Trasversales
Joan Lluís Montané

La dinámica de la evidencia del arte

Revista Trasversales número 5,  invierno 2006-2007

Joan Lluís Montané es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte. El título completo de este texto es “La dinámica de la evidencia del arte en una realidad múltiple y la convicción de que todos somos uno”


 
La creación artística procede del más allá de la materia, incluso la que se apropia de un contenido claramente social e ideológico-político. El acto de crear comprende mente, corazón, alma y espíritu del artista. Es, en el fondo de la cuestión, una actuación de naturaleza esotérica, también mística e intelectual, a la par que visceral e intuitiva, jugando un gran papel la mente, pero también la canalización energética de determinados flujos de información que vibran en la misma longitud de onda que el artista plástico.
A mayor formación más elevada vibración, a menor formación sensitiva, emocional, artística, filosófica, instintiva, menor vibración. Es la ley de la causa-efecto. A menudo nos preguntamos por la existencia de los grandes genios, de sus porqués. La cuestión es clara, depende del karma, de la capacidad intuitiva, plástica, cultural, de las circunstancias, de la herencia, de su propio devenir, del ser espiritual que los conforma, de sus alcances, vibraciones, de su predisposición magnética, de la formación que posean y de su actitud ante su propio conocimiento interior.

En ocasiones, la creación del artista es un puro acto de idealismo, porque pretende comunicar, y de hecho comunica, los valores e ideales que nos influencian. El idealismo corresponde a la visión de cada uno, a la capacidad de poder visualizar aquellas temáticas que después desarrollará y que no son conocidas por parte de la sociedad. Los grandes creadores, los creadores que están iluminados por la luz del conocimiento, suponen estar correlacionados con un claro equilibrio de mente y corazón. En el fondo la humanidad en su conjunto es idealista. Son las ideas las que mueven el mundo; los ideales transforman a los seres humanos, porque le permiten desarrollar nuevas actitudes, diferentes culturas y, a partir de ellas, una visión distinta de la propia existencia. La realidad es múltiple, existen realidades paralelas, que están aquí, también en el cosmos, asimismo en nosotros. Todo depende del nivel de vibración de cada uno. De ahí que existan artistas que puedan acceder a diferentes realidades sin ningún problema, creando temáticas y descubriéndonos ideas procedentes de la variedad de ellas. Mientras que otros creadores no pueden acceder a diferentes realidades y, por consiguiente, su capacidad de comunicación artística es más limitada.

Nos encontramos en un proceso acelerado de evolución. En la Edad Media, la transformación y el cambio de los seres humanos era más lenta, pero existía igual. En las grandes civilizaciones ancestrales hubo el mismo proceso. Incluso, está claro que existió también en aquellas civilizaciones de las que nos ha llegado muy poco documentalmente, pero que se sabe, por referencias indirectas, que existieron, de las que, poco a poco, se están encontrando restos. No está todo investigado del pasado ni mucho menos.
Hay errores históricos garrafales que se enderezan de forma constante. Las teorías científicas se están revisando continuamente y hay una evolución imparable. La misma energía se renueva constantemente. En la época de la historia no escrita, en plena tradición oral, se posibilitó la existencia de fábulas continuas, de ejemplos alegóricos que se apartan de una concepción directa de la realidad. Pero, a la vez, esta actitud demuestra con claridad una necesidad de explicar más allá de la misma. Es decir, que la sabiduría y el conocimiento siempre han existido. No es de ahora, sino que el ser humano, al igual que los animales, plantas, minerales y otros seres de diferentes galaxias existentes -aunque no se pueda demostrar de momento- están en continúa fase de evolución. De ahí que exista mucho maya, energía desbocada que no nos permite ver con claridad, no sólo el presente sino el pasado y el futuro. No conocemos nada de la historia de la humanidad, ni tan siquiera de nosotros mismos. Porque todo es más complejo, va más allá de lo simple, de la simplicidad visceral biológica. Dos y dos no son cuatro, sino aquello que nuestra mente y nuestro corazón decidan que sea.

