Trasversales
Luis M. Sáenz

La consulta de Ibarretxe

Revista Trasversales número 8,  otoño 2007, versión electrónica

Textos del autor en Trasversales



Ibarretxe anuncia consulta(s). La idea es vieja (año 2000), pero la pone fecha y la desvincula de la “ausencia de violencia”. Favorece a ETA, no hay condiciones para un debate equitativo, no promueve el encuentro entre las diversas visiones presentes en el País Vasco, no presenta alternativas reales y ayuda a quienes han anunciado su intención de una reforma constitucional involutiva que recorte competencias de las comunidades autónomas. No toda consulta es conveniente y democrática, eso depende de las condiciones en que se realice.
¿Y la violencia?

Ibarretxe se desdice del compromiso de que con violencia no habría consulta. Su excusa es que ETA no debe marcar la agenda política vasca: “Me niego a aceptar que no se puedan presentar iniciativas políticas hasta que ETA nos dé permiso para hacerlo, declarando yo que sé qué tipo de alto el fuego o tregua”. Todo lo contrario de lo que Imaz escribía a medidos de julio de este año: “ETA va a marcar la agenda. Nos guste o no. En estos momentos en los que la organización terrorista ha tomado la decisión de violentar la democracia en Euskadi, la prioridad es hacerle frente”.
Tiene razón Imaz. Los problemas de una sociedad deben influir en la agenda de su gobierno. Aunque quizá Ibarretxe no comprenda que ETA es el principal problema, ya que él, sin escolta ni compañía, se encontraría mucho más seguro en la herriko taberna del pueblo más “batasuno” que, por citar a personas cuyo proyecto no comparto, lo pudieran estar con escolta, en la Donosti de (buen) alcalde socialista, María San Gil o Fernando Savater por la Avenida de la Libertad o por el Paseo de Miraconcha.

La realización de una consulta requiere cierto grado de equidad, aunque no sea perfecta. La actividad pública de la gente de PP, PSE o UPD está muy coaccionada. El PNV no es culpable de la violencia etarra, pero la propuesta de Ibarretxe incrementa los riesgos para quienes la sufren y choca frontalmente con lo dicho por Imaz:
Una consulta ciudadana planteada como escenario de acumulación de fuerzas para una confrontación política es muy discutible, y desde luego contraria al espíritu y a la letra de la posición de EAJ-PNV expresada en el documento de octubre de 2005. Pero en las condiciones actuales es más grave. Puede ser el ‘plan b’ al que se acoja una ETA, que declare un alto el fuego ‘permanente’ como los anteriores, esperando que la misma se lleve a cabo. ¿Qué pasaría el día después si no hubiera acuerdo político con el Estado? Visto lo visto durante tantos años, no hace falta ser adivino para imaginar a ETA matando en nombre de la defensa de una presunta voluntad popular no atendida. La consecuencia de todo ello puede ser diabólica. No en nuestro nombre.
Esa consulta sólo puede causar frustración, ya que carece de futuro, y favorerá a ETA, que, sin necesitar pretexto, para matar, no hace ascos a que se los regalen.

La propuesta del lendakari y su futuro


La hoja de ruta de Ibarretxe es la siguiente: hasta junio de 2008 negociación con el presidente del Gobierno español para alcanzar un pacto político; en junio de 2008, el Parlamento vasco ratifica ese pacto o aprueba un “mandato” propio reclamando una negociación entre el Gobierno español y ETA y otra entre los partidos vascos; el Parlamento aprueba la convocatoria para el 25 de octubre de 2008 de una consulta ratificadora de dicho mandato; el 25 de octubre se hace la consulta; si ésta aprueba el “mandato”, hasta el segundo semestre de 2010 se desarrolla la doble negociación; en el segundo semestre de 2010, referéndum “resolutivo”, no está claro sobre qué.


