Trasversales
Luis M. Sáenz

¿Quién ganó las elecciones del 9 de marzo?

Revista Trasversales número 11,  verano 2008

Textos del autor en Trasversales




El 9 de marzo de 2008 la izquierda superó en unos dos millones de votos al Partido Popular. El PSOE obtuvo 15 escaños más que el PP, en el que comenzaron a tirarse los trastos a la cabeza, aunque a fecha de hoy parece que Rajoy comienza a recuperar el control y a dar una imagen de moderación, cuyo grado de realidad está aún por comprobar. Todo ello es cierto. ¿Pero qué política ha ganado?

Decepción

En la extrema derecha corre el dicho de que, aunque nadie les vota, han impuesto su agenda al PP. La gente de izquierda deberíamos empezar a preguntarnos si, aunque derrotásemos electoralmente al PP, no habrá impuesto éste su agenda al actual Gobierno, que en nada se parece al de los dos primeros años de la anterior legislatura aunque tenga el mismo presidente y la misma vicepresidenta.
El tramo final de la legislatura 2004-2008 fue transición anunciadora de lo que está ocurriendo. La composición del nuevo gobierno hizo saltar las alarmas postelectorales. La salida de su ala más avanzada, Caldera y Narbona, y la entrada de Corbacho y Sebastián, anunciaron giro a estribor.

Desde Suárez a Zapatero, pasando por Calvo Sotelo, Felipe González y José María Aznar, el periodo en que he sentido que había un gobierno más cercano y respetuoso con la ciudadanía fue el que abarca desde la primera investidura de ZP hasta el día en que éste participó en el programa “Una pregunta para usted”. A partir de ahí, mi percepción ha ido cambiando. Aún cabía que la creciente “estandarización” del Gobierno fuese una equivocada táctica electoral, pero que revalidada la mayoría electoral podría tener lugar una recuperación del pulso reformador, especialmente tras constatar que el intercambio de votos entre PSOE y PP fue muy favorable a la derecha, aunque el PSOE lo compensó con votos llegados desde su izquierda. Pues bien, podemos desechar tal hipótesis optimista. El curso hacia la derecha y el alejamiento de la ciudadanía se han intensificado. Sigue siendo mil veces preferible un gobierno de Zapatero a uno de Rajoy. No por eso tenemos que estar contentos con su comportamiento ni aplaudirle.

Malos modos

Tras el 9 de marzo sabíamos que los propósitos reformadores estaban aguados y que para avanzar sería precisa una fuerte presión social. Pero ha sido aún peor.
Nos han tratado como si fuésemos imbéciles. El jugueteo semántico con la denominación de la situación económica, la desfachatez de pretender calmar a quienes se preocupan por el coste de la vida, la vivienda o su empleo soltándoles lo de la “solidez de nuestro sistema financiero”. Un nuevo ministro nos cuenta que la luz tendrá una subida similar al IPC cuando lo cierto es que el incremento de su coste multiplica por dos o por tres la subida del IPC; y nos habla del “fundamentalismo” ecologista y saca la patita pronuclear. La excusa dada para rechazar una elemental regulación de la aconfesionalidad del Estado, aduciendo que a eso se tenía que llegar sin leyes, por evolución “natural” de la sociedad... cuando estos ministros se cuentan entre las poquísimas personas que al ocupar su plaza de trabajo en una institución o empresa lo hacen ante una Biblia. Y qué decir del respaldo dado al salto de David Tanguas  desde la oficina económica del Gobierno hacia el lobby empresarial de la construcción.

La deriva hacia la xenófobia

Lo que mejor refleja esta involución política es el tratamiento dado a la cuestión “migratoria”. La derecha ha logrado que sus ideas contaminen al Gobierno y éste asuma el paradigma reaccionario: las personas migrantes son un problema a resolver. Todas, no “los ilegales”. La inmigración ilegal, “sin papeles”, es primordial para el modelo económico de desarrollo de un capitalismo delincuente y mafioso; lo que inquieta a la derecha, y ahora parece que a una parte de la izquierda, es la emergencia de la población inmigrante, con o sin papeles, como sujeto de derechos, fenómeno que sólo puede ser contenido por medio de la acción coercitiva del Estado, quizá en alianza con ciertas estructuras “comunitarias” de disciplinamiento a integrar por la vía “multiconfesional” consistente en dotar a otras iglesias de privilegios similares a los de la católica, postergando la única opción igualitaria, la opción laicista.

