Trasversales
Mª Luisa Montero García-Celay

La coeducación hoy

Revista Trasversales número 7,  verano 2007

Mª Luisa Montero García-Celay es Licenciada en Filosofía y profesora de Instituto de Filosofía y Ética.



Comenzaré explicando qué significa esta palabra para quienes no la conozcan. La coeducación se refiere a una cierta manera de entender la educación de chicos y chicas: los partidarios y partidarias de ella han sido, en cada época, aquellas personas que creían que hombres y mujeres debían educarse conjuntamente y recibir la misma educación.
Todos y todas tenemos claro hoy día que la educación es un derecho fundamental de tod@s los seres humanos, pero no está de más recordar el camino que ha hecho posible que esto sea así.

Las bases del actual sistema educativo comienzan a construirse en Europa a mediados del siglo XVIII. Según las ideas educativas vigentes entonces, hombres y mujeres fueron creados por Dios para desempeñar destinos sociales distintos y, en consecuencia, también su educación debía ser muy diferenciada. La justificación teórica viene de la mano de Rousseau que se erige como padre indiscutible de la pedagogía moderna al constituirse como punto de referencia de todas las propuestas pedagógicas de los siglos XIX y XX. En coherencia con la idea de los destinos sociales, Rousseau plantea unos principios totalmente diferenciados para la educación de niños y niñas: para Emilio (protagonista masculino de su libro Emilio o De la Educación 1762) el proceso educativo se basa en la experiencia y en el respeto a su personalidad, y debe proporcionarle los conocimientos adecuados para convertirse en un sujeto con criterios propios, libre y autónomo; por el contrario, la educación de Sofía (protagonista femenina que aparece en el último tomo de  su obra Emilio) debe ir encaminada a hacer de ella un sujeto dependiente y débil. Piensa Rousseau que el destino natural (biológico) de la mujer es servir al hombre y, por tanto, una educación semejante a la de Emilio, que la convirtiera en un ser autónomo, la perjudicaría para el resto de su vida. Aconseja emplear en la educación de la mujer todos los medios posibles para forzarla a aceptar su papel subordinado. Y esto es así porque considera que la naturaleza ha creado distintos a hombres y mujeres, les ha dado intereses y capacidades también distintos. La contradicción queda patente: si la naturaleza dictamina el destino social de las mujeres, ¿cómo es que hay que enseñarlas, incluso forzarlas, para que lo cumplan?

¿Era el modelo educativo de Rousseau el único propuesto en su época?
Francois Poulain de la Barre, racionalista francés seguidor del pensamiento cartesiano, escribe en 1673 De los dos sexos, Discursos físico y moral donde se ve la importancia de deshacer los prejuicios y De la educación de las damas en 1674. También francesa, Olympe de Gouges escribe su Declaración de los Derechos de la mujer y de la Ciudadana en 1791(fue guillotinada el 3 de noviembre de 1793). En 1792 Mary Wollstonecraft publica su obra Vindicación de los Derechos de la Mujer en Inglaterra. Todas las obras mencionadas defienden con muchos y variados argumentos la misma educación para las mujeres y para los hombres. Como se puede comprobar, las obras citadas son unas anteriores a las de Rousseau y otras posteriores (de hecho, Mary Wollstonecraft plantea su obra como réplica al Emilio). La Historia que nos cuentan los libros de texto nunca se detiene en descubrirnos otras caras  de esa misma Historia; no se sabe cómo ni por qué quedan ocultas e invisibilizadas…
En España, las leyes educativas de los siglos XVIII y XIX explicitan claramente que niños y niñas deben educarse en escuelas distintas y recibir enseñanzas también distintas. Es a finales del siglo XIX cuando aparecen propuestas que defienden la escuela mixta, es decir, que los niños y niñas se eduquen en los mismos centros y puedan tener acceso por igual a los estudios medios y superiores. Emilia Pardo Bazán, como consejera de Instrucción Pública, propone en el Congreso Pedagógico de 1892 la coeducación a todos los niveles, con objeto de superar la división de funciones asignadas al hombre y a la mujer. Sin embargo, esta propuesta no es aprobada en las conclusiones finales. La postura de Emilia Pardo Bazán apoyaba la experiencia educativa que desde 1876 hasta 1938 llevará a cabo la Institución Libre de Enseñanza, cuyos principios pedagógicos se  vinculan  a la coeducación e implican la revisión de los roles sociales de uno y otro sexo. En la Segunda República, cuando la coeducación fue admitida y considerada necesaria, sólo una minoría de centros llegó a tener carácter mixto. Al final de la guerra civil queda cerrada, por un largo periodo de tiempo, la opción de la escuela mixta. La legislación franquista prohibirá de nuevo la escolarización conjunta de niños y niñas en los niveles primarios y secundarios.

