Trasversales
Fernando Gil

La tregua: dificultades de un proceso


Revista Trasversales número 5,  invierno 2006-2007


 
En el momento de redactar estas líneas -diciembre 2006-, en medios políticos y periodísticos y en buena parte de la ciudadanía cunde la sensación de que el denominado proceso de paz en el País Vasco está parado.

ETA: tregua a la tregua


Teniendo en cuenta la opacidad del mundo abertzale y la natural prudencia del Gobierno, es difícil saber lo que realmente está ocurriendo, pero, con lo que se conoce públicamente, da la impresión de que la vuelta a viejas actitudes y al lenguaje duro y exigente han orillado los propósitos de Batasuna, anunciados por Otegi en Anoeta, en 2004, de caminar hacia la lucha política y sacar la violencia de las calles.
En junio, ETA reafirmaba su decisión de mantener el alto el fuego anunciado en marzo, pero emplazaba al Gobierno a suspender las actividades del Estado que pudieran afectar al proceso de negociación.
Lo cierto es que han continuado las detenciones de etarras en Francia y en España y la celebración de juicios en ambos países. La lenta administración de la justicia ha seguido su marcha y los juicios, algunos muy importantes, como los de Txapote, Gadafi o De Juana, se han celebrado cuando correspondía. El de este último, condenado por un delito de opinión más que dudoso, ha dado paso a una huelga de hambre que puede arrastrar a otros reclusos a imitarle y presentar al Gobierno otro frente de tensión al que atender. Basta recordar el pulso que mantuvieron con su huelga los presos del IRA con el gobierno inglés, que produjo la muerte de Bobby Sands, o la que emprendieron aquí los presos del GRAPO, que costó la vida de Crespo Galende. Desconocemos el grado de determinación que anima a De Juana, pero sería terrible que el asesino de 23 personas pasara a la historia como un mártir por un delito de opinión.
En agosto, ETA afirmaba que el proceso estaba en crisis y dejaba ver la posibilidad de volver a las armas. En septiembre, en el día del guerrero vasco (Gudari Eguna), tres encapuchados aparecían en un acto en Oyarzun y leían un breve comunicado en el que ETA declaraba que la lucha no es el pasado, sino el presente y el futuro y confirmaba su compromiso de seguir luchando firmemente con las armas en la mano hasta conseguir la independencia y el socialismo en Euskal Herria. Siete disparos, uno por cada territorio reclamado, ratificaron, por si hiciera falta, esta voluntad, que volvió a quedar patente con el robo de 350 pistolas en Nimes, en octubre, y con el descubrimiento de que su aparato logístico sigue activo (falsificación de matrículas y pasaportes, robo de coches, preparación de explosivos, cartas de extorsión). Todo hace pensar en una puesta a punto por si fracasa la negociación.
Lo que desconocemos es si el ánimo de los militantes está tan a punto como las pistolas, porque una cosa es obtener los recursos materiales y financieros para reiniciar los atentados y otra convencer a sus seguidores de la posibilidad de obtener ventajas inmediatas, no ya la victoria, con ese procedimiento.
A primeros de septiembre habían reaparecido los cuerpos auxiliares de ETA, ocupando las calles con actos vandálicos contra sucursales bancarias, edificios públicos,  estaciones de tren, autobuses urbanos, sedes del Partido Socialista y juzgados. En el mes siguiente, los ataques se extendieron a dos locales del PNV y se hicieron más graves al intentar quemar vivo a un ertzaina. Y ahí siguen.
En su último Zutabe, ETA reta a Francia a iniciar el diálogo para resolver el conflicto, ensalza a Bolivia (¿) y en un alarde de coherencia apoya los actos de kale borroka que sus dirigentes han ordenado. Por ahora mantiene el alto el fuego y su disposición al diálogo, pero siguiendo su costumbre trata de imponer el contenido de la negociación, los plazos y el procedimiento. Pretende obtener lo que pide y paralizar la acción estatal con sólo anunciarlo y dejar en el aire la amenaza de volver a las andadas. Un buen ejemplo de esta actitud son las palabras del etarra Asier Oyarzábal en un tribunal de París: Hace ocho meses que ETA ha cesado sus actividades y ustedes siguen sin reconocer los derechos del pueblo vasco.
Dado que la negociación con el Gobierno ofrece a los abertzales la posibilidad de hallar una salida digna manteniendo el programa independentista pero sin violencia, no se puede descartar que el repunte de la kale borroka y de las actividades de ETA se deba a la prisa por establecer una mínima base de acuerdo mientras exista la capacidad de ejercer presión con un movimiento que se adivina menguante, en una sociedad que muestra cada día menos miedo a las amenazas de ETA, en la que la banda pierde apoyos y donde el voto nacionalista ha tocado techo, lo cual aumenta la tensión entre los que disputan por ese nicho. Y todo en una carrera contra el tiempo, porque las elecciones están fijadas.
Por ello no es extraño que exista cierta impaciencia en las filas abertzales y que pueda venir de los sectores más veteranos del aparato militar, quienes, considerando obsoleta la estrategia de la lucha armada, piensan que el único camino que puede enlazar el pasado de ETA con su futuro (muy distinto, pero futuro) es transformarse en una fuerza política, sea partido o coalición electoral. El problema reside en cómo hacerlo para tratar de modificar simultáneamente el marco institucional sin dejar de negociar. La carta firmada por Francisco Mújica Garmendia (Pakito) y otros dirigentes como Ignacio Aracama Mendía (Makario), Iñaki Bilbao (Iñaki de Lemona) y Carlos Almorza (Pedrito de Andonaín), hoy expulsados, es un indicio de esta postura: Esta lucha armada que desarrollamos hoy en día no sirve. Esto es morir a fuego lento (...) No se puede desarrollar la lucha armada cuando se es tan vulnerable a la represión.
