Trasversales
Vicent Álvarez

Hacia la izquierda del siglo XXI

Revista Trasversales número 7,  verano 2007

Textos del autor
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La izquierda es plural, siempre lo ha sido muy a pesar de quienes se han ido proclamando como la única izquierda. Hablamos de izquierda por simplificar, pues más bien deberíamos hablar de izquierdas. Este reconocimiento de la diferencia o pluralidad conduce a eliminar el sectarismo que ha caracterizado las relaciones entre las izquierdas, las de signo libertario, las socialdemócratas, las comunistas o el más reciente caso de la izquierda verde o ecosocialista.
Como Vázquez  Montalbán nos hacía ver en su libro Panfleto desde el planeta de los simios, no hay verdades absolutas, hay “no verdades” evidentes. Y ante esas “no verdades” hay mucho que poner y hacer en común. En nuestro caso, en las áreas del planeta ricas, desarrolladas, las izquierdas se enfrentan ante fenómenos emergentes, ante cambios cualitativos. La socialdemocracia y los restos de la tercera internacional, los partidos comunistas, no son ya las únicas respuestas institucionales, ni las únicas alternativas que entran en liza en el combate político. Las versiones libertarias ya hace tiempo dejaron el espacio político, para reducir su acción al económico y sindical. Sin embargo, hay nuevas opciones.

Los principales referentes políticos de la izquierda ya no son sólo socialistas y comunistas. Hay una necesidad de poner al día la praxis, la teoría, los idearios, las propuestas. Y es que algunas previsiones, algunas verdades de otros momentos, han dejado de tener vigencia y credibilidad. Todo eso sin negar la virtualidad de propuestas emancipadoras, igualitarias, en un mundo en donde en algunos casos se mantienen las desigualdades y en otros aumentan.
Centrándonos en nuestra área occidental, pues los países del llamado tercer mundo tienen su especificidad,  constatamos una serie de fenómenos determinantes que no pueden obviarse: la caída del muro, es decir, el desplome del comunismo; la dilución ideológica de la socialdemocracia; la emergencia de la centralidad ecológica. Esto por el lado de la izquierda; en cuanto a la derecha también cabe registrar nuevos enfoques, como eso que han llamado la revolución conservadora.

Una tradición importante y muy presente en un momento del siglo XX fue la comunista, las experiencias nacidas de la revolución bolchevique, determinarán rupturas con los partidos socialistas y la creación de un modelo a seguir, modelo que, cuestionado por sus propios errores, se desintegraría a finales del siglo XX. Los partidos occidentales nacidos sobre la base de tal modelo han quedado huérfanos, aunque siguen manteniendo algunas de sus verdades e intentan hoy su refundación, conservando, eso sí, parte de su legado.
Quizás un elemento que ha ido cuestionando esa tradición, y la opción comunista sea reconocer algunos errores de Marx, especialmente el vínculo que ha caracterizado al comunismo entre conciencia política y posición de clase; la realidad  nos ha evidenciado, a juicio de una revisión marxista, cómo las decisiones y las opciones políticas en nuestras latitudes no nacen necesariamente de la posición económica.

Aquello de “clase obrera igual a izquierda” y todo un conjunto de construcciones que explicaban los cambios en función de la centralidad de la lucha obrera, es cuestionado por muchos de quienes queremos cambios de base. Es cierto que el mundo ha de cambiar de base, pero esa tarea no implica un hilo único conductor.
Las desigualdades son de naturaleza diversa y causas diversas. Siendo críticos con el sistema, estamos cuestionando, además de las desigualdades nacidas del hecho económico, otras que afectan al sexo, a la cultura, a la cualidad, al equilibrio hombre-naturaleza. La misma democracia representativa es un valor en sí a ampliar y mejorar, y no eliminar como se pretendía en aras de la democracia económica o proletaria.
En la presente sociedad experimentamos la necesidad de unas alternativas de cambio cualitativo. Jordi Borja escribía, en un reciente artículo, cómo tras el desplome del comunismo hacía falta un nuevo “fantasma” que recorriera el mundo, es decir, nuestras sociedades. Esto apunta a otra cuestión: la ausencia de elementos alternativos en la gestión de los partidos socialdemócratas. Estos han convertido su práctica en una gestión burocratizada y formal. Así, por ejemplo, la teorización de la “tercera vía” de Giddens no es más que la plasmación sobre el papel de lo que viene haciéndose desde hace tiempo.

Frente a estas dos referencias imprescindibles de la izquierda clásica, la del siglo precedente, hay una dimensión ecológica que nos ofrece un nuevo paradigma. Puede que  este elemento, el conflicto entre la política existente y la sostenibilidad sea en algunos casos de gran relevancia, no obstante, ello no pone fuera de juego a otros factores, también, centrales en el ideario socialista.
Si la política “verde” como elemento emergente se convirtiera en otra centralidad única, un “nuevo hilo conductor” sustitutivo del resto de factores, estaríamos incurriendo en el mismo error en el que se incurrió la simplificación del marxismo. Algunos partidos verdes están convirtiendo su verdad en una nueva verdad absoluta, y eso a mi juicio puede dar paso a un dogma.

Pese a todo, la izquierda se ha ido conformando con verdades parciales en muchos casos, y de ahí, también, la complementariedad, y la necesidad de sumar y colaborar. El tripartito  de Cataluña no es el resultado del azar o de la imperiosa necesidad del momento, la alarma que tal hecho abre en la derecha demuestra que la expectativa de más tripartitos es un peligro serio para ella. En este extremo, la izquierda nacionalista, con sus propios subjetivismos y utopías, tiene que ser realista si quiere gobernar.
Estamos, pues, obligados como ciudadanos, y, si cabe todavía más, como militantes y afiliados a entrar a fondo en el problema. En el seno de nuestras fuerzas políticas hay en mayor o menor medida debates abiertos y pendientes, los hay en Izquierda Unida, explícitos a la vista de la refundación del PCE, los hay en el PSOE, aunque de baja intensidad, y entre los verdes qué vamos a decir, su fragmentación  pone de manifiesto que urge una ampliación del ideario y las propuestas.

Apostando como apuesto por una vía ecosocialista, tras mi experiencia de compromiso político, pienso que tal vez muchas verdades propias y ajenas deben de revisarse, y sobre todo que la insatisfacción de la que nos hablaba Agnés Heller, propia de la izquierda, nos obliga a buscar nuevas formulaciones, a la síntesis entre tradición y la puesta al día. Tampoco cabe olvidar la necesidad de que las “verdades parciales” sumen sus energías en proyectos comunes, incluso gobiernen, como se está empezando a hacer en ámbitos autonómicos y municipales.
La izquierda, no sólo los partidos, sino sus apoyos, sus votantes, sin olvidar sus líderes, están abocados a la puesta al día, a  cambios en sus formes de actuar, en sus mensajes a la sociedad, en abrirse a la cultura de la colaboración o, si se quiere complementariedad, ante la evidente ofensiva conservadora -la lección del caso Sarkozy es elocuente- que ha encontrado, en muchos casos,  apoyos entre sectores tradicionalmente de izquierda, y que hoy se sienten satisfechos.



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