Trasversales
Benjamín Lajo Cosido

Amnesia histórica

Revista Trasversales número 11, verano 2008

Textos del autor en Trasversales


El Olvido es un enemigo silencioso que se alimenta como un parásito de nuestra Memoria. Es la causa principal de las inclemencias existenciales de esta sociedad circunstancial, ya que esa amnesia genera la sucesión de calamidades. La Memoria se ha construido sobre cimientos inciertos, sobre Teorías de la Conspiración como la del 11M. La misma que el PP ha pretendido e incluso convencido a no pocos de que verdaderamente existió. Basta repetir una mentira sucesivas veces para que acabemos creyéndonosla a pies puntillas. Por eso, cuando escucho que alguien habla de rigor histórico de forma dogmática, no puedo evitar sonreír maliciosamente.

La Historia que hemos heredado en este país no se corresponde ni por asomo a la realidad colectiva que vivió y vive. ¡Cuántas veces hemos oído aquello de “la Historia la escribe quien la gana”!  Pero no es del todo cierto. Existen memorias aún libres de manipulaciones bajo nuestra tierra, en fosas comunes que no sabemos tan siquiera dónde están, aunque se van hallando por el trabajo abnegado de aquellos inquietos que no se conforman con lo que se les dice. Entre legajos de archivos, amarillentos y deteriorados, esperando que alguien la rescate de su injusta prisión. Que la resucite de la peor de las muertes: la del Olvido.

Era de los ingenuos que pensaban que se puede reconstruir la Historia, que hoy veo, cuarentón, como un alarde juvenil de soberbia, muy humano, por cierto. Ahora soy un escéptico que se siente feliz de encontrarse, a veces, con Ella. Con un pequeño vestigio. O en las palabras de un anciano sincero al que ya nadie puede callarle y en su mirada se viven sus recuerdos tal como te los cuenta. En un documento que debes leer aunque te duela. La Verdad nunca decepciona, lo cual estimula al rebelde.

Recordar es la única vacuna con la que podemos aliviar la desmemoria y me hace sentir afortunado, por ejemplo, saber que a diecisiete kilómetros de la casa de mi madre, en el pueblo de Atapuerca, han hallado un diente (no creo que sea el que acabo de perder) que data de 1.200.000 años, dejando al Cráneo N 5, hallado allí también, con 800.000 años, como segundón del Neandertal más antiguo de Europa. Antes que el doctor Arsuaga y su equipo hallaran los primeros huesos, yo ya había entrado en esas cuevas siendo un chaval, en un curso de Salvamento en Cuevas de Cruz Roja, sin que ninguno de los presentes pudiéramos sospechar que bajo nuestros pies estaba la famosa Sima de los Huesos. Piruetas de la Historia que no dejan de sorprenderme. Con este hallazgo se sitúa la evolución de los seres humanos como en uno de los eslabones perdidos. Ahora, imaginemos que Arsuaga, Carbonell y compañía, encuentran un manuscrito que revela algo que jamás nadie hubiera puesto en duda e hiciera peligrar una “constante verdad”. Seguramente ni usted ni yo lo hubiéramos sabido. Con esto quiero decir que difícilmente podemos hablar de rigor salvo sobre aquello que es inevitable ocultar. Todo depende de la voluntad que se esgrima por defenderla o por soñarla.

Sócrates, el Padre del Racionalismo, dijo por lo que he leído: “Los poetas son unos enajenados seres que sueñan con la Divinidad, pero, a veces, hallan respuestas que la razón no encuentra”. Cuatrocientos años A.C., a saber lo que dijo, ya que como Jesús de Belén, nada dejó escrito. Fueron sus seguidores quienes lo hicieron por ellos.


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