Así es que, teniendo en cuenta el papel vicario desempeñado hasta la fecha por Otegi y compañía y la trayectoria de ETA, cabe imaginar que las mayores tensiones sobre cómo llevar adelante el proceso no se dan entre el brazo político -Batasuna- y el brazo militar -ETA-, sino dentro del aparato militar entre los más veteranos, dirigidos por Ternera, y los más jóvenes, agrupados por Txeroki. La historia de ETA muestra que la gente joven que llega al aparato militar suele preferir formas más violentas que los veteranos y que exhibe esta propensión como un valor positivo para intentar desplazar a los primeros del poder sobre la organización y el resto del movimiento, que reside en la cúspide del aparato militar.
Hasta el momento se tiene la impresión de que la cohesión interna de la banda impide que aparezcan públicamente las diferencias, pero esa aparente unidad también podría indicar que el debate no ha llegado al momento decisivo, pues la historia de organizaciones como el IRA, las Brigadas Rojas y ETA p-m, muestra que cuando un sector está verdaderamente decidido a dejar las armas suele surgir un grupo numantino pero minoritario que desea seguir utilizándolas y provoca una escisión.
De las declaraciones y los actos de los abertzales pueden salir impresiones muy diversas, pero no la de que son ineptos. Puede parecer que están locos, pero no son tontos; saben lo que hacen y perciben muy bien las necesidades y apremios del Gobierno y sus dificultades ante el acoso del PP (Otegi ha exigido a Zapatero que rompa con el PP para recomponer el diálogo con ETA).
ETA encara la negociación como un proceso en el que debe tratar de conseguir las máximas reclamaciones políticas y conservar lo más posible de su actual estructura, mediante un continuo tira y afloja. Se mueve por prueba, error y corrección, en un tanteo donde juegan los gestos, las coacciones y el lenguaje, y avanza hasta donde puede. Lleva su exigencia hasta los límites de lo que el contrario puede aguantar y si no recibe una enérgica respuesta en sentido contrario, consolida la posición conquistada.
En estos momentos de incertidumbre, cuando la negociación está parada (o al menos lo parece) y se asiste a un pulso por ambas partes, conviene recordar algunos rasgos del comportamiento de ETA a lo largo del tiempo.
En primer lugar, la estrategia de ETA y Batasuna ha sido siempre avanzar con lucha. Primero contra la dictadura, luego contra las instituciones democráticas vascas surgidas del Estatuto de Guernica, pues piensan que sólo con la fuerza se obtienen resultados dignos de ser aceptados. Su estrategia ha sido la de desbordar, sobrepasar y convertir en inoperantes las instituciones políticas para lograr la imposición de su programa por la fuerza, que ha sido lo esencial. Lo demás han sido apoyaturas, elementos accesorios sujetos a los avances de la lucha armada, a la acción de la vanguardia: Sin lucha armada no hay más vía que el marco autonómico, decía uno de los encapuchados entrevistados por el diario Gara, el 7 de junio de 2001.
En segundo lugar, ETA ha respondido con atentados o con actos de fuerza a determinados eventos políticos o las iniciativas de sus adversarios. En esto ha sido oportuna. El robo de las pistolas en Nimes, el día antes del debate en el Parlamento europeo responde a esta lógica.
En tercer lugar, ha mostrado grandes dificultades para negociar. Por un lado, porque plantea de entrada unos mínimos difíciles de asumir. Por otro, porque tiene poco claro el escenario del día siguiente a la firma de un acuerdo. En este aspecto, parece que pesa bastante la inercia de cuarenta años de lucha, del tipo de la lucha que conoce.
Hasta ahora, porque se jugaba poco, podía ir a su aire. Por eso parecía que imponía su agenda a todos los demás partidos, pero de lo que se trata ahora es de negociar sobre su propia existencia, que parece seriamente amenazada.
En cuarto lugar, a la hora de negociar, ETA no agradece gestos. Cualquier posible concesión sirve para dejar en ridículo a quien se la haga. El robo de las pistolas es uno de sus gestos, para dejar en ridículo a Zapatero ante la Unión Europea, pero ya lo había hecho antes con un socio ideológicamente más próximo como el PNV. Y lo seguirá haciendo. Está en su naturaleza.
De cualquier manera, quien vaya a negociar con un grupo como ETA debería recordar una reflexión de R. Aron, que salvando las debidas distancias podría aplicarse a este caso. Dice así:
Cada vez que las democracias han estado en presencia de un régimen autoritario han creído que los hombres en pugna eran lo suficientemente razonables como para preferir un buen compromiso a una mala guerra. Así, los hombres dados al compromiso nunca han logrado comprender lo que ya había explicado Georges Sorel desde principio de siglo: que hay un tipo de hombres que prefiere lograr sus objetivos a través de la lucha más que por la negociación y el compromiso; un tipo de hombre para quien la negociación y el compromiso son atributos detestables. Hago alusión aquí a las Refléxions sur la violence de Georges Sorel (de 1908), donde explica que el compromiso y la negociación responden a un espíritu de bajeza, y que la afirmación intransigente de su punto de vista -la voluntad incondicional de triunfo- ostenta una virtud. Aron, R. (1999): Introducción a la filosofía política. Democracia y revolución, Barcelona, Paidós.