Hasta los años setenta no se modificará la Ley General de Educación, fruto de las transformaciones sociales y económicas habidas en el país. Dicha ley anula la prohibición de la escuela mixta y crea las condiciones legales que favorecen su extensión; asimismo, generaliza en la Enseñanza General Básica el mismo tipo de currículum para niños y niñas, al establecer una enseñanza homogénea que duraba hasta los trece años. En la actualidad, como todo el mundo sabe, la enseñanza es obligatoria hasta los 16 años.
Con la generalización de la escuela mixta se consiguieron avances muy importantes en la educación de las mujeres. A partir de ese momento desaparecieron las distinciones entre lo que se consideraba un saber apropiado para los niños y lo que era apropiado para las niñas y l@s jóvenes en general, o entre las actividades que debían realizar. Parecía que la coeducación iba a convertirse en un hecho poco a poco. Pero pasaron los años y las consecuencias de esta educación no se trasladaron al ámbito social, donde la desigualdad sigue patente, tanto por el tipo de profesiones y estudios que eligen las mujeres como por el rendimiento económico y de status que obtienen de ello.

Para comprender las causas de este fenómeno, varios estudios se han encaminado al análisis del currículo oculto, es decir, de las pautas de carácter no formal y sobre todo ideológico que se transmiten en la práctica escolar. El término coeducación simplemente ya no puede designar un tipo de educación en el que las niñas y  las jóvenes hayan sido incluidas en el modelo masculino, ni parece suficiente la enseñanza mixta. No puede haber coeducación si no hay a la vez fusión de las pautas culturales que anteriormente se consideraban como específicas de cada uno de los géneros. Por consiguiente, el tema requiere mayor atención si efectivamente se está dispuesto a alcanzar un modelo realmente igualitario, como se recoge en la Constitución y en los objetivos generales de todo el sistema educativo.
Existen diferentes ámbitos para analizar esta cuestión: el lenguaje que utilizamos, las relaciones interpersonales dentro de la comunidad educativa… Pero no me voy a extender en ello. Por el momento baste como botón de muestra un estudio realizado recientemente sobre quiénes son los personajes que aparecen en los libros de texto del primer ciclo de E.S.O. y cuáles son sus papeles [El harén pedagógico, “Perspectiva de género en la organización escolar”, M. Ángel Santos Guerra (coord.), Ed. GRAÓ, 2000]. Un resumen esquemático de dicho estudio se recoge en las tablas siguientes. En ellas se puede observar la abrumadora desproporción encontrada entre personajes masculinos y femeninos.

Cuadro 1 Habrá quien argumente que la desproporción de estas cifras se debe a que se refieren al pasado y que la realidad actual es bien diferente. Pero un análisis atento revela que el hecho de que las mujeres aparezcan, en alto grado, como diosas, madres, esposas, princesas, etc., no puede atribuirse a que estos textos se refieran a tiempos pasados, puesto que los materiales estudiados no sólo tienen como referencia la historia antigua sino que se centran también en la realidad social contemporánea.

Cuadro 2 Por otra parte, de la observación de las tablas se podría concluir que los protagonistas de la construcción de la realidad social e histórica han sido, sin duda, los hombres. Si las cosas han sido y son así, en aras de la objetividad, no habría nada más que añadir. Pero no se puede hablar de objetividad si se describe sólo una parte de la realidad: al no cuestionar ni ofrecer argumentos que expliquen la ausencia de las mujeres en determinados ámbitos ocupacionales y sociales, estos textos transmiten una imagen parcial, inexacta e incluso irreal de la contribución de las mujeres a la creación y sostenimiento del mundo en todos los momentos y sociedades. Tanto la Historia como nuestra realidad actual tienen un haz y también un envés, y pocas veces se nos muestran las dos caras.






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