Hemos terminado recientemente la etapa correspondiente a la Era de Piscis que ha durado 2.000 años, en la que la energía del idealismo tuvo un papel importante. En la actualidad el idealismo no se ha quedado atrás a pesar de los avances tecnológicos. Es más, gracias a ellos, el idealismo cobra nuevas fuerzas. Es cuestión de aplicar los medios adecuados para obtener los fines últimos, independientemente de la época. Ahora, en las energías cambiantes de la Era de Acuario, poco a poco los aspectos más radicales del idealismo se irán dejando de lado. De la misma forma que quienes decían hasta hace poco que la pintura ha muerto en el arte, también dejarán de mencionarlo. Entramos en una era del conocimiento, de la ciencia, de la preponderancia tecnológica. El entendimiento juega en este contexto un papel fundamental. El entendimiento, debido a que estamos en una era mental, una era de la mente sabida, nos permite avanzar hacia la creación sólida, tecnológicamente estructurada, pero, a la vez, sin abandonar la intuición, la facilidad por desmarcarse de lo excesivamente dirigido. Todo coexistirá, desde las disciplinas tradicionales como pintura y escultura al arte digital, el net.art o la animación creativa.

La tecnología es un peldaño de la mente que, aplicada al arte, permite al creador ser más él mismo porque posee mejor proyección, más alternativas y capacidad de autorrealización en menor tiempo. De esta forma el fanatismo se desdeña, se libera uno de los aspectos negativos de los radicalismos, porque hemos aprendido a pensar creando. En cada temática, detrás de cada ideal se encuentra una idea o concepto mental, una forma mental. Pero... ¿qué es un ideal? Es la equivalencia entre la idea y su representación o expresión a nivel físico. En el fondo cada idea verdadera es un impulso espiritual tomando forma. Las ideas nacen del espíritu, son controladas por el alma, vehiculadas a través del corazón hacia la mente y luego desarrolladas plásticamente. El espíritu siempre ha existido, es inmanente. Según el alma y sus circunstancias, la devoción del artista conduce al espíritu hacia la trascendencia o bien hacia aspectos más sociales. Por otra parte, en el  momento de la creación plástica, el sentido de dirección es una fuerza poderosa.

En unos instantes en los que los artistas están confundidos, en los que el sincretismo predomina porque hay un exceso de búsqueda, un afán por alcanzar algo distinto a partir del excesivo conocimiento mental y material, del uso de variadas fuentes de información, de la necesidad de ser multidisciplinar ante todo, se denota un incremento de las fuerzas de conflicto, es decir, de energías que distorsionan el camino, porque la materia y su atracción es muy poderosa. La tierra está cambiando, los recursos están al límite, las especies de animales y plantas están desapareciendo a un ritmo vertiginoso. El artista que entra en la influencia de su propio ser, de su conocimiento interior, del hecho de saber que todos somos uno, cambia su forma de trabajar plástica. Cuando miramos a un semejante nos hemos de preguntar qué he hecho yo para ser lo que éste es. A menudo buscamos caminos al margen de nuestro propio yo. Caminos y sendas que son producto de actitudes que van más allá de la dinámica de lo evidente. Caminos que nos conducen a experimentar continuamente fuera. Queremos proyectar a los demás imágenes que no nos corresponden. ¿Cómo determinados artistas pretenden exhibir ante los demás aspectos creativos que no son de ellos, que son prestados? ¿Si no se conocen a sí mismos cómo pueden innovar y dar a conocer a los demás aquello que nunca han visto? ¿Si no se han contemplado con detenimiento cómo pueden inocular lo fantástico e innombrable? Pero si se conocen, si son conscientes de que todos somos uno, de que la humanidad entera forma parte del mismo magma, entonces, sí. Desde los animales, plantas, minerales, asteroides, agua, fuego, tierra, oro, plata, Leonardo da Vinci, Francisca Blázquez, Tàpies, Hernández Pijoan, Cuixart, Joan Ponç, Miquel Barceló, Dalí, Picasso, Argimón, todos somos uno.

