Trasversales
Armando Montes

Discriminación y Despilfarro

Revista Trasversales número 7,  verano 2007

Textos del autor
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Joaquín Leguina está “sembrao”. En nombre de la libertad individual y contra la intromisión del Estado en nuestros modos de vida, ardió en furias por la prohibición de fumar en los centros de trabajo. Muy simpático, si no fuese porque en España no está prohibido fumar, sino -y sólo en algunos espacios protegidos- obligar a fumar a quien está a tu lado y porque no dice ni palabra contra las prohibiciones reales: consumo de cannabis y otras sustancias sicoactivas, eutanasia o aborto salvo algunos casos excepcionales. En vez de protestar contra ingerencias inexistentes podría hacerlo contra las reales.

Pero la gran fobia de Leguina son las “leyes de igualdad” y la recién estrenada representación equilibrada en las listas, contra la que carga en su blog. Lo hace con tres “ideas”.
Dice Leguina que esa norma perjudica a las mujeres:
“cuando el sistema de evaluación de méritos y capacidades es objetivo (exámenes académicos u oposiciones), con todos los defectos que se le quiera poner a esas pruebas, las mujeres aventajan a los hombres”.
Pero también que discrimina a los hombres:
“el número de hombres afiliados a los partidos triplica y hasta multiplica por cuatro al de mujeres. Por lo tanto, al aplicar la paridad se reduce –a un tercio, incluso a un cuarto- la probabilidad que tienen los varones de entrar en una lista respecto a esa misma probabilidad en las mujeres”.
Cierra su ataque don Joaquín con esta conclusión: “La discriminación suele traer aparejado un despilfarro de recursos humanos”.
Creo que no da ni una, salvo en la última conclusión, aunque la primera frase también sea cierta en lo que dice pero no en lo que calla. Vayamos por partes.

¿De dónde se saca Leguina que los partidos forman sus listas y distribuyen cargos con un sistema de evaluación de méritos y capacidades? Fue secretario general de la FSM y presidente de la Comunidad de Madrid, así que debería saber que con frecuencia en ese sistema lo único “objetivo” que suele haber son los objetivos de quienes pueden influir en las listas.  A veces son elegidas excelentes personas muy capacitadas pero en otras son inútiles o reconocidos “presuntos corruptos”.
En el grupo socialista de la I Legislatura de la Asamblea de Madrid hubo 44 hombres y 7 mujeres, y creo recordar que en su primer gobierno regional la única mujer era María Gómez de Mendoza. ¿Ese desequilibrio derivaba de una “selección objetiva”? Menos cuentos.
La selección de candidatos se hace desde el poder, con más o menos paripé de consulta “a la base”. Se selecciona desde el poder para autoreproducir el poder. El poder en los partidos sigue siendo masculino; de hecho, es algo menos masculino gracias a las mujeres que lograron atravesar ese embudo pese a todo y a la exigencia de paridad de esas otras mujeres a las que Leguina condena como oportunistas que defienden el equlibrio representativo para aumentar sus oportunidades personales. El poder masculino quiere autoreproducirse como masculino, así que impone un embudo masculinizado, en cuanto a formas de vida y comportamientos, para la selección de las élites.

Vayamos a su segunda “gran idea”. Según él, al ser las mujeres menos del 40% de los afiliados, la representación equilibrada “reducen las posibilidades” de los hombres. Es raro que a Leguina le parezca mal hacer porcentajes sobre la población pero se dedique a ello sobre los miembros de los partidos.  Para empezar, la Ley de Igualdad habla de la representación de toda la sociedad en instituciones comunes. Las candidaturas que el PSOE presenta en un municipio no “representarán” al PSOE, sino, en la cuota que les den los votos, a la población de ese municipio. Debería haber vías de influencia social sobre las candidaturas de los partidos, pero dejemos eso para otro momento, aunque no sin decir que lo discriminatorio sería en todo caso que, a la hora de decidir una candidatura para representar a toda la población, de la que la mitad son mujeres, sólo se cuente, si se contase, con los miembros de una organización en la que, según Leguina, las mujeres están en franca minoría. ¿Méritos o carnet del partido?

