Trasversales
Fernando Gil

El faraón también se queda

Revista Trasversales número 9, marzo 2008

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 Al fin hemos salido de la incertidumbre en tiempos de tanta zozobra: Gallardón se queda. Sigue en la brecha como alcalde de Madrid (Dios nos ampare) para servir a Rajoy humildemente. Ha hecho acto de contrición -mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa, como exigen el Confiteor Deo y el libro de estilo de Rouco Varela- y retorna a la política como el hijo pródigo que a punto estuvo de dilapidar su capital político en un arrebato de soberbia. Como vemos, nada nuevo en el Pentateuco.

Vuelve para servir al vivo, redivivo, Rajoy, al que tantos buitres y buitras daban por muerto políticamente, pero no estaba muerto -que no-, sino que se trataba del famoso ardid del registrador gallego, de fingirse fallecido para desconcertar a sus fieles adversarios y sin embargo amigos, y hoy miembros incondicionales de su equipo presuntamente ganador en 2012 (en las elecciones, no en las olimpiadas).

Resultó que el difunto era un vivo, y los que se aprestaban a enterrarle y a repartir sus despojos -la túnica sagrada-, ahora le sirven. La resurrección del líder ha desatado la pugna entre la lideresa Aguirre y el lideret, Camps, ambos exhibiendo cifras de votos que han contribuido al ascenso de Rajoy que no les pertenecen del todo: las cifras de la circunscripción provincial de Madrid (18 escaños, 49% de votos) se deben sobre todo al número de habitantes de la capital, regida y desventrada por Gallardón, y lo propio le ocurre a Camps en Valencia (19 escaños, 51% de votos) con el gigante levantino bajo mando de Rita Barberá, así que, al menos, desde aquí al congreso de junio se avecinan tensiones en el PP, no por ser el primero, sino por ser el segundo, el discípulo amado y presunto delfín, y salvarse de la quema del viejo equipo, como le ha ocurrido al mítico Zaplana.

Pero Gallardón sigue (loado sea el ladrillo); sigan, pues, las obras.
 

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