Este plan recuerda esos delirios sicóticos que aparentan  “detallada planificación”, pero lo más sorprendente de todo es que, tras leerlo detenidamente, se descubre que aunque tal travesía llegase a realizarse completamente, al final no se habría cambiado una sola ley ni modificado en nada el estatus de la Comunidad autónoma vasca en España, ya que todo el trayecto es ajeno a las vías establecidas para la reforma del Estatuto de autonomía vasco y de la Constitución. Entre otras cosas, porque en todo el camino no se toma en cuenta ni una sola vez al Parlamento español, sin el que no es posible modificar ninguna de esas leyes de altísimo rango.
La explicación es sencilla. Ibarretxe no quiere que sirva para nada concreto. No es más que una maniobra para agitar las aguas, afianzarse en el poder y recuperar un protagonismo que estaba siendo eclipsado por el buen hacer de Imaz y de Patxi López y por una evolución política que hacía renacer la posibilidad de una Comunidad vasca gobernada desde pactos políticos no identitarios. Veámoslo más de cerca.
a) Hasta junio de 2008, negociaciones con el presidente del Gobierno español para un “pacto político entre Euskadi y España” basado en el rechazo a la violencia, el compromiso de la sociedad vasca con vías exclusivamente políticas y democráticas y  el reconocimiento jurídico del respeto a la voluntad de la sociedad vasca.
No habra pacto. La “hoja de ruta” de Ibarretxe no permite la reforma de los estatutos de autonomía o de la Constitución. No tiene un sólido respaldo social -ni en el PNV- y no ofrece nada al interlocutor, ya que no puede dar ninguna garantía de que ETA renuncie a la violencia. Ignora los límites que la presencia de ETA impone en un debate social sobre los temas planteados. Quiere sustituir la negociación entre el Parlamento vasco y el Parlamento español por una negociación entre dos presidentes. Ningún presidente del Gobierno español puede aceptar algo semejante, pero Ibarretxe tendrá pretexto para pasarse unos meses, con elecciones generales por medio, denunciado la cerrazón de Zapatero. Parece que quiere otro interlocutor en La Moncloa, aunque sea un amigo del que hizo una ley para meterle en chirona si hacía algo parecido a esto.

b) En junio de 2008 el Eusko Legebiltzarra (Parlamento vasco) ratificaría ese hipotético acuerdo o, en su ausencia, aprobaría un mandato propio para “abrir un doble proceso de diálogo y de negociación que conduzca al final definitivo de la violencia, por un lado, y abordar la solución del conflicto político, por otro”.
Es decir, se pedirá al Eusko Legebiltzarra que apruebe un mandato propio dirigido a ETA, Gobierno español y partidos vascos. Para obtener mayoría, Ibarretxe depende del voto del Partido Comunista de las Tierras Vascas. Que le apoya, tan contento, pues no parece tener escrúpulos al respecto; que se lo echan abajo, pues denuncia la “pinza” entre PSOE, PP y PCTV.

c) Convocatoria de consulta en torno a ese pacto o mandato para el 25 de octubre.

Entre junio y octubre estaría asegurada otra nueva fase de confrontación entre las fuerzas políticas vascas y de extrema agitación “patriótica” por toda España, para regocijo de ETA. Si está en la oposición, el PP pedirá que se envíe el ejército a impedirlo o que se suspenda la autonomía vasca, y si gobierna tal vez lo haga, salvo que Rajoy haya empezado a “hablar vasco en la intimidad” en razón de la “gobernabilidad”.

d) El 25 de octubre se haría la consulta
Si no logra llevarla a cabo, denunciará imposiciones de España. Y si lograr abrir las urnas, dirá que “ha hablado el pueblo”, dado que la oposición posiblemente no participe en tal astracanada. Más crispación, más confrontación.

e) Ratificado así el “mandato”, hasta el segundo semestre de 2010 ETA y el Gobierno español negociarían “para dilucidar todos los aspectos relacionados con el fin definitivo de la violencia” y las fuerzas políticas vascas lo harían para “alcanzar, en un plazo fijado de antemano, un Acuerdo de Normalización Política sobre el derecho a decidir del Pueblo Vasco, las relaciones de territorialidad…”.
Un mandato “vacío”, ya que los llamados por él no se sentirán partes implicadas y ninguna de las dos negociaciones tendrá lugar. No habrá diálogo entre Gobierno español y ETA, y si lo hubiese porque durante esos veinte meses ETA decide renunciar definitivamente a la violencia, las negociaciones no se acogerían al mandato de Ibarretxe ni derivarían de él. Ibarretxe asegura que si el 25-O se ratifica en consulta el mandato, ETA obedecerá: “Por un lado, ETA estaría obligada por decisión popular a realizar una manifestación inequívoca, creíble y demostrable, de su voluntad para poner fin a la lucha armada y, en consecuencia, el Gobierno español y ETA abrirían una mesa de diálogo para dilucidar todos los aspectos relacionados con el fin definitivo de la violencia”. Pero con ETA las cosas no funcionan así. La voluntad popular le importa un bledo.
El diálogo entre partidos en el marco de tal “mandato” tampoco se hará, ya que no es más que un ultimátum y un chantaje. En definitiva, el mandato es “a otros”, a ETA, al Gobierno español y a los partidos vascos que forman su oposición, ya que Ibarretxe no asume compromiso alguno por parte del PNV (de “su” PNV, mejor dicho), salvo ir a una mesa para comprobar si aceptan sus posturas y, de no ser así, imponerlas por mayoría, como dejó claro en su discurso. Una completa insensatez, estéril y sin más utilidad que la de poder quejarse de que no le han hecho caso.

