Trasversales
Benjamín Lajo Cosido

Revolución en la cocina

Revista Trasversales número 7,  verano 2007


La vida es corta, pero puede ser ancha. Creo que todo depende de la intensidad de cada una. Hay vidas, que siendo breves, nos dicen más que otras vidas longevas que han conseguido abarcar todo un siglo, sin que por ello sean menos interesantes.
Recuerdo una anécdota que leí en un libro de Hans Magnus Enzensberger, El corto verano de la anarquía, un ensayo muy ameno que nos acerca con precisión a la realidad de aquel verano que inició la Guerra Civil, y habla también de la vida del revolucionario libertario, Buenaventura Durruti.
Imagínense a un mecánico ajustador, con unas manos que todo lo hacen pequeño; una mirada capaz de congelar a cualquiera, sin distinción de clase; con una vida dura, acostumbrada a las tragedias, en lucha permanente frente a la injusticia del momento. Aquellas grises décadas de los años 20 y 30 del siglo pasado. Dispuesto a defender, incluso a tiros, la dignidad que amenazó la sinrazón gobernante; uno de esos a los que, precisamente a tiros, pretendieron someter los poderosos de su época.
No debemos olvidar que, con dos millones de afiliados, la CNT, sindicato obrero al que sigue perteneciendo ahora, ya muerto, se posicionó en las barricadas y en las trincheras, pero no sólo para vencer al Terrorismo Blanco del Estado, que escribió con certeza Pere Foix, sino que además, estaban convencidos de que su revolución era también la revolución con la que estaban dispuestos a cambiar el mundo.
La anécdota de Durruti que nos cuenta Enzensberger en su libro es un ejemplo del pensamiento de esos revolucionarios y revolucionarias de los años 20 y 30 del siglo pasado; como ya he dicho, años grises, cargados de odio, sangre y fuego.
Al parecer, unos compañeros de Durruti fueron a buscarlo a casa. Su compañera Emili estaba en esos momentos trabajando de acomodadora en un cine y estaba ausente. Llamaron a su puerta, y, al abrir, Durruti apareció con un delantal secándose las manos con un trapo. Los compañeros lo observaron sorprendidos ya que nunca lo vieron así. No tardaron en despertarse las risas de sus compañeros ante la imagen. Durruti, muy serio y contundente, dijo: Si no habéis entendido esto, es que no habéis entendido nada. Con un portazo cerró la puerta, dejando sin palabras a sus compañeros. Este metalúrgico leonés, hijo de un ferroviario, perseguido junto a otros libertarios por acciones revolucionarias en varios países. Quizás sea el proceso de Francia, por intentar atentar contra Alfonso XIII, el más recordado, del que salieron por la eficiente defensa el abogado de Sacco y Vancetti, Fred Moore. Esta vez sí pudo librar a nuestros libertarios, pues desgraciadamente no lo hizo con ellos.
Proclamaron al iniciarse el conflicto en España, que la teoría libertaria podía ponerse en práctica, como sucedió aquel verano de 1936, en un breve espacio de tiempo, al colectivizar la tierra y socializar la industria. Sabían que era posible vivir de otra manera. Por algo que dijo Durruti: Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones.




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