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Sarkozy y el desafío reaccionario

Revista Trasversales número 7,  verano 2007



La reacción está en la calle. En EEUU pasa momentos de declive, pero saca sus huestes en Madrid, Roma, Lisboa, Moscú o Varsovia contra las lesbianas, los gays, las mujeres que deciden abortar. El islamismo extremista moviliza millones de personas y controla sus vidas. En España habría que retrocer muchos años para encontrar una derecha tan cohesionada y "militante", aunque minoritaria. En Francia, con una participación masiva, la propuesta más reaccionaria formulada allí en los últimos 60 años por una derecha de gobierno obtuvo un 53%.
Una acción "de masas", pues, complementa la llevada "desde arriba" por estructuras de mando políticas, militares, económicas, mafiosas y eclesiales, aunque no por ello se deban igualar casos tan diversos.

Y en eso irrumpe Sarkozy y expresa lo común de estos y otros movimientos reaccionarios: quieren menos libertad y quieren menos igualdad.
"Liquidar el 68" es liquidar modos de vida, emancipaciones, movimientos, autonomías, libertades, aspiraciones y relaciones que emergieron de aquella rebelión libertaria.
"Si quieres más, trabaja más", cada cual tiene lo que merece, no hay injusticia ni nada que redistribuir... En las cités o en los palais, cada uno en su sitio. Sin hipocresía "liberal", se proclama la estrecha colaboración entre el Estado y los ricos para entregar a éstos la riqueza común.

Quizás Sarkozy no vaya en Francia tan lejos como sus palabras, pues habrá resistencia… salvo que la soberbia de los “barones varones” socialistas liquide la reactivación de la izquierda ciudadana al hilo de la positiva campaña de Ségolène. Pero ya puede hacerse una valoración de la dimensión global que el llamamiento de Sarkozy tiene, por provenir de la "Francia republicana".
Sarko quiere ser un líder global, caballo de Troya de Bush en Europa  pero con alto protagonismo. Ya no se trata de frenar los avances de la UE, como Blair, sino de conducir la locomotora para modificar su rumbo.
Sarkozy llega "oportuno"... para los neocon, que son el eslabón débil de las élites imperiales. No generan hegemonía, odiados en el mundo y minoritarios en EEUU, aunque la cobardía del Partido Demócrata les dé aliento. Fracasan en Irak y Oriente Medio. Traicionan a la humanidad con su mofa del Cambio Climático. América Latina, no sin deformaciones autoritarias, escapa de su control y vive interesantes experiencias de creatividad social, de gobernancia y de gobierno. Justo en ese momento de extrema debilidad, los neocon reciben refuerzos ¡desde Francia!, que podrían permitirles postergar su derrota y, sobre todo, desviar los beneficios de ésta hacia reaccionarios de igual o peor calaña.

Esa es la importancia estratégica de Sarkozy. Una UE reforzada constitucionalmente sería una grave brecha en la muralla reaccionaria y un revés para el "Golpe de Estado" global neocon. Ciertamente, la izquierda, la que gobernó sin generar entusiasmo europeísta y la que rechazó el Tratado Constitucional sin fuerza alternativa, dejó ese proyecto en estado de coma. Pero Sarkozy quiere matar al enfermo, asegurarse de que no resucite, cortar por lo sano las iniciativas para encontrar una fórmula aceptable para Francia y Holanda pero que mantenga el cuerpo principal político y simbólico de la Constitución. La misma fórmula "mini tratado" demuestra una clara voluntad de minusvaloración, de arreglar las cosas entre 27 personas, de no generar entusiasmo, de salir del paso con remiendos "funcionales" y, desde luego, de obstruir la emergencia de la Unión Europea como espacio de acción política y de conflicto social.
La relación de fuerzas ha girado en la UE a favor de la reacción tras el "No" en Francia y Holanda, la evolución de Polonia y el triunfo de Sarkozy. Pero nada está decidido y la ciudadanía activa y los gobiernos de los países que respaldaron la Constitución, muy especialmente el de España, podrían hacer frente a ese plan, defendiendo cada uno de los avances del Tratado Constitucional sobre el Tratado de Niza, aunque puedan formularse con estructura más simple. No es éste el momento de la capitulación. Primero se pelea, luego, ya veremos.

Este desafío reaccionario, de caras diversas, plantea la cuestión de lo que, a falta de palabra más adecuada, llamaremos "la izquierda".
Afrontamos una crisis, crisis de los partidos, de las instituciones, de la representación, crisis, también, de los movimientos... Es tema para otro momento, pero lo que no podemos permitirnos es derrochar fuerzas, desperdiciar oportunidades por no ser “lo bastante buenas”, ni comprometer la autonomía de los movimientos o aceptar el “vota y calla” de los partidos, ni “pasar” de los procesos electorales, ni aceptar que resentidos destrocen a quienes en el mundo gris de la política institucional aportan un poco de aire fresco, como ocurrió en Italia con Occheto y algunos quieren hacer con Zapatero y Llamazares en España o con Ségolène en Francia.

Tal vez haya que instalarse en la crisis, vivir en ella. Quizá la solución sea una ininterrumpida sucesión de crisis creadoras y un hacer pragmático y experimental guiado por la convicción de que queremos más libertad, más igualdad y más felicidad para todas y todos en un mundo sostenible. Lo demás es "táctica" a resolver en el día a día, desde la diversidad de las ideas y de los movimientos.
Sarkozy ha zanjado la falsa polémica sobre las prioridades de la libertad y de la igualdad: ni libres ni iguales. Zanjémosla también: libres e iguales.
La reacción, se llame Bush, Benedicto XVI, Putin o Bin Laden, es poderosa, pues se sostiene sobre el miedo, la ambición y la dominación, pero nosotras y nosotros también somos poderosos cuando nos sostenemos sobre el amor, la cooperación y la inteligencia colectiva, con la ventaja de que, pase lo que pase, esa es la forma más alegre y generosa de vivir.


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