f) En el segundo semestre de 2010, “referéndum resolutivo que plasme el ejercicio del derecho a decidir libremente nuestro propio futuro”.
De poner algo a consulta, contará sólo con el apoyo del PNV y de sus socios “soberanistas”, sin diálogo alguno por medio. Ibarretxe dice que será un “reférendum resolutivo”, pero, aunque llegase a hacerse, no podrá ser resolutivo, no sólo por razones legales sino porque en realidad  lo que se proponga será meramente declarativo. “Referéndum resolutivo” sobre la base de un acuerdo previo del Parlamento de la Comunidad Autónoma y de una negociación con el Parlamento español fue, por ejemplo, el referéndum catalán, tras el cual entró en vigor el nuevo Estatut. Pero en este caso no se quiere resolver nada.

En definitiva, humo. Mera maniobra. Pero Ibarretxe debería pensar que en ocasiones el humo asfixia y mata; los incendiarios aficionados son peligrosos, y más cuando comparten terreno con pirómanos profesionales.

¿A dónde lleva esto?

La estrategia Ibarretxe versión 1.0 consistió en llevar por camino legal un contenido imposible; la versión  2.0 propone recorrer fuera de la ley una “nada” que no lleva a nada. Mientras que otras comunidades han incrementado su autogobierno reformando estatutos, la Comunidad vasca sigue donde estaba, a causa de la estrategia “estamos dentro, pero nosotros decidimos unilateralmente cuales son nuestras mutuas relaciones”, inadmisible e inviable.
Admisible e incluso viable, sería querer “estar fuera”. Es decir, la opción por la secesión, planteada en esos términos, no en los de “autodeterminación” que  presentan como  “opresión nacional” lo que a estas alturas es, ante todo, una división de opiniones en la sociedad vasca. Las discusiones sobre si la Comunidad vasca es o no es española son esencialistas. Lo que tiene sentido es decir “yo prefiero un estado independiente vasco” o “yo prefiero que la Comunidad autónoma siga siendo parte de España”.
Se pueda hablar de todo, pero no es el momento para situar en el corazón de la política vasca conflictos identitarios. ETA desequilibra la controversia y fracciona a quienes en la acción frente al terrorismo deberían estar unidos. Así que la estrategia de Ibarretxe no lleva a nada, al menos a nada bueno. Así se da alas a ETA y se margina a quienes ella persigue, se bloquea el desarrollo posible del autogobierno vasco, se polariza de nuevo la sociedad vasca, se alimentan los proyectos cada vez más explícitos de una nueva recentralización de España, se hacen imposibles los proyectos para una federalización de la España plural, etc.
Yo pienso que si en algún momento en alguna comunidad hay un clamor independentista, no se debería cerrar paso a una secesión respetuosa con los derechos humanos, por lo que, aunque creo que la secesión sería mala decisión,  me agradaría que la Constitución regulase vías para ello. Pero ese no es un problema urgente ahora. En Euskadi no hay un clamor separatista, de hecho nada indica siquiera que haya una mayoría partidaria de formar un estado propio. El problema es que hay opiniones muy peligrosas para quien las tiene. Eso es lo Ibarretxe desprecia.