Pero preguntémonos por qué hay más hombres que mujeres en los partidos. Los partidos se han construido como partidos de hombres y para hombres. Están hechos a nuestra imagen y semejanza, con reuniones interminables, pérdida de tiempo en complots y pavoneos diversos, luchas de poder, desinterés por los problemas reales de la gente. Los actuales partidos no son “acogedores para las mujeres”, como tampoco lo son para los jóvenes.
La trampa está hecha. ¿Quieres afiliarte? Vale, pero si quieres que “se te vea” debes aguantar asambleas en la que se mirará como loca a aquella que trate de hablar de política y a la que no le interese decidir con qué bando del partido nos colocamos. ¿Quieres tener un papel dirigente en la agrupación? Vale, si queda hueco, si no se lo quitas a alguno de los que partimos el bacalao, si es una tarea que da curre y poco “esplendor”, si estás dispuesta a perder varias horas en un local sin vida o quedarte hasta las 12 de la noche en una reunión absurda, si aciertas a montar en caballo ganador… Y así sigue la carrera, en la que los hombres, además, contamos con la complicidad de la distribución desigual de las responsabilidades domésticas que absorven mucho más tiempo de las mujeres. Muchos políticos “dedicados” sólo pueden estar tan disponibles porque alguien les hace lo que deberían hacer ellos.

Claro está que hay mujeres que, dada su energía y capacidad, logran romper esas reglas del juego. Y también, claro está, que habrá alguna de escasa capacidad, ¿quién ha dicho que los hombres pueden ser incapaces y corruptos sin que eso manche a los demás hombres mientras que las mujeres deben ser perfectas para que no sean acusadas y despreciadas todas ellas?
¿Hay que transformar los partidos? Claro está. Pero para eso hay que romper el espinazo a toda esa “cultura del poder”. Por la fuerza. Por la fuerza de las leyes, entre otras cosas. El papel público de un número creciente de mujeres es uno de los mayores revulsivos disponibles para renovar los partidos y sus funcionamientos. ¿Que hay menos mujeres en los partidos? Razón de más para decirles: vais a tener que esforzaros en no cerrar paso a muchas de esas mujeres capaces que queréis dejar en lugar subordinado.

En una cosa estamos de acuerdo: “La discriminación suele traer aparejado un despilfarro de recursos humanos”. Pero pretender que lo que hay es una discriminación de los hombres, cuando nada hay más evidente que la situación discriminada de las mujeres, es una burla al sentido común y al sentido de la justicia. Pretender que los esfuerzos de las mujeres para lograr su plena emancipación generan discriminaciones y subordinaciones de los hombres no es más que el lamento del dominador aterrorizado ante el avance de la libertad y de la igualdad.

Aunque, en realidad, sí hay despilfarro de recursos humanos masculinos. Pues seríamos más productivos asumiendo más responsabilidades domésticas y perdiendo menos tiempo en plus-presencia laboral ineficaz y en juegos de poder.
Claro que hay hombres capaces y con méritos, posiblemente menos que mujeres, pero los hay. No hay motivo de inquietud, pues la ley asegura a tales hombres al menos un 40% y nada hay que lamentar si se caen de las listas algunos “hombres florero”, para usar irónicamente el término que algunos han usado contra las mujeres.

Lo que debe acabar es que ser hombre sea considerado, implícitamente, un mérito. La “espontaneidad” igualitaria de las organizaciones no se ha logrado. Si el primer “gobierno Leguina” en Madrid hubiera sido 5-5, en vez de 9-1, tal vez el ejemplo habría cundido y no habría hecho falta una ley. Pero como no fue así, toca que la ley lo haga. Gracias a ello, por ejemplo, el número de concejalas ha aumentado en varios miles (se calcula, por ahora, que unas siete mil más). Y lo harán tan bien, mejor o mucho mejor que los hombres a los que han sustituido.


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