Trasversales
José Luis Redondo

La Unión Europea contra sus ciudadanos

Revista Trasversales número 11,  verano 2008

Textos del autor
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El referéndum negativo de Irlanda sobre el Tratado de Lisboa es un escollo más en la tormentosa navegación de la Unión Europea. Como pasó anteriormente con Francia y Holanda asistimos a la separación entre los ciudadanos y las fuerzas políticas que están configurando la Unión. Ya no puede plantearse una opción C, sin embargo parece que los primeros ministros van a optar por una huida hacía delante, esperando que algún cambio permita un  nuevo referéndum en Irlanda.

Lo fundamental de esta Europa política que se está construyendo no está en la necesidad de tener un Presidente y un encargado de la política exterior, de pasar las decisiones de la unanimidad a la mayoría. Esto es muy necesario, pero ahora lo fundamental está en el alejamiento de los ciudadanos que se pronuncian en contra de nuevos avances, aunque hayan sido beneficiados tanto como lo han sido los irlandeses.

¿Es posible una Europa política sin el consenso de los ciudadanos? Es verdad que siempre se unen en el rechazo posiciones de avance, más Europa y más democracia, con las que pugnan por más nacionalismo y menos apertura de sus países. El resultado, sin embargo, es la no aprobación de cada una de las nuevas propuestas. Se dice que el rechazo se da en pocos países y con pequeño número de votantes, sin embargo no está nada claro si tendría éxito un referéndum simultáneo entre todos los miembros de la Unión.

Lo más grave no está en la falta de sentimientos europeístas o más bien de su concreción en el apoyo a las propuestas institucionales, lo más grave es que la Europa que se está configurando es cada vez menos apetecible. Una Europa que no consigue tener una política autónoma de EEUU, sobre todo después de la entrada de los países del Este. Una Europa que tras el dominio de la derecha en la mayor parte de los gobiernos, especialmente después de la Francia de Sarkozy y de la Italia de Berlusconi, toma direcciones cada vez más reaccionarias. Decisiones como permitir jornadas de trabajo de 60 ó 65 horas, pendiente de aprobación por el Parlamento Europeo, o medidas contra los inmigrantes que violan los derechos humanos, aprobabadas ya por el Parlamento. Esta Europa parece invitar a sus ciudadanos a pararla o a marginarse de su marcha.

Es verdad que Europa se construye sobre todo desde las políticas nacionales y en la mayor parte de los países ha triunfado la derecha, pero las instituciones europeas que han impulsado la mejora económica y social de los ciudadanos están convirtiéndose en una rémora. En vez de nivelar hacia las condiciones de los países mas avanzados comienza a hacerlo hacia las de los más retrasados.

Por una vez los dirigentes políticos deberían informar ampliamente a los ciudadanos y presentarles opciones que les permitan opinar. Es necesario un gran debate y propuestas sencillas que se propongan al colectivo europeo y sirvan para cimentar la Unión.

Parar y profundizar es imprescindible, porque de otra forma el abismo se abrirá cada vez más entre una superestructura política y unos ciudadanos separados de ésta, es decir, se formaría una Europa incompatible con la democracia.


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