Tenemos problemas

No nos engañemos. La articulación territorial se está convirtiendo en un problema. Ahora. Frente a lo que dice la derecha y el “fuego amigo” que en los últimos meses bombardea a Zapatero, en el primer tramo de la legislatura se perfiló un positivo proyecto para lograr un mejor acomodo de la España plural en una perspectiva federalizante y de cohesión social. Las reformas estatuarias se llevaron a cabo de forma bastante razonable y varias comunidades han incrementado su capacidad de autogobierno sin amenazar la “unidad” de España. Sólo se han quedado al margen quienes quisieron pedir lo imposible (“plan Ibarretxe I”) o quienes no han  querido reformar por el momento sus estatutos (Madrid). Es ahora, tras tanto fuego graneado, arreciado al calor del fracaso del intento de lograr la disolución de ETA, cuando el panorama se ha hecho más turbio.
La nueva propuesta de Ibarretxe encabeza el ranking, dada su abierta ilegalidad y las consecuencias que puede tener en la acción contra ETA, así como, indirectamente, por la leña que arroja al campo del “otro nacionalismo”.
Pero no se trata sólo de eso, sino de una tendencia a la exacerbación mezquina de los particularismos más diversos. Algunos en el campo de los “aliados” del Gobierno español, como es el caso de ERC, que no logra encontrar un encaje adecuado de sus almas nacionalista e izquierdosa, por lo que tiene en situación de inestabilidad permanente al tripartito catalán y ha puesto en cuestión, no sin errores del PSOE por medio, lo que fue inicialmente el núcleo estable de una mayoría parlamentaria progresista en España. Otros, en el seno del propio PSOE, donde no han faltado los “dinamiteros” de la idea federalizante ni los que han entrado en peleas por envidia hacia el vecino. Y la derecha, a la que he dejado para el final, pero no por ser menos particularista.

Un partido que lleva ante el Tribunal Constitucional artículos del Estatuto de Cataluña a los que respalda en el Estatuto de Andalucia, da la medida de lo que le mueve. Un partido que ante cada pequeña transferencia habla de ruptura de la igualdad de derechos de los ciudadanos, pero parece haber olvidado que bajo un gobierno de Aznar tuvo lugar la transferencia, nada más y nada menos, de la sanidad y de la educación. Un partido que se ha especializado, en las CC.AA. que gobierna, en boicotear leyes de ámbito estatal, como es el caso de Navarra respecto al aborto, de Madrid respecto a Enseñanza para la ciudadanía o uso del tabaco en espacios públicos, etc. Un partido que ya ha osado explicitar como proyecto la reforma constitucional para rebajar el “Estado de las autonomías”, lo que, por cierto, también es tema que convendría posponer hasta después de la derrota de ETA, ya que también la da “pretextos”, como lo hace la consulta de Ibarretxe.

Quizá una de las muestras más graves de esta crisis es el retraso en la aplicación de la ley de dependencia, en parte por las trabas puestas desde varias comunidades, en algunos casos con el obvio propósito de que lleguen las elecciones sin que se hayan notado sus efectos. Y qué decir de quienes se lanzan al cuello de medidas sociales justas, como la atención bucodental a niños, en nombre de las “competencias”, en vez de aplaudirlo y negociar como acomodar ambas cosas.
Nada de esto es consecuencia de la reforma de los estatutos. Las raíces del problema están en otros lugares. En los propios partidos, en estructuras clientelares, en el desprecio hacia la ciudadanía, en concepciones reaccionarias y esencialistas sobre la identidad (sea ésta la que sea), en mero oportunismo. Ese sí es un problema y no el estatuto de Cataluña ni una inexistente persecución del castellano allí o en el País Vasco o Galicia, más allá de alguna desgraciada metedura de pata caciquil equivalente a las que se cometen en otros sitios sin lengua propia.
No hay más salida que retomar de nuevo el proyecto de federalización de España y de convivencia entre quienes profesan nacionalismos diversos y quienes no profesamos ninguno. Ha recibido muchas cuchilladas. La última se la ha dado Ibarretxe. Si le importase el autogobierno de Euskadi, no lo habría hecho. ¿O cree que les irá mejor con Rajoy? No quieran los dioses del Olimpo, más simpáticos  que los dioses únicos, que tenga ocasión de comprobarlo. Pues si así fuese, que sepa que en tal caso el 25 de octubre de 2008 sufriríamos un gobierno del PP que quizá le enchironase.


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