Trasversales
Josu Montalbán

¡No peguéis a los niños!

Revista Trasversales número 9, enero 2008

Josu Montalbán es Portavoz de las Juntas generales de Bizkaia por el PSE y escritor.

Textos del autor en Trasversales



España, por fin, ha hecho caso a Naciones Unidas y ha desterrado la posibilidad del bofetón como método educativo para nuestros niños. Un buen colofón para esta legislatura en que el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha restituido derechos a colectivos en inferioridad. La reforma del Artículo 154 del Código Civil ha sido interpretada como la prohibición de la bofetada, pero va más allá porque considera las condiciones individuales y la personalidad de los pequeños como dignas de respeto. Donde antes ponía que los padres o tutores “podrán también corregir a los menores razonable y moderadamente”, ahora pondrá “los tutores ejercerán su cargo de acuerdo con la personalidad de sus pupilos, respetando su integridad física y psicológica”. Esta nueva redacción es, sobre todo, más humana. Hay que tener en cuenta que la primera redacción data de 1889, cuando se recogía la “facultad de corregir y castigar moderadamente” a nuestros niños. Y que hasta 1981 no se modificó tal redacción para eliminar la alusión al “castigo”, porque tal fórmula había sido utilizada sin mesura y, en muchos casos, con crueldad.

Pegar a un niño es estéticamente feo, pero además es cruel porque se golpea a la inocencia y se ejerce de mal modo una autoridad que debe basarse en la responsabilidad y no en el poder o la fuerza física. Muchos adultos han puesto el grito en el cielo por la medida esgrimiendo argumentos muy peregrinos. A pesar de que estemos en el siglo XXI muchos siguen creyendo que el castigo físico es ejemplarizante, a pesar de que saben que un niño golpeado deviene en un muchacho avergonzado, medroso y falto de decisión, en una palabra, inseguro. Se continúa hablando de la “bofetada a tiempo” como método educativo sin detener se a pensar en ese “a tiempo”. ¿A tiempo, para quién? No hay duda de que las bofetadas responden siempre al tiempo e impulso de quien la da y no de quien la recibe. Nunca es buen tiempo para recibir una bofetada, por tanto, nunca va a ser bien recibida y nunca va a ser asimilada por el receptor como algo beneficioso para él, sino como una agresión.

El refranero no siempre es sabio, incluso se han incorporado a él dichos bien poco edificantes. Sirve para el ámbito familiar aquel “quien bien te quiere te hará llorar” con que se pretendía confortar al muchacho abofeteado. O aquel otro “te pego por tu bien” con el que se obligaba al golpeado a asumir sin remilgos su culpabilidad. En el ámbito educativo había otro mucho más cruel: “La letra con sangre entra”. De ese modo se justificaban los azotes o los palotazos inmisericordes de las reglas en la punta de los dedos, con que los maestros castigaban los errores y desobediencias de sus pupilos. Según la cantidad de veces que empleaban tal abominable fórmula se les tildaba de más o menos severos, curiosa forma de evitar llamarles tiranos. Pues bien, a partir de ahora nadie podrá recurrir a tales fórmulas sin pensarlo antes.

¿Quiere esto decir que ya no se darán cachetes a los niños? Seguro que no, en todo caso quiere decir que tales bofetones no podrán ampararse tras eufemismos como “corrección razonable”. Surge esta modificación del Código en un momento especialmente delicado en que algunos episodios han puesto sobre la mesa la necesidad de mantener la disciplina en los hogares y en las aulas. Recurriendo a un ámbito general como es la sociedad, resulta esclarecedor el hecho de que nunca la tiranía de los gobernantes, cuando la han ejercido, ha servido para implantar disciplinas responsables, sino para articular sometimientos basados en el miedo. Si nuestra sociedad precisa de ciudadanos libres y responsabilizados con ella, lo peor será que construyamos niños apocados y miedosos que no se sientan protagonistas de la construcción social, sino solo sus súbditos.

Es curioso que muchos padres de los que creen que un “bofetón a tiempo” es muy eficaz para educar niños, sean incapaces de alzar una sola voz contra la injusticia o la desigualdad imperante en el Mundo, asumiendo que todo ocurre porque es inevitable. Es curioso que muchos de los que “hacen llorar a sus niños porque les quieren”, no estén nunca dispuestos a combatir a quienes les infringen el castigo de explotarles en sus trabajos y ningunearles como humanos en cuanto dejan de ser productivos. Normalmente tras un apaleador de sus hijos o sus alumnos se oculta un cobarde ante la vida para el que siempre es tiempo para la bofetada ocasional y nunca lo es para la reflexión comprometida o la insurrección social. También para reconvenir estas actitudes la modificación del Código Civil es importante.

La medida ha sido aprobada con los votos de las izquierdas mientras que las derechas han votado en contra dando por bueno el cachete o la bofetada. Peor aún, algún portavoz de las derechas se permitió decir que no es necesario entrar a juzgar este tipo de cuestiones “si se trata de castigo moderado, porque son del ámbito familiar”. ¿Qué es un castigo moderado: habrá que comercializar algún artilugio que mida la fuerza, intensidad y frecuencia de los bofetones? ¿ Es el ámbito familiar un reducto para ejercitar la violencia con nuestros niños? ¿Son los hijos una posesión de sus padres, al modo de cualquier propiedad material? También en esto las izquierdas y las derechas deben comportarse de modo diferente, y lo han hecho en el Congreso de los Diputados. Las izquierdas, con nobleza, han aprobado lo que fue ya aceptado por España en la Convención de los Derechos del Niño, ratificada en 1990, que instaba a “adoptar todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de los padres, de un representante legal o de cualquier otra persona que le tenga a su cargo”. Las derechas no han hecho lo mismo. Es triste pero es así.


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