No pretendo condenar todas las medidas concretas tomadas el Ministerio de Trabajo. El pago adelantado del paro a una persona que quiera volver a su país no es algo que esté mal, pero se presenta como una operación de “rescate de permisos de residencia”. Cerrar la vía al reagrupamiento familiar de la persona migrante con sus progenitores tiene algo de cruel. Pero lo más grave es el propio mensaje. La eficacia de medidas de ese tipo es muy pequeña, pero se lanzan como noticias de primera página insinuando que las personas migrantes son un problema, que hay que de quitárselas de en medio, que este Gobierno está en ello y que nadie debe preocuparse porque ya no son los tiempos del “buenismo” y de Caldera, que tuvo la “peregrina” idea (excelente en realidad) de regularizar la situación residencial y laboral de quienes tenían un empleo en España.

Implícitamente, aunque no se exprese con la claridad con que lo hizo Rajoy en la campaña electoral, se deja correr también la idea de que las personas migrantes son una carga para el sistema de protección social. Nuestros gobernantes no tiene el coraje de recalcar que la población extranjera está aportando más de lo que recibe; que si por cada español pensionista hay tres españoles cotizantes, por cada extranjero pensionista hay 125 cotizantes; que si hay “competencia” por becas de comedor no se debe a que haya muchos inmigrantes sino a que hay pocas becas, etc. Que los problemas del sistema de salud no tienen nada que ver con la demanda sanitaria extranjera –su demanda media es menor que la de los españoles- sino con un defecto de prestaciones, debido a un desvío generalizado de fondos públicos hacia el sector empresarial privado, mucho mayor en comunidades como Madrid y Valencia, pero también presente en comunidades gobernadas por la izquierda. Que la degradación de la educación pública no es culpa de los inmigrantes sino de la capitulación vergonzosa del Estado ante la patronal de la enseñanza privada concertada y de esa farsa llamada “derecho a elegir de los padres” que sólo es privilegio y abuso. Que quienes nos están robando a manos llenas son muy españoles y “muy respetables”, y que nos encantaría ser vecinos de sus lujosos chalets.

La guinda de esta nueva orientación ha sido el apoyo dado por el PSOE, con pocas excepciones (¡honor a Josep Borrell y Raimon Obiols!), a la directiva europea sobre retorno. Grave es la previsión de internamiento de las personas en situación irregular hasta por 18 meses. Pero especialmente vergonzoso es el trato previsto para los menores. La directiva admite el internamiento de menores no acompañados y de familias con menores, y  permite la expulsión de menores a “países de tránsito” en los que no tengan ningún familiar: tras los “paraísos” para la tortura al servicio de la Administración Bush, otros países serán “orfanatos especializados” para una UE que se desentiende de su deber de acoger, cuidar y educar a esos menores.

El giro de la política del Ministerio de Trabajo y del propio PSOE se hace así cómplice de un proyecto político cuyo núcleo central no son los derechos humanos ni el control del flujo migratorio y la disminución de las migraciones ilegales, sino el control sobre las personas migrantes en favor de un mercado de trabajo dualizado. La combinación de normas de “mano dura” aplicables a migrantes regularizados o a sin papeles apunta a un único objetivo: el refuerzo de la situación de precariedad de millones de personas y su debilitamiento como sujeto político y asociativo activo capaz de reclamar derechos. Todo ello en beneficio de un capitalismo delincuente y de otras formas de abusos.
La salida masiva de inmigrantes provocaría una recesión económica brutal y un retroceso social. Pero el discurso contra las personas migrantes no busca expulsarlas, aunque haya que mantener la cuota de expulsiones precisa para que las amenazas sean creíbles, sino doblegarlas a condiciones indignas de trabajo y de acceso a derechos.

