Trasversales
Juan Manuel Vera

Jia Zhang-ke: el curso de los tiempos

Revista Trasversales número 8,  otoño 2007




Jia Zhang-ke  es uno de los autores más importantes del cine actual. Con cinco largometrajes de ficción y varios documentales, su obra supone una lúcida aportación sobre los cambios que tienen lugar en el mundo globalizado y sus efectos. Son películas profundamente contemporáneas, que intentan aprehender las mutaciones de la sociedad china al mismo tiempo que se producen. Desde el punto de vista formal también son netamente contemporáneas, destacando su rigor en la utilización de recursos innovadores del lenguaje cinematográfico. Una combinación de historicidad y estilización que funciona de una manera inigualable.

La quinta película dirigida por Jia Zhang-ke, Naturaleza muerta, es la única que ha llegado a las pantallas comerciales españolas, aunque las anteriores, junto al documental In public, están disponibles en DVD, desde hace unos meses, en esmeradas ediciones de Intermedio.

Hay que resaltar la singularidad del cine de Jia Zhang-ke. Su labor de director ha debido desarrollarse en el estrecho margen existente para el cine independiente en China y con las limitadas, pero decisivas, posibilidades derivadas de apuestas económicas de inversores cinematográficos de otros países. Varias películas prohibidas por las autoridades chinas y otras toleradas y distribuidas restringidamente, y conocidas en el mercado interno en gran parte a través de DVD piratas. Aprovechando los resquicios de tolerancia y el apoyo de los festivales internacionales de cine, Jia ha sido capaz de realizar una obra cinematográfica extraordinaria.

Su debut se produjo con Xiao Wu (1997), una  intensa película de formación, que rodó en 16 mm. cuando era estudiante, inspirada en el Pickpocket de Bresson, trasladado muy libremente a las condiciones chinas. Con elementos de un neorrealismo actualizado y con una elaboración conceptual notable de los elementos narrativos, Xiao Wu es un documento excepcional sobre las reformas económicas en un país donde el tránsito entre la sociedad tradicional, el totalitarismo maoísta y el mercantilismo capitalista supone una hibridación compleja.
Platform (2000) me parece una obra maestra del cine contemporáneo. Una aportación compleja, rica, profundamente estilizada. La trayectoria de los integrantes de un grupo de teatro aficionado reconvertido al pop, en la China de los ochenta, le sirve para una lección magistral de la historia de la construcción de la subjetividad. La dialéctica entre el cambio histórico de la sociedad y las historias individuales, esencial en todo el cine de Jia Zhang-ke, alcanza una plasmación brillante y desoladora. La incapacidad de elaborar un sentido individual y colectivo es el producto de una doble barbarie, la de un pasado brutal y ciego, el de la dictadura comunista, y una nueva barbarie representada por la mercantilización destructiva de las relaciones sociales y de los paisajes (naturales, urbanos, humanos). Una obra mayor, cuya ambición recuerda El viaje de los comediantes, de Theo Angelopoulos, y cuyos personajes desarraigados evocan algunas de las mejores creaciones de Win Wenders.

Placeres desconocidos
(2002) es una vuelta de tuerca al espacio de Xiao Wu tras el reto formidable de Platform. Nuevamente están presentes el desarraigo, la transformación social, la mercantilización y los equilibrios entre la sociedad tradicional y la occidentalización. Pero, también, como siempre, la aspiración del individuo por ser, el intento incierto de sobrevivir y de dar un sentido a la vida mientras permanece prisionero de un entorno social dislocado. Y, por supuesto, algo constante en Jia Zhang-ke, el fracaso/incapacidad del individuo, presa de los artificios subjetivos de la lógica comunicativa del poder.

The World
(2004) y Naturaleza muerta (2006) sus dos últimas películas son profundamente diferentes y, al mismo tiempo, están íntimamente relacionadas. Ambas se desarrollan en no lugares, en espacios imposibles para la construcción de una lógica social humana viable.
The World está ambientada en el parque temático World Park de Beijing, que recrea monumentos turísticos de cualquier lugar del mundo. Es un espacio falso, kitsch, descontextualizado, en el que se nos muestra a los individuos, los seres reales, sobreviviendo en un espacio irreal, metáfora de la destrucción de las identidades por la modernización capitalista. El mundo provinciano en transformación de sus películas anteriores es ahora un falso lugar universal, el de una mercantilización que crea el medio en el cual sus protagonistas intentar desarrollar sus propias vidas.
Naturaleza  muerta, por su parte, ocurre en el espacio de la destrucción, del cambio que destruye sin ser capaz de producir un equilibrio. Según señala Jia, pretendía “mostrar los rastros de una vida que ya no existe” o “de la que tal vez ya sólo queden las manifestaciones más primarias” (Cahiers du Cinema España, nº 3, 2007). El espacio humano, natural y social destruido por la faraónica presa de las tres Gargantas, es el no lugar donde sobreviven sus personajes, entre el asombro del fin de un mundo conocido, con la presencia de las viejas y nuevas formas de la dominación, desde la explotación semi-esclavista a la precarización absoluta generada por un nuevo capitalismo sin control. El título original, Las valientes gentes de Hubei, pretende precisamente remarcar ese aspecto: el de los individuos que intentan sobrevivir en un mundo destruido.

La obra de Jia Zhang-ke es un testimonio único para entender la nueva China y el proceso de modernización económica-destrucción social que soportan sus ciudadanos, sometidos a un régimen dictatorial que no reconoce los derechos individuales ni las libertades públicas. Entre el asombro y la rabia, con modestia, Jia Zhang-ke apuesta por las personas que trabajan, aman y buscan algo mejor, intentando construirse un espacio de humanidad, o al menos de supervivencia. Seres humanos que sufren. Seres para quienes el estrafalario retrato de Mao, omnipresente durante décadas, y las imágenes del nuevo capitalismo salvaje, alentado por los jerarcas del Partido Comunista y las grandes corporaciones, son parte de la misma mierda, aquella que niega la autonomía humana y desprecia el sufrimiento de la gente.
El cine de Jua Zhang-ke forma parte de un curso de tiempo que es chino y universal. Refleja la desorientación y el desasosiego de la subjetividad contemporánea. Por todo ello, sus películas, siendo testimonios casi documentales del cambio en China, son también, análisis imprescindibles del mundo global.


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