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Preocupación por el cambio

Revista Trasversales número 8,  otoño 2007




Nos preocupa el futuro del cambio político y social. Lo conseguido durante esta legislatura es importante y valioso, con balance francamente positivo, pero el proyecto reformador presenta signos de fatiga:
- Cierto distanciamiento o desapego entre la base social del cambio y su expresión en una política institucional que, en los últimos meses, ha recurrido demasiado a los datos macroeconómicos ante las quejas de quienes tienen problemas.
- Cierta sensación de que el proyecto de cambio está en una encrucijada y ha comenzado a chocar con topes para cuya superación se requiere más audacia en ámbitos como el laicismo, la política fiscal y redistributiva o la acción contra la especulación inmobiliaria.
- Una indefinición creciente (manejada de forma bochornosa en Navarra) de la estrategia de alianzas para una mayoría parlamentaria progresista, necesaria al ser altamente dudoso que un sólo partido obtenga mayoría absoluta.
- Desdibuje del incipiente proyecto federalizante para la articulación de la España plural que dejó huella positiva en el proceso de reforma de los estatutos pero que ahora parece estar a la defensiva frente a la proliferación simultánea de proyectos de recentralización y "particularismos" que paralizan la ley de dependencia, sabotean en diversas comunidades la aplicación de leyes de rango estatal -Educación para la ciudadanía, por ejemplo-, desestabilizan experiencias de gobiernos plurales progresistas, promueven inoportunas e insentatas consultas de las que sólo se beneficiará ETA o anuncian ya una estrategia de reforma constitucional recentralizadora que recorte las competencias de las autonomías.

Ahora bien, ¿cuáles son las causas de estos síntomas? Hay varios factores:

- La presión del PP y de la Iglesia Católica contra las reformas progresistas. Su extremismo ha tensado las filas de la derecha. No han ganado nuevos adeptos ni prestigiado a su líder, mas no debemos menospreciar su efecto de freno sobre el cambio.
- La creciente presión de sectores conservadores del PSOE y de medios afines que nunca convivieron a gusto con el “proyecto Zapatero”
- El fracaso del “proceso” que buscaba el fin de ETA, no imputable al Gobierno pese a que hubiese errores en su gestión, y la victoria (esperamos que provisional) del proyecto de Ibarretxe sobre el de Imaz en el PNV.
- La lentísima renovación del PSOE y de la izquierda en general, y los propios límites del reformismo fuerte del “proyecto Zapatero” si no supera algunos de sus puntos débiles.
- La escasa movilización de la ciudadanía activa progresista durante este periodo, agotándose el impulso de movilización social que marcó las primeras medidas del gobierno ZP.

Todo ello parece haber reducido la decisión reformadora del Gobierno, hoy algo más titubeante, y configura la actual situación de incertidumbre sobre el futuro del cambio.
Ahora bien, cabe preguntarse si el inicio de lo que parece ser un “tirón social” anuncia un nuevo impulso. Ojalá sea así, pero esto requiere una doble reflexión.
Incrementar el gasto social es necesario. Los presupuestos para 2008 siguen quedándose cortos, pues el gasto social sigue representando, como en 2007, el 50,5%. Bienvenido pues un nuevo empuje social, frente a quienes se preocupan del “equilibrio presupuestario”... sólo cuando se habla de gasto social.
No obstante, nos inquieta que algunas medidas bien intencionadas eludan abordar problemas estructurales. No estamos en contra de una ayuda por nacimiento, pero sería mucho más importante impulsar la red de guarderías y escuelas infantiles públicas. Es necesario que se ayude a los jóvenes para que puedan alquilar una casa, pero las subvenciones para pagar a un “casero” son un saco sin fondo que puede generar un aumento del coste de los alquileres. El derecho básico a una casa digna en la que vivir no debería quedar en manos exclusivas de mecanismos de mercado. Sin medidas contra la especulación y sin una amplia oferta pública o pública/privada de alquiler con precios regulados no habrá solución al problema de la vivienda y todo esto terminará en una gran decepción.

Uno de los principales déficit del proyecto del Gobierno es su concepción de la política distributiva y de la fiscalidad. Se mantiene una fiscalidad descaradamente injusta y se esquiva la acción redistributiva. Se quiere justicia, pero sin  dañar los beneficios desorbitados de los injustos.
Conviene pues una rectificación de aquellos aspectos de la acción gubernamental que lo requieren. ¿Cómo contribuir a ello? Recuperando el pulso de la movilización social. Un gobierno empujado hacia un solo lado se desplaza siempre hacia allí. Salvo excepciones como el movimiento V de Vivienda, llevamos mucho tiempo más preocupados por las presiones de la derecha que por organizar las nuestras propias.
Pongamos un ejemplo. Parece que el Gobierno no piensa cumplir su compromiso de reformar la restrictiva legislación sobre aborto, pues teme una nueva confrontación con las huestes episcopales, pese al festín del que éstas siguen disfrutando en cuanto a financiación y privilegios. ¿Por qué no nos hemos movilizado aún? ¿Por qué no lo hacemos ya? ¿Esperamos a qué un gobierno derechista aplique la actual ley de forma muy restrictiva llevándonos de nuevo a los abortos clandestinos y a los viajes al exterior?

Como esa, mil cosas. Si queremos que el cambio avance, el movimiento social debe recuperar su protagonismo y su autonomía. Esa, junto a una sensata participación electoral para impedir que un triunfo derechista arruine cualquier expectativa de avance social, es la mejor manera de asegurar que durante el periodo 2008-2012 seguiremos haciéndonos más libres y más iguales, en una sociedad más justa, laicista y democrática.


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