La xenofobia es una gravísima amenaza que pesa sobre nuestra democracia y nuestra convivencia. Un peligro que requiere medidas de signo inverso al de las que se están tomando. El desmantelamiento de los centros de internamiento de inmigrantes, cuyas condiciones degradantes han sido puestas a la luz; la creación de una Fiscalía especial contra los delitos de xenofobia y de odio; la aprobación de una verdadera Ley de Igualdad de Trato; la gestión pública de los servicios públicos y la optimización del uso de los recursos en beneficio de la población; el derecho a voto para las personas residentes en España... Pero sobre todo hace falta otra perspectiva, otro proyecto, otra voluntad.

Europa o lo que queda de ella

El Tratado Constitucional Europeo (TCE), con sus muchos defectos y carencias, habría sido un paso de gigante. El fracaso del TCE, el ascenso de Sarkozy y Berlusconi y las directivas de retorno y de las 60/65 horas forman parte del mismo proceso reaccionario, en un escenario de derrota, una derrota no fundada en simples “tendencias objetivas”, sino también y sobre todo en las decisiones subjetivas que hemos tomado las gentes de izquierda, las izquierdas “de gobierno” y las izquierdas “alternativas”, ambas sin proyecto ni estrategia.
En la UE había un papel que Zapatero y sólo él, con el enorme prestigio de que gozaba entre la gente común de la izquierda europea, podría haber jugado. No lo hace. Como me indicó un amigo, Zapatero quiere ser a Sarkozy lo mismo que Blair fue a Bush. Si no rectifica a tiempo, terminará como los laboristas británicos: barridos por la derecha. Para evitarlo bastaría con que Zapatero sea a Sarkozy como ZP fue a Bush. ¿Le resulta difícil imitar ese modelo?

Tras los “noes” de Francia y Holanda –de consecuencias nefastas-, la única manera de salvar la Constitución era hacerla aún más avanzada y establecer una nueva vinculación con la ciudadanía europea. Era casi imposible, pues el proyecto constitucional fue fruto de una puntual convergencia de circunstancias excepcionales poco acordes con la voluntad de la gran mayoría de los actuales gobernantes europeos. Pero había que intentarlo, pues sólo así sería posible generar un movimiento progresista continental.
Por el contrario, el Tratado de Lisboa (TdL), aunque mantuvo gran parte de las reformas institucionales progresistas, ignoró el poder simbólico de una Europa política y relegó la idea de una Europa ciudadana. Es cierto que Francia y Holanda ya dejaron al TCE en coma, que el TdL sigue siendo mil veces mejor que Niza y que en última instancia habrá que hacer lo posible para rescatar lo que se pueda del TCE, especialmente herramientas políticas como la iniciativa legislativa popular y la capacidad de iniciativa de reforma de los tratados por el Parlamento Europeo. Pero Zapatero aceptó el recorte del TCE, sin mensaje alternativo, y no hizo ningún esfuerzo para resistir la oleada y liderar un movimiento de todos aquellos para quienes el TCE era nuestra aspiración mínima, ni para poner sobre el tapete que la crisis creada no podía ser resuelta por 27 personas, a espaldas de parlamentos y sociedades. ZP se contentó con el mensaje de que Sarkozy, Merkel y él mismo habían logrado salvar a Europa, sin marcar distancias y a costa de concesiones a los más antieuropeos. Sí, era cierto que Francia dijo No, desde posiciones diversas y contradictorias, pero en Lisboa se decidió hacer concesiones a Le Pen, no a ATTAC, parte de cuyas críticas eran acertadas aunque no lo fuese la decisión de pedir el No.

Irlanda también ha dicho No. Algunos lo interpretan como un No a la directiva de retorno, a las 65 horas, a Berlusconi, a Sarkozy. En los ánimos de una parte de votantes, hartos, quizá. Pero nadie celebrará más ese No que Berlusconi, Sarkozy, Bush, pues devalúa aún más el ya devaluado Tratado de Lisboa y favorece a una Europa de los gobernantes, con gobernantes reaccionarios que imponen políticas reaccionarias.
Muchos parecen olvidar que la estructura institucional desde la que se ha promovido directivas tan nefastas no es la del TCE ni la del TdL, que no están en vigor.  Esas políticas se han aprobado según el Tratado de Niza, que seguirá vigente si se rechazan las reformas. También parecen olvidar que esas directivas no han salido adelante porque lo hayan decidido oscuros burócratas escondidos en Bruselas, sino por la decisión de los gobiernos elegidos en cada país. La peste reaccionaria no se expande desde Bruselas hacia los 27 estados de la UE, sino que nace en París, Roma, Londres y otras 24 capitales.

