Trasversales
Josu Montalbán

Deslocalizaciones

Revista Trasversales número 6,  primavera 2007, versión electrónica


 
En el último Pleno de la Legislatura, las Juntas Generales de Bizkaia han aprobado, por unanimidad, una Norma Foral que ha aparecido en los medios de comunicación como una Norma “contra las deslocalizaciones”. En realidad no se trata de eso, porque en el propio enunciado afirma como objetivo únicamente “la recuperación de ayudas del sector público foral en el supuesto de deslocalizaciones empresariales “. No puede ser más ambiciosa la Norma porque no es posible impedir una deslocalización empresarial. Algún iluso pensará que, en aplicación de esta Norma, si se exige la devolución de las ayudas públicas que haya recibido una empresa en el momento de instalarse en nuestro Territorio, la empresa puede optar por quedarse y continuar su producción, pero eso es una pura entelequia. Las empresas multinacionales, en su gran mayoría, tienen elaborado su programa económico y laboral en el momento que se instalan, contando ya con las condiciones ventajosas que pueda conseguir de las Instituciones públicas, de tal modo que cuando cambian los resultados económicos y afloran los beneficios, -lo que les aleja de poder conseguir nuevas ayudas públicas-, ya están preparando un nuevo proyecto en otro lugar.
 
¿Qué es una deslocalización empresarial? La Norma Foral se las ve y se las desea para definirla. Lo cierto es que cualquiera sabe cuándo se produce porque hay síntomas evidentes: disminución de la producción por razones organizativas impulsadas desde la propia dirección, abandono paulatino de las líneas de elaboración de productos, negociaciones con las instituciones locales para conseguir nuevos usos urbanísticos en las instalaciones y, por fin, ofrecimiento a los trabajadores de condiciones concretas para la rescisión de sus  respectivos contratos. Normalmente las operaciones de recalificación urbanística y de liquidación de plantillas se subcontratan a empresas que, en sus relaciones con los agentes sociales de la empresa (trabajadores y sindicatos), evitan debatir sobre las razones reales de los cierres, que no deslocalizaciones. Ante este método de trabajo, los trabajadores se encuentran inermes, acuden a las instituciones públicas pidiendo socorro, pero éstas están igualmente desarmadas porque, en realidad, todo es consecuencia del sistema capitalista ultraliberal que nos conduce y sojuzga  a todos: instituciones y humanos. Hoy, estar en contra de las deslocalizaciones es estar en contra del sistema, es decir, ser antisistema, como los ocupas y tantos otros grupos de presión. ¿Debemos aceptar este hecho?
 
No. Hay que transformar el capitalismo porque hay suficientes síntomas que certifican su fracaso. La globalización es la coartada de los capitalistas: se trata de otro concepto ambiguo, sin significado, que las agencias de imagen al servicio de los neocons han presentado como un instrumento de armonización y hermanamiento de todos los humanos. Cada vez que algún grupo social actúa en un ámbito restringido se le intenta contrarrestar con el tópico fatuo de que en un mundo  globalizado debemos estar atentos a los mandatos y normas que nos llegan desde el corazón del Mundo. Pero el Mundo no tiene corazón, al menos, no tiene un corazón que bombee sangre por igual a todos los territorios y todas las gentes. (Para el capitalismo actual el corazón del Mundo está repartido entre el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio y el Banco Mundial). El éxito del capitalismo y su perdurabilidad se fundamentan en esas desigualdades, porque ellas garantizan que, en cada momento, nuevas áreas de oportunidad pobladas por gentes más necesitadas y menos exigentes, pasen a producir los beneficios copiosos que el capital y los capitalistas persiguen.
 
Las nuevas multinacionales están siendo conducidas por direcciones sin rostro ni código postal, instaladas en lugares insospechados en los que rehuyen cualquier tipo de control. A los dirigentes máximos de estas empresas Ziegler les llama atinadamente “cosmócratas”. Desde sus refugios ordenan el destino de los dineros hacia cualquier lugar del Mundo, amparados por la perversa globalización, principalmente hacia los lugares menos desarrollados a los que, desde su implantación, comenzarán a llamarlos con el eufemismo “países en vías de desarrollo”. Pero la globalización que usan los cosmócratas, se ha demostrado, que no es una oportunidad real de desarrollo ni es eficaz. En este Mundo globalizado hay demasiados cientos de millones de personas amenazados por el hambre, las pandemias y la miseria extremas. Se trata de personas que claman y piden que, al menos, les dejen llegar al mundo desarrollado para vivir en él aunque sea como los más inferiores, los últimos. Pero no, siempre no para ellos: el Mundo civilizado les dice que no, que son un problema, que son incómodos porque al fin y a la postre será necesario compartir una parte de la riqueza con ellos y repartir siquiera las migajas. El dinero traspasa todo tipo de fronteras, pero las fronteras se hacen infranqueables para las personas: quienes las superan se convierten en ilegales sometidos a tratos desiguales y  vejatorios en sus trabajos (igualmente irregulares o ilegales) y en sus condiciones de vida.
 
Es en este marco crítico en el que hay que encuadrar las deslocalizaciones empresariales. La Norma Foral aprobada en Bizkaia tiene la virtud de recordar que estas actitudes son perniciosas para la sociedad y el territorio en que se producen, pero es un instrumento débil y de dudosa eficacia para evitar las deslocalizaciones. La única solución pasa por cambiar el sistema imperante y obligar, desde los Estados, a que el capitalismo muestre su rostro humano, si es que lo tiene. Los Estados y las Organizaciones Internacionales tiene el deber y la obligación de coartar las perversísimas intenciones de los capitalistas ultraliberales actuales y poner sus fortunas y capitales al servicio de todos. No basta con desear que los humanos no pasen hambre ni se mueran de pobreza. La desigualdad es una afrenta que justifica sublevaciones y violencias, provoca guerras y las alimenta. De todas las guerras que hay en el Mundo, hay una que no se ha contabilizado como tal a pesar de ser la que tiene lugar en el ámbito más importante y extenso: la guerra económica. Las deslocalizaciones  empresariales son episodios de esa guerra.
 
La Norma Foral a la que he hecho alusión fue aprobada por unanimidad. Me sorprendió que izquierdas y derechas coincidieran en todo. En la sociedad de la abundancia caben estas coincidencias alrededor del testimonialismo. Sin embargo, los representantes de las organizaciones empresariales, que habían permanecido atentos al debate sobre el Impuesto de Sociedades que les rebajaba la imposición, se ausentaron en este debate porque bien saben que en poco les va a afectar. No es malo sobresaltar a los ciudadanos ante estos hechos pero debemos intentar ser más ambiciosos. Se trata de ponerle límites y vetos al capitalismo. Frente a la derecha económica y el socialliberalismo han de surgir una socialdemocracia exigente y un socialismo armado de humanismo y contundencia. El tiempo nos dirá si esta Norma Foral es algo más que un acicate de conciencias e ideologías.

Nota: Las Juntas Generales aprobaron la N.F. a la que hago alusión el pasado 27 de Marzo en Gernika.


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