares y que hoy son franceses de pleno derecho aunque constantemente expuestos a discriminaciones.
Esa es nuestra tarea: ayudar a Francia a que no sólo se acepte tal como es, sino también a que vea en su diversidad una formidable energía. Hay que construir una nueva redistribución con todos los jóvenes, en el marco de la diversidad de sus talentos. El honor de la República y la fidelidad de Francia a sus ideales se realizan en la lucidez de una historia compartida en una Francia respetuosa de todas las memorias y acogedora para todos los nuestros, nacidos aquí o en cualquier otro lugar. Francia puede también, más allá de sus fronteras, hablar de Europa y a Europa, hablar del Mundo y al Mundo cuanto toma al pie de la letra sus valores y sigue siendo fiel a sí misma, no cuando los olvida.
Para la izquierda la nación es indisociable de una perspectiva más amplia. Pues somos de este país, Francia, que votó la libertad del mundo y dónde se hizo una constitución pensando en el universo entero. Dando a los pueblos ejemplo y señal de justicia y humanidad, Francia se asemeja a sí misma y se reagrupa.
Mirad la historia de Francia: cuando el pueblo se implica es cuando Francia avanza y construye un nuevo futuro. Y hoy siento que el pueblo se ha implicado y que este movimiento va a seguir. Creo que Francia puede extraer de su mejor pasado valores para sus combates de hoy. Hay fuertes razones  para creer en ella. Para levantar el país es necesario, por supuesto, comprender los cambios del mundo que nos rodea, pero es necesario en primer lugar amar a Francia, esa idea siempre nueva, y querer que los franceses se amen en ella.
Vamos a escalar la montaña hasta la victoria. Hoy es un bonito día para marchar al combate, ya que nos impulsa un movimiento popular generoso y feliz que siente que nos sostiene una  causa que es mayor que nosotros.
Hago hoy un llamamiento a todos los franceses, hombres y mujeres de nuestro país. Reuniros, movilizaros, preguntaros qué  podéis hacer por nuestro país. Imaginemos en común una Francia que tendrá el valor de afrontar las mutaciones sin renunciar a su ideal de libertad, igualdad y fraternidad. Por un orden justo, contra todos los desórdenes injustos que golpean a los más débiles, por las energías positivas que se unen y por las nuevas libertades que deben inventarse.
Pongamos en movimiento durante seis meses, durante los cuales tendremos que emplear toda nuestra energía y todo el fruto de nuestra interlocución con los franceses. Yo voy a seguir por ese camino, como lo he hecho desde hace varios meses.
Con toda la fuerza de nuestras convicciones socialistas para unir a toda la izquierda respetando su diversidad y para después reagrupar a una mayoría de franceses en torno a un mismo deseo de futuro.
Melle, 17 de noviembre de 2006



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