El concepto de la dualidad existe de manera pasajera. La dualidad destaca porque hemos de darnos cuenta del valor que posee el hecho de ser uno con el todo. Si no existiera la dualidad, no valoraríamos el uno, pero la tendencia de la humanidad y de los artistas es a ser uno con la totalidad. No hay todo ni vacío, sino que el lleno es vacío y el vacío lleno. La pintura persistirá, pero porque todo es uno, no hay nada al margen, todo es consecuencia de la misma magmacidad energética. Hay diferentes longitudes de onda, pero  también existe la posibilidad de vibrar con perspicacia, con voluntad de transformar todo a partir del uno, eliminando la dualidad, sabiendo que ser uno es el todo. Estos desarrollos o destellos de la intuición son los que poseen los artistas iluminados, los que realmente pertenecen a la nueva Era de Acuario, aquellos que tienen una intuición no animal, sino de luz, es decir, que trasciende las limitaciones de nuestro mundo y son capaces de ver la belleza en lo sublime, la hermosura en la dinámica creativa, contenida en sí misma, refulgente, centelleante cual faro espléndido porque surge de la propia evidencia de la conciencia de la vibración.
Conocen el significado de la luz creciente que surge a su encuentro a medida que son capaces de ver más allá de los limites. La intuición aumenta, ahora es resplandor, es visión sutil abierta de par en par, canalización directa de otros mundos, que solo ellos ven, y que interpretan a través de su obra para mostrarlo a la humanidad entera. Cuando un artista es capaz de combinar en su creación la luz personal y la luz del alma se origina la sabiduría, que se expresa a través de su creación, marcada por la abertura energética que ha conseguido. Ahí radica la diferencia con los artistas que una y otra vez se dejan llevar por la luz personal, porque su personalidad es así y no cambian ni modifican sus hábitos, sin preocuparse de nada más, cometiendo, en este sentido, los mismos errores, o, en todo caso, comunicando al mundo sus limitaciones, convirtiéndose en clónicos a su pesar. De ahí que intenten cambiar pero el cambio sea la continuidad.

Hay otros creadores plásticos, a los que yo denominaría artistas, que con la fusión de la luz de la sabiduría personal y la luz de la sabiduría espiritual, a la que acceden a través de la inspiración lumínica, hace que en su conjunto generen nuevas vibraciones de mayor longitud de onda, situadas en un estadio más alto. Si nos limitamos a seguir el gran consejo de los grandes maestros, de los que son en la historia, pero no nos escuchamos a nosotros mismos, perderemos la sabiduría personal. Como todos somos uno, ya llevamos en nosotros la sabiduría interiorizada de toda la humanidad. Es decir, que el artista plástico que avance con ritmo, buscando la perfección, siendo inteligente con el corazón, sereno de mente, sensible de alma, espiritual de esencia, firme en la convicción intelectual, pero flexible con las ideas, será de aquellos que abren los sellos de los enigmas y permiten canalizaciones de vibraciones que se transforman en formas y mundos, temáticas e ideas que elevan el nivel de la conciencia plástica y, por extensión, aumentan la fortaleza de la evidencia de la determinación del arte y su papel en una sociedad convulsa como la actual.
El arte es sublime si lo creamos con actitud de artista, pero se convierte en un producto del mercado del arte si simplemente intentamos crear lo que se vende y no vender lo que hacemos. El mercado es interés, el arte es realización e imaginación. La luz del arte descansa en la capacidad del artista de ser consecuente consigo mismo: saber que es uno con el todo, un todo que es uno, y que lo más significativo no es buscar lo que se vende porque es original, sino crear aquello que uno ve desde la altura de su sabiduría, que impulsará después a la humanidad a conocer otros mundos e ideas.
A nivel esotérico ya se afirma con claridad que el principal objetivo es el empleo de los poderes para conseguir las metas. Si un artista no emplea todos sus poderes y potencialidades, no obtendrá meta alguna, todo lo más su obra entrará a formar parte de la galería de la normalidad. Para el artista, para el genio plástico, la meta artística debe ser el empleo inteligente de los poderes para obtener el bien de la iluminación para la totalidad.
El ser humano, el planeta tierra, el sistema solar, el universo, son un gran cuerpo interrelacionado. Todo está interrelacionado y si falla una de las partes fallará el todo. El artista verdadero capta el todo y lo muestra a la humanidad, porque todos somos uno, mismas aristas de un gran magma que existe desde siempre pero que hay que saber ver.




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