Trasversales
Josu Montalbán

Memoria o Amnesia

Revista Trasversales número 8,  otoño 2007, versión electrónica

Textos del autor en Trasversales


Josu Montalbán es apoderado del PSE-PSOE en las Juntas generales de Vizcaya.


En España entera se debate sobre la Memoria Histórica. No solo en el Congreso, a dónde el Proyecto de Ley de tal nombre llegó hace quince meses. Los dos términos resultan redundantes cuando se escriben enlazados, porque si es Memoria que perdura es, sin duda, histórica; y si es Histórica precisa de grandes dosis de ejercicio de la memoria.
Mariano Rajoy, que ya advirtió que el PP votará en contra de la Ley, se permitió llamar “carcas” a quienes hablan de tal memoria (“que hablen del franquismo y de la guerra los carcas de la izquierda”, vino a decir). Le preocupa que los españoles de bien quieran dejar liquidados los deberes y responsabilidades de quienes se permitieron organizar una guerra civil rebelándose al gobierno legalmente constituido y, posteriormente, mantener un régimen dictatorial basado en la opresión y la negación de derechos ciudadanos básicos. Le extraña que quienes fueron juzgados y condenados por aquellos tribunales abominables quieran que, siquiera testimonialmente, reciban el comprobante de cómo aquellos veredictos fueron ilegítimos, porque ilegítimos eran los tribunales.
Más de un año se ha tardado en llegar a un texto que pueda ser apoyado por una mayoría suficiente, pero esa mayoría no incluye al PP. ¿A qué temen? El recurso fácil de los “pelillos a la mar” porque al franquismo le sucedió una transición “modélica” no sirve, porque si tal transición lo fue porque quienes habían sufrido la brutalidad del franquismo estaban extenuados por el sufrimiento y, haciéndose los sordos, desoyeron los ayes de los muertos y prefirieron un futuro sereno. Había ruido de sables y tramas golpistas que amenazaban con dar continuidad al régimen. Ni les servía una Tercera República, ni siquiera un gobierno dirigido por un alumno del régimen y presidido por un Rey impuesto. Que tanto el Rey como Suárez resultaran unos importantes bastiones de la transición democrática no debe hacernos olvidar las condiciones del proceso.

El profundo respeto que los españoles han venido mostrando por el modo en que se desarrolló la transición no debe llevar a la amnesia generalizada, ni tampoco a la amnesia colectiva. El olvido, que puede ser llamado “histórico” lo mismo que la memoria, sería el mayor desprecio hacia quienes defendieron la legalidad constitucional y pagaron su lealtad en los fríos calabozos de las cárceles franquistas. Sería una afrenta a los miles y miles de muertos, asesinados, que yacen en cunetas, vaguadas o a las afueras de las tapias de los cementerios. Y sería la más terrible desconsideración hacia los rigores y penalidades de tantas mujeres que, en soledad, criaron a sus hijos e hijas alejados del odio hacia quienes les infligían sufrimientos todos los días. Pues bien, quien se expresa de este modo tan respetuoso es, según Rajoy y el PP, un carca. Debe ser porque temen que salgan a la palestra nombres o apellidos que les delaten como herederos legítimos de aquel régimen.
Con su comportamiento el PP está despreciando a muchos de sus votantes (además de a todos los demás españoles) que, a buen seguro, también abominan las tropelías y crueldades que Franco y sus acólitos practicaron para perpetuarse en el poder. No es posible que sus nueve millones de votantes estén en contra de recordar la Historia solo porque ésta contenga sucesos y acontecimientos infaustos. Ni es posible que sus nueve millones de votantes no tengan ningún familiar o antepasado muerto o atribulado por la guerra civil y el largo periodo de la dictadura. ¿A qué viene, entonces, el rechazo del PP? ¿Acaso Rajoy considera legítimas las condenas que firmó Franco? Si piensa así, debe decirlo en voz alta. ¿Acaso no está dispuesto a derogar la legislación que utilizó el franquismo para reprimir a los españoles? ¡Que lo diga también!

Condenar el franquismo es tan necesario como condenar a ETA. Hay que hacerlo sin paliativos, sin adjetivos ni frases subordinadas que condiciones la condena. Franco fue un criminal y quienes colaboraron posteriormente en el mantenimiento de su régimen fueron sus cómplices, lo cual no es óbice para que haya agravantes y eximentes. Ahora se trata únicamente de devolver la dignidad que el régimen franquista robó a sus víctimas y a sus descendientes. Hay también aspectos de gran importancia en lo referente a la existencia, aún hoy, de símbolos que exaltan al franquismo, y hay capítulos específicos relacionados con las grandiosas construcciones que el franquismo levantó para relanzar su gloria, como es el Valle de los Caídos y otros Palacios usados como museos, aunque no de arte.
En suma, entre la memoria que pretende el Gobierno de Zapatero y la Amnesia que propugna el oponente Rajoy, sólo cabe actuar con decencia. La interpretación de la Historia no puede hacerse desde la impasibilidad, porque contiene pasajes dignos de alabanza junto a miserias abominables. Es el recto juicio el que debe ayudarnos a distinguir entre ambos. Y el recto juicio, para serlo, necesita magnanimidad, humildad y grandes dosis de generosidad, como necesita también que no se doblegue nuestra capacidad de discernir entre lo justo o lo injusto, lo bueno o lo malo, sólo porque haya adeptos políticos que pudieran sentirse insultados al proclamar la verdad.

En el último libro de Marcos Ana (uno de los presos más castigados por Franco), que quiere ser un libro de Memorias, escribe: “Díganme como es un árbol, díganme como es la justicia, no me digan como es la dignidad”. Dice Saramago en el prólogo que se acostaban con ella, con la dignidad,  porque sólo si la tenían podían soportar aquellos tormentos, por tanto nadie podía explicársela. La Ley de Memoria Histórica debe ayudar a resaltar la dignidad con que vivieron y sufrieron quienes se opusieron al franquismo. Porque el franquismo fue, aparte de cruel, indigno para cualquier humano que se precie de serlo, ¿o no, señores del PP?



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