Trasversales
Miquel Monserrat

Rusia, Georgia, Osetia... Perplejidad

Revista Trasversales número 12,  otoño 2008. Texto para la versión papel

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Ante lo que está ocurriendo en el Cáucaso, lo peor que podríamos hacer es ceder a la tentación de limitarnos a tratar de confirmar en ello lo que pensamos sobre el mundo actual. Posiblemente acertásemos en parte, pero también nos equivocaríamos.
Así, unos insisten en la responsabilidad de los dirigentes de Georgia por su intervención militar de los días 7 y 8 de agosto en Osetia del Sur. Rusia estaría defendiendo el derecho a decidir de Osetia del Sur. Y tienen razón en lo primero, aunque no en lo segundo.
Otros, por el contrario, recalcan la amenaza que la Rusia dirigida por kagebistas representa  para todos los estados que antes formaron parte de la URSS, señalan su hostilidad hacia Geogia y denuncian la hipocresía de defender la autodeterminación de Osetia del Sur tras haber actuado a horca y cuchillo en Chechenia. Y tienen razón.

Pero la verdad no se agota en una u otra tesis.

La intervención armada del ejército georgiano sobre Osetia del Sur, que desde 1992 era formalmente parte de Georgia pero tenía un estatus fáctico de semi-independencia muy vinculada con Rusia (gran parte de la población de Osetia del Sur tiene pasaporte ruso), aunque no reconocido por ningún estado, fue la acción brutal de un nacionalismo agresivo que no reconoce al pueblo osetio respecto a Georgia derechos similares a los que exige para Georgia respecto a Rusia. Según Amnistía Internacional…
Por ejemplo, en Tskhinvali, capital de Osetia del Sur, al parecer los ataques de las fuerzas georgianas han destruido decenas de edificios civiles, entre los que hay edificios de viviendas, edificios oficiales, una juguetería, edificios de la universidad y el Hospital Republicano”.
También se comenta que miles de personas huyeron hacia Osetia del Norte. Por otra parte, también fue un disparate político, un acto irresponsable incluso desde el punto de vista del nacionalismo georgiano, ya que dio el pretexto que necesitaban los dirigentes rusos para emprender una acción armada cuyo alcance ha ido mucho más allá de la defensa de la población osetia agredida.

En cuanto a la acción rusa, que efectivamente podía tener el efecto positivo que proteger a una población civil que estaba sufriendo el ataque georgiano y ayudar a restablecer la anterior situación que, pese a ser transitoria e inestable, era más soportable que la derivada de la invasión georgiana, ha superado la brutalidad de la intervención georgiana, llevando sus tropas fuera de Osetia, a muy pocos kilómetros de la capital de Georgia, lo que resulta especialmente inquietante pues Rusia nunca ha renunciado a sus aspiraciones sobre toda Georgia y parece evidente que ha utilizado la excusa “suroseta” para hacer una entrada brusca y amenazadora en la escena internacional, reivindicando su papel como potencia mundial y como gendarme regional. Al parecer, milicias osetias han quemado y destruido pueblos habitados por población de origen étnico georgiano, cerca del 30% de la población. Como señaló Human Rights Watch:
Al comienzo del conflicto militar iniciado el 7 de agosto de 2008, los militares georgianos utilizaron una fuerza indiscriminada y desproporcionada que causó la muertes de civiles en Osetia del Sur. Después, el ejército ruso también ha utilizado una fuerza indiscriminada en ataques dentro de Osetia del Sur y del distrito de Gori, y al parecer ha atacado caravanas de población civil que intentaba huir de las zonas en conflicto. Se están produciendo saqueos, incendios provocados y secuestros, y las milicias están aterrorizando a población civil, obligándola a  huir de sus hogares e impidiendo que las personas desplazadas vuelvan a sus hogares.

Como ha señalado Cathy Nugent, “La invasión rusa muestra un resurgimiento del imperialismo ruso que sigue considerando al  Cáucaso como su propio patio trasero. Pase lo que pase, los nuevos estados independientes de Georgia y otros países de la región -largo tiempo cautivos en el Imperio zarista y luego en la URSS, una prisión de naciones-  seguirán amenazados”.

En definitiva, tras lo ocurrido en los Balcanes, de nuevo hemos asistido a desplazamientos forzosos de poblaciones y represalias contra ellas a causa de su origen étnico. Y, a diferencia de otros conflictos en los que la existencia de acciones criminales en ambos bandos no podía ocultar las diferencias abismales entre la magnitud de tales crímenes y entre el significado de las partes enfrentadas (España 1936-1939, II Guerra Mundial, Bosnia, etc.), en este caso no me siento capaz de tomar más partido que el de las víctimas, y sin ignorar que algunas de ellas han podido jugar también papel de verdugos. Creo que los líderes georgianos son una amenaza para Osetia y que los líderes rusos son una amenaza para el mundo. Y que ambos son una amenaza para sus propias sociedades.

