Trasversales
José Luis Redondo

Una democracia devaluada

Revista Trasversales número 10,  primavera 2008

Textos del autor
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En los países desarrollados el sistema de partidos articula y ocupa el Estado. Al mismo tiempo se habla de crisis de los partidos y de su sistema, se da la contestación de los partidos y la separación de los ciudadanos de la política. Los partidos son de tipo “catch all” (atrápalo todo) sin un perfil ideológico nítido, variando sus posiciones en función de la búsqueda de votos, al tiempo que hay cada vez menos diferencias entre los partidos mayoritarios con opción de gobernar. En España se da esta situación agravada por el funcionamiento interno de los partidos y, sobre todo, por el reparto de los órganos del Estado.
En el Parlamento es como si sólo hubiera un representante de cada partido, puesto que todos los diputados o senadores de un partido votan unidos sin excepción. El Consejo del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas, el Consejo de la radio televisión pública y otros órganos del Estado se configuran de acuerdo con el peso de cada partido. No sólo son nombrados sino que funcionan como si sus componentes estuvieran sometidos a la disciplina del partido que les ha propuesto, lo que ha llevado al deterioro en el que están metidos.

Esta estructura, que aleja a los ciudadanos, es cada vez menos democrática. El número de afiliados a los partidos es mínimo y éstos son muy poco democráticos, a pesar de los enunciados constitucionales. Los candidatos a presidente del Gobierno y los cargos máximos del partido son propuestos por ámbitos reducidos, cuando no cooptados por el jefe anterior, como Rajoy por Aznar. La participación de todos los afiliados es escasa, la desproporción entre afiliados y votantes condena a éstos a aceptar las listas electorales decididas por aquellos. Hay otros partidos en donde la elección del candidato se da con debate político y de forma más democrática, como el Partido Socialista francés o el Partido Demócrata de EEUU, claro está que en este caso con los problemas del dinero que necesitan sus candidatos para sus campañas, con la pérdida de independencia que supone.

La situación española parte de la transición y del hundimiento de UCD, que ha producido partidos rígidos y controlados fuertemente por sus direcciones. Los cambios se retrasan todo lo posible, no hay mecanismos continuos de renovación y se producen catarsis para la sustitución de sus direcciones. Es lo que ha pasado con Zapatero en el PSOE y lo que está a punto de producirse en el PP.
Nadie tiene alternativas al Estado de partidos pero muchos rechazan su funcionamiento.
La situación se ha agravado en estas elecciones. El sistema español es parlamentario y no presidencial, sin embargo el peso de los dos principales partidos hace que el presidente del Gobierno sea propuesto por el PSOE o por el PP. La campaña electoral y el proceso mediático, en especial con los dos debates, ha presentado las elecciones como una apuesta por Zapatero o por Rajoy. Se ignora que el programa de gobierno tiene que ser pactado con otras fuerzas políticas, directa o indirectamente, para aprobar leyes en el Parlamento. Esto pasará salvo en el caso de mayorías absolutas, como veremos en esta legislatura. La democracia se simplifica y empobrece, se vota a personas y no a programas, esta vez más a la contra que a favor. El voto de izquierdas se ha concentrado en Zapatero, en parte por su gestión, en parte para evitar que salga un PP que daba miedo. Por otro lado, Rajoy ha concentrado el voto de la derecha y de parte del centro, independientemente de los disparates y la crispación que el Partido Popular ha producido, ha recogido el miedo a un Zapatero presentado como claudicante con ETA y a punto de romper España.

Este bipartidismo imperfecto se ha comido a los votantes de IU y a parte de los del nacionalismo de izquierda. Así, Zapatero se ha convertido en el representante único de la izquierda, pero con un programa que deja fuera parte de las aspiraciones de sus votantes. ¿Afrontará el aborto de plazos, la eutanasia, el desarrollo del laicismo, un reparto de la riqueza menos desigual? O, al contrario, ¿considerará que tiene patente de corso para no modificar su programa? Los resultados electorales no permiten clarificarlo, queda a la voluntad de una sola persona, con las consecuencias que va a tener para toda la población en esta legislatura y para el futuro de la izquierda en la siguiente.
Este deslizamiento desde un parlamentarismo de diferentes partidos a un presidencialismo encubierto se ha visto favorecido por el sistema electoral. El sistema electoral deja de ser proporcional a través de la regla de reparto de escaños D’Hont, pero sobre todo por los distritos provinciales. Allí donde hay menos votantes se llevan todo los dos grandes partidos o los que votan concentrándose en una zona. Así han sido beneficiados el PP y el PSOE, han sido y serán perjudicados los partidos menores de ámbito estatal, IU y UPD, e, indirectamente, resisten los nacionalistas que concentran sus votos en una Comunidad Autónoma.

