Trasversales
Josu Montalbán

Sobre las tropelías acontecidas en el Chad

Revista Trasversales número 8,  otoño 2007, versión electrónica

Textos del autor en Trasversales



Leo un titular de periódico que me provoca de inmediato dos reflexiones: “La población de Chad se une como una piña contra los europeos”. El detonante ha sido el intento de secuestro de 103 niños originarios de la zona fronteriza con Sudán por parte de una ONG francesa. Los niños, que fueron presentados a la opinión pública como huérfanos, han resultado no serlo. Sin embargo, eran buenos para ser vendidos y explotados en otras partes del Mundo civilizado. En Darfur, que se ha convertido ya en una ciudad mítica de esta modernidad próspera en que vivimos, por la miseria que soporta y los conflictos raciales que han provocado una guerra de bastantes años, sobrevuelan los buitres disfrazados de ángeles y, dado que hay poco para rapiñar, quieren negociar con los niños. Primero los recogen en campos de refugiados para protegerles de los suyos y luego se los llevan para darlos en adopción o para adoctrinarlos en el sexo o para que trabajen de sol a sol en cualquier país, quizás asiático, de esos que están despertando al progreso. Hasta esto puede llegar la civilización y el desarrollo humanos.

La primera reflexión que me aflora es sobre el papel de las ONGs en los países del Tercer Mundo y, sobre todo, sobre la laxitud con que se controlan las acciones de estas ONGs. En este caso se trata de una organización cuyo nombre ofrece muchas dudas: El Arca de Zoé. Ofrece dudas porque parece rebuscado, es demasiado bello y demasiado ambiguo. Su fundador fue anteriormente presidente de la Federación francesa de vehículos todoterreno. Curiosa evolución: de divertido conductor de coches todopoderosos a los que no se les oponía ningún escollo a evacuador de niños huérfanos de África. La verdad es que la organización de Eric Breteau, -que así se llama el fundador de El Arca de Zoé-, es una de las 54 ONGs que están operando en Darfur del Sur, de las que más de la mitad son occidentales, es decir, europeas. Probablemente avaladas por los gobiernos de sus países de origen y homologadas por los organismos internacionales (la ONU entre otros), las ONGs hacen y deshacen en aquel caos organizativo que son las áreas en conflicto donde la pobreza, la hambruna y la peste propician que embaucadores y oportunistas hagan el agosto.

Darfur es el lugar ideal. Ante una fotografía del campo de refugiados de Nyala caben todas las interpretaciones. Mujeres ataviadas con vistosas y deslumbrantes sayas de seda cuidan a sus niños. “Aquí cuidamos a los niños lo mejor que podemos”, dice una nativa que trabaja en los campos. ¿Porqué no dejarles que lo hagan en paz? ¿Porqué no facilitarles la paz para que se desarrollen en ella? ¿Habremos perdido todas las posibilidades de recuperar África para la civilización para siempre? La rivalidad entre las ONGs occidentales y las árabes facilitan este batiburrillo en que criminales o aprendices de ello como este mesías que dirige El Arca de Zoé. Pero además, la ONG francesa trasladó a los niños que quería transportar a Francia usando materiales que habían sido cedidos por la ONU. Lo más lógico es que la organización francesa sea inhabilitada automáticamente por su gobierno y por la propia ONU. Lo lógico es también que las demás ONGs eleven sus voces en contra de este impostor del humanitarismo. Lo lógico es que Eric Breteau sea puesto, preventivamente, a buen recaudo. Lo lógico es que la Política ocupe su lugar en el gobierno de los pueblos y la protección de los humanos, sin depositar su responsabilidad en manos de quienes no garantizan el cumplimiento de las responsabilidades. Las ONGs constituyen un instrumento fundamental en el desarrollo de las sociedades, pero pueden ser un peligro para lo mismo que persiguen cuando caen en manos de desalmados. Estoy seguro de que alguna ONG operante en Chad o Sudán tiene un presupuesto mayor que el de cualquiera de los dos países. Urge que se articulen mecanismos que extremen el control de las ONGs. El descrédito de gobiernos totalitarios como el de Chad no supone, de forma automática, el crédito de cualquier ONG que trabaje en su territorio.

La segunda reflexión deriva de la reacción de los habitantes de Chad contra los europeos. “Los franceses, a los que tanto queríamos porque nos dieron su lengua, han hecho lo nunca visto”, ha dicho Omar con indignación. “Dicen que vienen a ayudar y luego cometen estos crímenes terribles”, también dijo Omar. Autoridades del área del conflicto consideran que se trata del “precio que los rebeldes deben pagar a los franceses, es el precio por buscar protección extranjera...Me temo que no es la primera vez que sucede, lo que pasa es que ahora se ha descubierto”. Parece más que probable que serán expulsadas algunas ONGs occidentales: “Que hay demasiadas ONGs occidentales aquí no es una opinión, es un hecho”. Este comportamiento recuerda al de los grupos ultraderechistas de nuestros lares, que abogan por cerrar las puertas a la emigración extranjera acusándoles previamente de comportamientos y actitudes incívicas, delincuencia y constitución de mafias. ¿Podemos los europeos protestar ante una expulsión de occidentales de Chad o Sudán sin avergonzarnos de nuestras actitudes acres con los rumanos, colombianos, kosovares, etc, que viven entre nosotros?

Chad nunca ha sido lo que han querido los chadianos. Ni siquiera ahora que es un país independiente. En 1900 fueron Francia e Inglaterra quienes decidieron que Chad se incorporara a la zona de colonización francesa. En 1958 se le dio la autonomía dentro de la Comunidad Francesa, y dos años después alcanzó la independencia. Desde entonces, casi cincuenta años hace, sólo ha habido dictadura y guerras tribales y étnicas. La esperanza de vida apenas superaba los 45 años en el 2000, y la mortalidad infantil es muy grande. El analfabetismo alcanzaba el 85%. Pues bien, al iluminado de El Arca de Zoé solo se le ha ocurrido, para liberar a los chadianos, robarles los niños y convertirlos en dinero para sus arcas de caudales.

Lo importante de todo esto será impulsar un nuevo modo de comportarse de los gobiernos y organismos de los países desarrollados, las medidas que tomen los organismos internacionales y la beligerancia que pongan las ONGs occidentales al condenar el malvado y miserable comportamiento de su “colega” El Arca de Zoé.

P.D.  Este artículo ha sido escrito cuando aún no se ha resuelto el caso completamente, pero las reflexiones ya son válidas, y no parece que la evolución del caso pueda llevar a otras diferentes.

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