Los líderes “comunistas” chinos y un capitalismo feroz oprimen a la gente trabajadora de China y del Tibet. Las revueltas contra ellos deben ser apoyadas. El pasado semifeudal y teocrático del Tibet no puede ser excusa para presentar a estos mandarines rojos como liberadores y negarse a dar apoyo a los movimientos de solidaridad con la rebelión de la población tibetana, que, por cierto, ha ido mucho más lejos de lo que quiere Tenzin Gyatso (“Dalai Lama”), interesado en un pacto con los líderes chinos, que prefieren lamas reencarnados a representantes elegidos.

En la huelga de los trabajadores chinos de la fábrica Xianyang Huarun o en la rebelión contra los abusos que sufre la población tibetana se expresa la lucha contra una tiranía estalinocapitalista que une lo peor de ambas barbaries. En democracia podría discutirse cuál es la mejor opción para el Tibet. Pero querer liberarse de la crápula sanguinaria que domina China siempre está justificado. Usar los Juegos Olímpicos o cualquier otra oportunidad para repudiar al régimen chino, es legítimo y necesario.