Trasversales
Fernando Gil

Soliloquios electorales

Revista Trasversales número 10, primavera 2008

Textos del autor en Trasversales


Visto el resultado de las elecciones generales, con un bipartidismo de hecho, una de las dos Españas ha estado a punto de helarme el corazón, como diría Machado, y la otra me lo ha dejado en los huesos, como canta Sabina.
Soy de los ganadores de rebote (Zetapé) y perdedores en primera opción (Llamazé). Me alegro por tanto de la victoria del PSOE; no me alegro, claro, de la derrota de IU (¿alguien, dentro, la estaba buscando?), que ha depreciado mi voto y ha hecho inútil el de miles, y me felicito, eso sí, por la derrota del PP. No es que les tenga manía, que se la tengo, pero prefiero que pierdan. Pero vayamos por partes.

PSOE. Ha ganado las elecciones. Ha subido punto y medio en números redondos, menos que el PP, pero le aventaja en casi 900.000 votos. No es mucha recompensa para quien ha gobernado con cierta audacia en la primera mitad de la legislatura y en condiciones muy difíciles durante toda ella. ZP ha tenido fallos de principiante -ha abierto demasiados melones- y se ha comportado como un marciano que no entiende a quienes ha tenido delante: la Iglesia, la derecha y ETA. Presionado de modo brutal por quienes dicen representar a los verdaderos españoles y los que dicen representar a los verdaderos vascos, ZP cayó en la tentación de creer que podía acabar con ETA por las buenas y que el PP lo iba a aceptar. Pobrecillo, no sabe donde vive, porque España, más que la tierra de María Santísima, es la patria de Caín.
Tras el atentado de la T-4 y las arremetidas de los obispos, la legislatura ha sido errática, en particular al final, con el alud de promesas electorales de talonario.
ZP ha cometido tres errores podríamos decir metodológicos: Eclipsar a su gobierno; ha querido estar en todos los frentes en lugar de delegar. Ser tímido en la elaboración y aplicación de leyes, se diría que para no molestar. Pero una cosa es el respeto y otra la falta de valentía. Y no explicar. El Gobierno no ha sabido explicar ni lo que ha hecho bien, con lo cual el discurso predominante en cuatro años ha sido el de la curia y el PP, plagado de exageraciones y mentiras. Ha sido una legislatura muy teñida por lo visceral y lo clerical.
Este país tiene pendientes reformas en profundidad, no sólo importantes sino urgentes. Una de ellas es la de la administración de justicia, que clama al cielo como está; otra la administración del Estado y otra la estructura del propio Estado, que no puede ser un resultado de las iniciativas de los gobiernos autonómicos. No se puede reformar el todo partiendo de la aleatoria presión de las partes. Otra reforma urgente es mejorar el reparto de la riqueza producida, espectacular en los últimos años y espectacularmente conducida hacia los estratos altos de la sociedad.
La coyuntura no es favorable para abordarlas, más por la recesión económica, que exigirá temple además de talante para afrontar las demandas patronales de salir de ella a costa congelar salarios y aumentar el desempleo.
Así que, pensando en la tarea que tiene por delante, deseo al nuevo Gobierno menos vaivenes y menos angelismo, pero sobre todo valor y pedagogía.

Partido Popular. Incomprensiblemente, ha ganado votos. Después de lo que ha hecho desde la oposición no sólo contra el Gobierno, sino contra el Estado y contra la mitad del país, este partido de medio patriotas (españoles a medias; medio españoles les llama mi amigo Manolo) ha subido un 2,7%. Ha crecido el club de amigos del ácido bórico, pues han recogido más de 10 millones de votos de personas “normales”, que son las que le gustan a Rajoy.
Eso quiere decir que hay 10 millones de españoles, presuntamente normales, que creen que España se rompe, que los atentados de 2004 fueron parte de una conspiración para echar al PP de La Moncloa, que ZP sigue negociando con ETA la entrega Navarra, que se persigue a la familia, a la Iglesia y a los católicos, que los inmigrantes son un peligro, que los soldados españoles deberían seguir en Irak, que Zapatero ha sido un desastre para la economía y así sucesivamente. Son 10 millones de españoles que creen el apocalíptico  discurso de Génova, difundido, ampliado o precocinado por la COPE, La razón, El Mundo, ABC, las teles autonómicas del PP, púlpitos y confesionarios. Lo cual indica lo mucho que queda por hacer en materia de instrucción pública y en la formación de ciudadanos demócratas y sensatos.
Para desconcierto del PP, que tenía una reserva de 40 gobiernos mejores que el de ZP, resulta que Rajoy ha sido derrotado por el bobo solemne, el perfecto imbécil, el irresponsable, el inexperto, el grotesco, el cobarde sin límites, etc. Lo cual no le deja en buen lugar, vencido por un oponente con tales atributos.
Como era esperable, esta segunda gran derrota ha abierto una crisis y ha  planteado el dilema de si hay que continuar con el mismo discurso -con nuevas mentiras- y la misma actitud -renovada crispación- pero con otro candidato más duro -nostalgia de caudillo- para satisfacer a su electorado más furibundo, o si hay que mantener el candidato y cambiar de actitud y de discurso para captar votantes fuera de sus nichos y feudos habituales. Para lo cual tienen que darse cuenta de que España no es Madrid y menos la calle de Génova.
Hasta junio no lo sabremos. Mientras, a Rajoy y a su nuevo equipo, ya veremos sí verdaderamente lo es, les deseo moderación, paciencia y suerte, porque estando suelta la lideresa la van a necesitar.