La derecha no da tregua política al Gobierno

El Partido Popular no se muestra dispuesto a conceder al Gobierno un minuto de tregua política en el llamado proceso de paz en el País Vasco, pues con un lenguaje muy agresivo, incluso ofensivo, mantiene a sus seguidores en estado de movilización permanente, contando también en esto con la colaboración de la Conferencia Episcopal, que en su Instrucción Pastoral (Alfa y Omega, suplemento clerical de ABC, 30/11/2006) defiende la unidad de España, y también la legitimidad de los nacionalismos (son los inventores) y el perdón a los terroristas arrepentidos, pero nada de concesiones políticas.
En el PP, el intento de llegar hoy a un final negociado de la violencia en el País Vasco se ve como el triunfo de ETA. Olvidando la negociación con la banda cuando Aznar gobernaba, se identifica la intención de Zapatero de dialogar con aceptar las reclamaciones de la organización armada. Han propagado, sin ninguna prueba, el bulo de que, para facilitar el diálogo, Zapatero ya ha aceptado la autodeterminación y prometido a ETA la entrega de Navarra.
No contentos con esto, los populares han querido convertir en delito las discrepancias sobre este tema y han denunciado a los dirigentes del PSE, Patxi López y Rodolfo Ares, por reunirse en julio con Batasuna, denuncia que tiene pocos visos de prosperar si se tiene en cuenta que el Tribunal Supremo no ha admitido a trámite la querella del sindicato derechista Manos Limpias contra Zapatero, el Gobierno y tres dirigentes del PSE por el mismo motivo.
Si para Rajoy reunirse con Batasuna es ilegal, tras la decisión del Supremo opina que no es moral. Y todo vale con tal de entorpecer, porque en el PP ya han anticipado que la negociación con ETA va a fracasar y no han de ahorrar esfuerzos para que así ocurra, y en el caso de que no sea así han anunciado que tienen la intención de revocar los acuerdos alcanzados en la mesa de partidos cuando lleguen al gobierno. Pero, teniendo en cuenta el oportunismo con que actúa su equipo directivo, no se puede descartar que en caso de que la negociación vaya bien y justo antes de concluir, dirigentes que hasta ahora han intentado de todas las maneras que el proceso de paz fracase aparezcan para la firma, representando una escena de responsabilidad ante una cuestión de Estado que hasta ese momento han supeditado a los intereses del partido.
Tampoco en la calle han estado quietos. Valiéndose de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, han vuelto a sacar a la calle a sus partidarios en el mes de noviembre, bajo la consigna Rendición. En mi nombre no. Ha sido la quinta protesta contra el Gobierno, la tercera desde que Zapatero solicitó en las Cortes autorización para negociar con ETA. El lenguaje y los gestos demagógicos han vuelto a reaparecer dando por sentado que Zapatero ya ha accedido a satisfacer las principales peticiones de ETA, sin caer en la cuenta de que si el Gobierno hubiera concedido a ETA la mitad de las cosas que apunta el PP, los terroristas y Batasuna estarían bastante satisfechos y no tan inquietos como ahora.