Puedo, claro está, expresar opiniones sobre lo deseable:
- A estas alturas parece imposible que la mayor parte de los habitantes de Osetia del Sur se sientan ciudadanos libres dentro de Georgia. Por muy conscientes que seamos de que los líderes rusos tienen una voluntad imperial y no reconocerán “autodeterminación” alguna para ninguno de sus territorios, como demostró su acción genocida en Chechenia, Osetia del Sur no puede seguir formando parte, ni siquiera formalmente, de Georgia, como Kosovo no podía ser parte de Serbia. Parece que Osetia del Sur sólo tiene dos futuros por delante: la creación de un Estado independiente o la integración en Rusia, cosa que debe decidir su población, respetando los derechos del 30% de población de origen georgiano, ya que las fronteras pueden desplazarse por decisión política pero es un crimen el desplazamiento forzoso de poblaciones.
- Rusia debería retirar definitivamente todas sus tropas de territorio georgiano y comprometerse de forma clara a renunciar a cualquier aspiración sobre Georgia.
- La comunidad internacional, los gobiernos de Georgia y Rusia y el gobierno de Osetia del Sur deberían poner en marcha con urgencia un plan de reconstrucción material de las zonas afectadas por la guerra y un plan para el retorno a sus hogares de todas las personas desplazadas con plenas garantías para su seguridad y sus derechos.
- Reconociendo el derecho de Georgia y de Osetia del Sur a decidir su política internacional y sus alianzas, creo que sería muy conveniente que Georgia renunciase a integrarse en la OTAN y que no se instalen bases militares rusas en territorio de Osetia del Sur. Sin embargo, sí debería favorecerse, a condición de adecuación a los estándares democráticos de la Unión Europa, el acercamiento a ésta de Georgia y otros estados vecinos de Rusia.

Podría añadir unas cuantas ideas más. Pero me parece inútil. Lo que me angustia es que, una vez dicho todo lo anterior, sigo sin saber qué podemos hacer. Hacer es hacer algo que pueda modificar un poquito la relación de fuerzas para favorecer que se den algunos pasos en cierta dirección. Y, en este caso, todo parece inútil. Y, sin embargo, “la posibilidad de lo imposible es el fondo de la política” (Alain Badiou).
No hemos sido capaces siquiera, al menos en mi ciudad, de montar manifestaciones de protesta ante las embajadas de Georgia y Rusia. No logramos para ello la mínima acumulación de fuerzas ni unos objetivos claros. Creo que no somos muchos los que repudiamos a Saakashvili y a Putin, los que creemos que los habitantes de Chechenia, Kosovo y Osetia del Sur tienen derecho a ser independientes si así lo quieren, dado que la violencia rusa, serbia y georgiana ha hecho imposible su convivencia razonable en el marco de Rusia, Serbia y Georgia.

¿Presionamos a nuestro Gobierno para que trate de jugar un papel razonable en este conflicto de largo alcance? Sí, desde luego. ¿Para que haga qué? Una parte de nuestra izquierda está encantada de que la Rusia de Putin “desafíe” a Occidente, otra hace del “derecho internacional” dogma para defender la “integridad” de los grandes Estados en cualquier circunstancia (creo que pensando, de forma equivocada, en nuestro propio patio anterior)… No sé si podemos sumar fuerzas significativas. ¿Y dónde queremos que España juegue tal papel razonable? Sin duda, en la UE. Pero la UE se está haciendo trizas, ha renunciado -en parte podemos decir que “hemos renunciado”, pues en esto las responsabilidades están muy repartidas- a avanzar en su unidad política y a una acción como agente político global, lo que por un lado ha reducido considerablemente su capacidad de mediación y por otro ha dado el empujón decisivo hacia el “patrón americano” a muchos de los Estados que antes fueron parte de la URSS y que ahora no ven en la UE garantía alguna ante el “oso ruso”, lo que, a su vez, hace a éste más agresivo.

Perplejo. En parte, impotente. He pensado en callar. Pero he hablado por dos razones. Una es que cuando apenas cabe dar testimonio, hacerlo es lo mejor que se puede hacer. La otra y principal es que quizá mostrando nuestra perplejidad públicamente podamos encontrarnos quienes en tal estado estamos, y quizá, sólo quizá, de la suma de nuestras perplejidades pueda surgir algo que hacer. Posiblemente haya amigas y amigos con la mente más despejada que yo y que tengan algunas ideas prácticas al respecto. A ellas y ellos se dirige este escrito. ¿Podemos hacer algo que no sea tomar partido por Saakashvili o Putin, esa crápula?


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