Trasversales
Esteban Ibarra

2008: Año Europeo por el Diálogo Intercultural

Revista Trasversales número 8, enero 2008

Esteban Ibarra es presidente de Movimiento contra la Intolerancia


Ni podía, ni debía ser de otra manera, la Unión Europea apuesta por el Diálogo Intercultural. Una región con 500 millones de personas, 27 Estados, decenas de millones de inmigrantes interiores y exteriores, con una riqueza étnica, de naciones y regiones, lingüística, religiosa y cultural extraordinaria, lejos de convertirse en una Torre de Babel de la incomprensión y la intolerancia, un lugar del “todos contra todos”, ha decidido  impulsar nuevos instrumentos para la convivencia. La Unión Europea configurada como un mosaico cultural, comprometida en la defensa de la Paz, la Democracia y los Derechos Humanos y que, pese a sus insuficiencias, trabaja por difundir la prosperidad y el progreso mas allá de sus propias fronteras, no podía optar por otra alternativa que apostar por el Diálogo Intercultural. Ahora el reto es hacerlo en profundidad y el Año Europeo es una excelente oportunidad para este impulso.
Sin ningún género de dudas, estamos ante una pacífica, democrática y profunda transformación cultural congruente con el proceso de globalización alentado, especialmente, por la permanente revolución de las comunicaciones, una transformación que implica tomar conciencia de la diversidad, de las diferentes identidades culturales y confesionales, incluso de emergencia de conflictos de intereses que pueden surgir entre distintos grupos, que han de resolverse pacíficamente y desde el valor de la Tolerancia, entendida según UNESCO como respeto, aceptación y aprecio a una diversidad que preserva la igual dignidad humana y la universalidad de los derechos humanos. En esta labor tanto las instituciones públicas, como los medios de comunicación y las ong adquieren un papel integrador de primera magnitud.

La propuesta intercultural, con cierta vigencia en la educación y mediación social, aporta una perspectiva encomiable. Parte del reconocimiento, aceptación y aprecio de la diversidad cultural, cree en la necesidad  de conocerla, valorarla y preservarla, compromete a todos, a minorías y mayorías autóctonas, y significa interacción, apertura, ruptura de barreras, reciprocidad, intercambio y solidaridad efectiva. Su praxis que no es fácil, a diferencia de la asimilación forzada y del multiculturalismo comunitario, supone un esfuerzo dinámico de adaptación y compatibilidad cívica, política y social desde el reconocimiento  de distintos valores, de los diferentes modos de vida y de sus representaciones simbólicas en las diferentes culturas y desde la igual dignidad y universalidad  de los derechos humanos que confiere la condición ciudadana.
Esta Iniciativa Europea de Diálogo Intercultural supone el reconocimiento del hecho multicultural  y por tanto de las diferencias legítimas en el mosaico continental, al mismo tiempo que pretende construir un diálogo interactivo igualitario entre culturas y confesiones religiosas que debería alcanzar a grupos lingüísticos, homosexuales, gitanos y otro colectivos, relacionando y construyendo un proyecto común de convivencia democrática, donde los derechos  alcancen a todos y donde los deberes cívicos también sean exigibles a todos. A su vez el reconocimiento intercultural de la igualdad no reclama a los inmigrantes y a las minorías que renuncien a sus identidades culturales, buscando una asimilación uniformadora o su segregación xenófoba, al contrario, debe de buscar desde el respeto a su identidad, afirmar los derechos humanos y la dignidad como valores universales.

Apostar por el Diálogo Intercultural implica de entrada abandonar el tan común etnocentrismo imperante en Europa, rechazar estereotipos y prejuicios, además de  aceptar  y apreciar el mutuo reconocimiento de las culturas que conviven. Una comunicación intercultural  ha de garantizar el reconocimiento de la pluralidad étnica, religiosa y social, de las culturas mayoritarias y minoritarias, así como un trato igualitario y no subalterno, incluyente, respetuoso y apreciado de la diversidad, un proceso que debe construirse desde la garantía por el Estado de Derecho de las libertades y de los derechos fundamentales para todos, y con la argamasa de una tolerancia  solidaria, bien entendida,  que salvaguarde la dignidad humana.
Afortunadamente nuestras sociedades democráticas son cada vez mas  interculturales; esto es un hecho al igual que la globalización, sin embargo se necesita más armonía, respeto y justicia para avanzar en unas relaciones entre culturas y grupos étnicos o sociales, de apertura, interacción y reconocimiento mutuo de sus respectivos valores y formas de vida. En definitiva, se trata de establecer relaciones de carácter igualitario donde los diversos colectivos tengan la misma consideración y sin que las diferencias conlleven superioridad, inferioridad, ser mejores o peores, dominio o subalternidad. Desde luego pretender la aculturación, que supone la renuncia de un colectivo a sus propios patrones culturales o sociales, o instalarse en un relativismo cultural donde todo vale, o pretender una uniformidad cultural, impracticable y que solo existe como aspiración, no solo son  objetivos imposibles sino antidemocráticos. Resulta prioritario que se comparta una ética cívica universal, fundamentada en la igual dignidad y derechos para todas las personas, esto debe subyacer de forma necesaria en el Diálogo Intercultural Europeo.

La perspectiva intercultural es un horizonte que debe orientar las relaciones humanas y sociales, es también un concepto en construcción que se proyecta en el ámbito educativo, en la música, en las artes, en el ámbito ciudadano, en todo lugar social y que revela un nuevo paradigma de una sociedad globalizada, interrelacionada no solo en la economía, también en la política o en la comunicación, donde el mestizaje cultural es interpretado como factor de enriquecimiento; pero ante todo, la sociedad intercultural es un proyecto esencial para un progreso que defienda valores universales de libertad, igualdad, justicia, tolerancia, solidaridad y que apueste por la profundización en una democracia participativa.
Mientras tanto, mientras lo vamos consiguiendo, actuemos en congruencia y meditemos aquello que decía un mural urbano al señalar que, “Si tu Dios es judío y tu coche japonés; si tu pizza es italiana y tu gas es argelino; si tu café es brasileño y tus vacaciones marroquíes; si tus cifras son árabes y tus letras son latinas.¿cómo te vas a atrever a decir que tu vecino es extranjero?”. En fin, el Año Europeo por el Diálogo Intercultural es una oportunidad para avanzar por el camino de la concordia y el progreso, no desaprovechemos esta oportunidad.
 

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