La táctica del PP descansa en la consideración de que es el único partido que defiende realmente la unidad de España y que se enfrenta con verdadera decisión al terrorismo, con independencia del lugar que ocupe en la coyuntura política. Por lo tanto, si está en el Gobierno le corresponde dirigir la política en esta materia interpretando como le pete el Pacto Antiterrorista, y si está en la oposición, también, puesto que el Gobierno de Zapatero o es incompetente o es débil o es un traidor. Y no hay otra.
Hay que recordar que el Pacto Antiterrorista (Pacto por las libertades y contra el terrorismo) fue una iniciativa de Zapatero que el PP se tomó a broma. Rajoy dijo que se lo había sacado de la chistera, pero lo acabaron aceptando y utilizado a su antojo, como casi todo lo que el PP hizo en los últimos años de Gobierno de Aznar. El PSOE, en la oposición, cumplió entonces el papel que le correspondía, que es el que ahora no quiere asumir el PP, convertido no en un partido de oposición, sino, por éste y otros asuntos, en un partido antisistema.
Como en otros casos, Rajoy y los suyos han acusado, sin prueba ni evidencia alguna, a Zapatero de tener la intención de realizar algo similar a lo que ellos hicieron realmente. Por ello, debemos recordar, otra vez, lo ocurrido sobre este asunto mientras Aznar gobernaba.
Apenas transcurrido un mes de la declaración de la tregua de ETA (septiembre 1998), el Ministerio del Interior trasladó a cuatro presos enfermos a cárceles del País Vasco, y transcurridos tres meses (diciembre) se trasladaron a la península 21 presos (entre ellos De Juana Chaos). Entre septiembre de 1998 y el mismo mes de 1999, el Gobierno de Aznar ordenó el acercamiento de más de 120 presos y permitió el regreso de más de 300 exiliados, de modo que cuando se produjo en Suiza el encuentro de los delegados del Estado español con los representantes de ETA, el Gobierno ya había hecho bastantes entregas a cuenta de los resultados de una negociación que fracasó, pero el anticipo ya estaba “pagado”.
Durante el mandato de Aznar se produjeron 311 excarcelaciones de etarras, de las cuales 64 correspondieron a terroristas condenados a penas superiores a 20 años y en algunos casos superiores a los 200 años. Un caso especialmente significativo por su reincidencia es el de Iñaki Bilbao, condenado a 52 años de cárcel, reducidos a 30, de los que por redención de penas cumplió diecisiete.
Bilbao, excarcelado el 28 de septiembre de 2000, asesinó en marzo de 2001 a Juan Priede, concejal socialista del ayuntamiento de Orio. Acebes y Rajo, eran entonces ministros de Justicia y de Interior, respectivamente.
Como señaló Zapatero, el Estado no está en tregua ni en quiebra. Y junto con la intención de llegar a un final dialogado de la violencia en Euskadi, existe la decisión de perseguir los delitos. El Informe del Fiscal General del Estado indica que, en 2005, se dictaron 305 condenas a terroristas y que en la primera mitad de 2006 se han dictado 38.
Desde enero a noviembre de 2006, la fiscalía ha formulado 99 escritos de acusación contra 224 personas presuntamente vinculadas con el terrorismo, en tanto que entre los mismos meses de 1999, cuando gobernaba el PP y ETA estaba en tregua, los escritos fueron 37 y 118 las personas acusadas.
Otra cosa es el que Gobierno sea poco claro, a veces confuso y que Zapatero muestre un optimismo que, a la luz de lo que se conoce, no parezca justificado, pero nadie le puede acusar de rendirse ni de tener la intención de salirse de las condiciones que le fijó el Congreso.


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