La operación es redonda. No sólo ponen en marcha políticas tan reaccionarias como la posibilidad de acuerdos “voluntarios” para trabajar 60/65 horas semanales y la directiva de la vergüenza, “imprudentemente” lanzadas en pleno proceso de ratificación del TdL, como lanzaron el debate sobre la directiva Bolkestein antes del referéndum francés,  sino que además incitan a que “la gente” diga no al TCE o al TdL, que no gustan a los Sarkozy y Berlusconi. Así evitan que los ciudadanos se rebelen con furia contra ellos. ¡Matad al TCE, que no tiene vigencia alguna, y dejadnos a nosotros tranquilos matando vuestros derechos! Llevan adelante su política reaccionaria y destrozan la posibilidad de la Europa política en aras de la Europa atlantista que desean. Dos pájaros de un tiro.
El Gobierno español ha participado en esa operación. No sólo apoyando la “directiva retorno”, pasando de la izquierda a la derecha del Partido Socialista Europeo, sino también con la “directiva 65 horas”, frente a la que la postura española, más allá de bonitas palabras, ha sido la abstención. ¿Puede alguien explicar la abstención de Corbacho ante una directiva tan canalla?
Dicen algunos que es para evitar el aislamiento. Pero el seguidismo a Sarkozy sólo agravará el aislamiento de ZP en la UE y le aislará de la sociedad progresista española. Para pesar en Europa y para que España pueda seguir un camino de cambio y avance social, Zapatero, con el prestigio de que goza entre la izquierda europea, merecido por sus actuaciones pasadas aunque no por las actuales, debería asumir un liderazgo en la izquierda europea contra la deriva reaccionaria. Aún está a tiempo, pero no parece que quiera o se atreva a hacerlo.

Volver al buen camino

El giro derechista del Gobierno es marcado pero no está consolidado. Hay mucho malestar social y resistencias en el propio PSOE. Si somos capaces de movilizarnos, podemos imponer que Zapatero recupere la sensibilidad a las demandas sociales que tuvo hace algunos años. Y convendrá recordarle que la “maldad” de la derecha no le garantiza de por vida el voto de millones de personas. Gobernar como la derecha llevaría a devolver el Gobierno a la derecha. Las políticas derechistas derechizan.

El apoyo a la directiva de retorno, si no hay rectificación, puede marcar un punto de no retorno en las relaciones entre este equipo de gobierno y centenares de miles de personas, entre las que me cuento. A la vez, alentará la xenofobia de otros tantos, a los convertirá en votantes naturales de la derecha o de la extrema derecha.

A la calle, hay que movilizarse. No porque el Gobierno haga la política de la derecha vamos a dejar de exigir que avance el cambio y la dinámica reformadora. Si no es con él, será pese a él y si hace falta frente él. Zapatero, ahora nos estás fallando, rectifica. ¡Si parece que hasta Rajoy es capaz de hacerlo!, aunque eso aún tiene que demostrarlo.