IU. La tercera fuerza ha recibido el habitual castigo del sistema electoral agravado por la pérdida de 321.000 votantes. Ha pasado del 4,96% al 3,80%, pero, con casi un millón de votos, ha descendido de 5 a 2 escaños.
El resultado no ha abierto una crisis porque IU está en crisis permanente, que no en revolución permanente, ¡ojo! Más bien lo contrario, por encima de todas las declaraciones, lo que persiste es un duro núcleo doctrinal que se resiste a cambiar. A IU le ocurre aquello que decía Marx sobre las generaciones muertas que oprimen como una losa el cerebro de los vivos. IU, que hacia fuera se ofrece como la izquierda transformadora, internamente no se transforma. Es un partido conservador de izquierda, pues no es capaz de librarse de tradiciones inspiradas en (malas) lecturas de Marx, lo cual no implica renunciar a Marx, o a todo Marx. Por si fuera poco, sus dirigentes no se deciden a decir adiós a Stalin, en la doctrina y en los métodos. 
PNV. El PNV ha perdido cerca de 120.000 votos y un escaño y arrastra a quienes gobiernan con él, el PSE aparece como la primera fuerza política del País Vasco y los partidos nacionalistas pierden peso en el Congreso, pasan de 33 a 24 escaños.
Las elecciones generales son distintas de las autonómicas, pero parece que el nacionalismo vasco ha tocado techo y que el Plan Ibarretxe ha embarrancado.  La coyuntura es propicia para que el lendakari rectifique y salga del brete con ayuda del PSE, pero para eso tendría que abandonar el ensueño de que representa la voluntad de un pueblo milenario. Quizá le ayudaría una edición actualizada y crítica de las obras de Sabino Arana. Quizá mirar el calendario y ver la fecha.
ERC. Un batacazo. Ha perdido 5 escaños de los 8 que tenía. Merecida recompensa a su insensatez. Han sido una experiencia fallida como partido de gobierno y un peligro para sus sufridos aliados, muchas veces tratados como adversarios. Han demostrado que gobernar no es lo suyo. Que vuelvan a intentarlo cuando acaben el bachillerato. Mientras tanto, que sigan viendo Muchachada nui, que parece que les inspira.

CiU. Durán y Mas, Mas y Durán. Con menos votos y un ligero descenso porcentual, CiU ha aplazado la crisis planteada por la fiebre soberanista que padece Artur Mas (seguramente le bajará la temperatura con el descalabro de ERC) y ha soportado bien el ascenso del PSC, que supera a los demás partidos catalanes y saca a ZP del atolladero. Los antecedentes no eran buenos, desde el agua al tren, pasando por El Prat, el Carmel y el Estatut, pero al final el PSC se ha impuesto quitando votos a ERC y a Iniciativa. Pero CiU se mantiene y contará con grupo parlamentario propio en el Congreso.

UPD. Aparece en el Congreso un nuevo partido, Unidad, Progreso y Democracia. (UPD) Es un partido raro, pero tiene tres propuestas razonables: separar la Iglesia y el Estado, pero de verdad; concluir el proceso autonómico; y que el Estado recupera competencias, en especial, educación. Esta promovido por algunos intelectuales de renombre, cuya opinión es hoy muy necesaria, pero no me parece representado públicamente por la persona más adecuada.

Chunta. Ha desaparecido del hemiciclo con el abandono de Labordeta. Una lástima, porque venía bien su discurso crítico, socarrón y directo ¡joder!

 

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