El caso de IU resulta sangrante, dos diputados junto a Iniciativa con casi un millón de votos a los que corresponderían al menos 10 diputados con un sistema más proporcional. El cambio de la ley electoral es una de las necesidades que han surgido en estas elecciones. Un sistema electoral está en función de la articulación social que se pretende obtener, así el mayoritario en el Reino Unido produce el bipartidismo imperfecto, pero también el contacto directo de electores con su diputado. Cuando existen divergencias ideológicas y programáticas entre la población es necesario permitir su expresión. La eliminación formal de diversas sensibilidades no supone su eliminación real, con el consiguiente alejamiento de la política, menor democracia y posibles tensiones sociales. Parece claro que las distintas opiniones en el ámbito de la derecha han podido concentrarse sin demasiadas tensiones, pero en la izquierda esto no es posible.
Estas elecciones también han aumentado la concentración de poder en los dos grandes partidos. Ya no produce extrañeza que Zapatero proponga todos los cargos del grupo parlamentario y que éste, a posteriori, asienta unánimemente En el caso del PP, el retraso de Rajoy de una semana tiene su punto de recochineo. Así, una persona propone los cargos de su partido, los del grupo parlamentario y, en su caso, del Gobierno. El círculo se cierra, los líderes de los partidos mayoritarios, PSOE y PP, designan y controlan la elaboración de las listas electorales, producen un Parlamento sin autonomía y después van a designar otros órganos del Estado, como el poder judicial. Parece que el resultado es cada vez menos democrático.

¿Puede hacerse algo para aumentar la participación y el poder de decisión de los ciudadanos, para aumentar la democracia? Es verdad que actualmente no hay alternativa para el Estado de partidos, igual que no la hay para el sistema económico. Sin embargo, eso no nos dispensa de actuar para mejorarlos.
Los partidos pueden ser mas abiertos a las decisiones de afiliados y, sobre todo, de los votantes. Está pendiente una ley que los democratice, igual que se ha hecho con la paridad de género en las listas electorales. Las listas pueden no ser bloqueadas y se pueden proponer otros cambios que acerquen a partidos y ciudadanos.
La ley electoral puede ser mas proporcional, no dejar perdidos tantos votos, sea con reformas constitucionales, sea de forma más rápida ampliando el número de diputados y reduciendo a uno el mínimo de representantes provinciales.
Pueden articularse propuestas de iniciativas populares al Parlamento o a los distintos órganos de Comunidades Autónomas o Ayuntamientos. Pueden hacerse consultas no vinculantes usando las nuevas tecnologías.
En los Ayuntamientos pueden desarrollarse presupuestos participativos y otras formas de participación. ¿Para cuándo una nueva ley municipal?
Pueden potenciarse, desde las instituciones públicas, a las organizaciones cívicas y sociales. España es uno de los países donde los ciudadanos están menos asociados en partidos, sindicatos y otras asociaciones. Las asociaciones no suplantan a los partidos pero aportan propuestas nuevas, dinamizan la sociedad e implican a los ciudadanos. Esta aportación es tanto mayor cuanto más independientes son de los partidos y éstos no intentan manipularlas.

Un aspecto que merecería atención especial son los medios de comunicación, que tienen un peso decisivo en la conformación de la opinión pública. Los periodistas en España son cada vez menos independientes, siguen las posiciones del medio en el que trabajan, que a su vez está cada vez más alineado con el PP o con el PSOE, al menos en periódicos nacionales y en cadenas de radio y TV. Favorece a la democracia el crecimiento de medios independientes, de informaciones transversales, sobre todo a través de internet.
La democracia retrocede en España, lo ha hecho en estas elecciones y la sociedad puede estar dejando de percibirlo. Es hora de que los sectores progresistas la hagan avanzar. Debería ser una prioridad de esta legislatura.

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