La consulta

Haré una breve referencia a la consulta de Ibarretxe. Sólo quiero decir, una vez conocidas las dos preguntas, que son una tomadura de pelo.
1.- ¿Está Usted de acuerdo en apoyar un proceso de final dialogado de la violencia, si previamente ETA manifiesta de forma inequívoca su voluntad de poner fin a la misma de una vez y para siempre?
Un asesino etarra podría votar Sí, pues no pide nada a ETA, sólo exige a las fuerzas políticas e instituciones que se comprometan de antemano a que dialogarán con ETA si ésta quiere alguna vez, dentro de dos o de catorce años, dejar de matar. Soy partidario de dialogar si en algún momento se estima que podría ser fructífero. Pero hay que ser imbécil para dar a ETA un cheque en blanco y sin plazo alguno. O quizá ser “muy listo” y querer recibir el voto del entorno de ETA sin que éste deje de serlo.
2.- ¿Está Usted de acuerdo en que los partidos vascos, sin exclusiones, inicien un proceso de negociación para alcanzar un Acuerdo Democrático sobre el ejercicio del derecho a decidir del Pueblo Vasco, y que dicho Acuerdo sea sometido a referéndum antes de que finalice el año 2010?
¿Una consulta para pedir a los partidos que alcancen un acuerdo? ¿Cuál? ¿Qué contenido? Eso cuando Ibarretxe ya ha dicho que si no hay acuerdo lo fabricará por mayoría si tiene votos para ello. ¿Quién puede ir a votar semejante majadería?
Es pronto para pensar en elecciones, pero quiero pringarme ya. Al igual que digo que si no rectifica sobre la directiva de retorno no pienso votar al PSOE en las europeas, también digo que espero que el PSE gane las elecciones vascas, pues es el único discurso sensato que hay allí.


Posdata electrónica (posterior a la publicación de la versión papel de este artículo)


Sí todo lo anterior hubiese sido publicado tras el congreso del PSOE, su contenido hubiera sido más matizado, aunque no esencialmente diferente. Más matizado porque en él se apuntaron algunos caminos que en el programa electoral fueron ocultados vergonzosamente bajo la alfombra: interrupción voluntaria del embarazo, suicidio asistido y eutanasia solicitada, laicismo. Muy tibiamente, pero se apuntaron, lo que es positivo.
La evolución posterior ha sido diversa. En lo que más se ha avanzado ha sido la posible reforma de la regulación de la interrupción voluntaria del embarazo, aunque hay que ser conscientes de que por ahora lo único seguro es que el tema se va a tratar, peor no cómo va a acabar, lo que dependerá en gran medida de la actividad social progresista en defensa del derecho a decidir. Si este proceso culmina en una reforma avanzada satisfactoria, aunque no sea perfecta, lo cierto es que la legislatura 2008-2012 habría sido escenario de un nuevo avance decisivo para la democracia.
La cruz de la moneda ha sido el frenazo dado a la perspectiva. El congreso creó expectativas, pero ahora vuelve a no verse luz en el tunel, tras reafirmarse el mantenimiento de los funerales confesionales de Estado, la asunció de ministerios en presencia de una Biblia, etc. Y si no hay avance en esos aspectos, menos podremos esperarlos en temas cruciales como la financiación de la Iglesia o la enseñanza de religión en las escuelas. Esto no quiere decir que no vaya a haber avances, pues ZP es bastante oscilante y parece que unas veces le gusta amagar y no dar, pero otras opta por dar sin amagar. A mí entender, dependerá de la capacidad de generar una presión social a favor de un desarrollo laicista.
Finalmente, querría señalar que la crisis debería ser ocasión para ensayar algunos enfoques nuevos. Zapatero trata siempre de sostener lo social sobre la base de poner dinero, dinero para los empresarios y dinero para sectores desfavorecidos. Pero eso, relativamente posible en vacas gordas, cuando hay vacas flacas no parece muy viable y, sobre todo, no sirve para generar en paralelo soluciones estructurales. Pondré un ejemplo: ante la crisis del sector inmobiliario, no creo que la solución pase por habilitar créditos para ese sector sobredimensionado y poco productivo, mientras que por otro se dan a algunos jóvenes una sayudas para pagos del alquiler que, al menos en una parte significativa, causan aumentos del precio de alquiler. Me parecería mucho más razonable hacer algo de lo que se habló en algún momento, comprar a esas inmobilarias terrenos y edificaciones, a precios no sobrevalorados, siempre y cuando que eso se use para la creación de un parque público de viviendas de alquiler social y no, como suele hacerse en tantas operaciones de salvación pública para impedir desastres causados por  abusos capitalistas, para, una vez pasada la tormenta, delvorver el pastel, de una u otra forma, a los capitalistas que llevaron a la ruina. Fijaros, por cierto, que me he puesto a la altura de lo qu puede esperarse de este Gobierno, ya que no he propuesta la expropiación sino la compra a precios razonables y negociados.


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