Trasversales
Francisco González de Tena

Carta a Zapatero: los acuerdos con el Vaticano

Revista Trasversales número 13 invierno 2008-2009




Señor Presidente:

Con todo respeto y afecto, pero al mismo tiempo con la firmeza propia de ciudadanos responsables y progresistas, entendemos que existen motivos de alarma en el tratamiento que se le está otorgando a la Iglesia Católica por parte del Gobierno que preside.
Entre las múltiples anomalías que se podrían enumerar y que afectan a la convivencia, en un país presentado como aconfesional, queremos señalar algunas que resultan especialmente bochornosas para una mayoría de ciudadanos, si excluimos ese 15% de fieles católicos que jamás han votado al PSOE y que nunca lo van a hacer, por muchos privilegios que este Gobierno se empeñe en mantenerles e incluso incrementarles.
El más escandaloso es el trato económico, especialmente perverso. Anómalo es que por medio de un simple intercambio de Notas Diplomáticas se le incrementara a la Conferencia Episcopal Española (no a la Iglesia católica en general) el porcentaje que, en contra de lo que se hace creer a la ciudadanía, no es una aportación voluntaria y personal de los contribuyentes católicos, sino que se detrae del conjunto de lo recaudado para fines de interés general, en este caso de aplicación particular de los obispos. Para mayor vergüenza ese trato de favor se hizo a espaldas del Parlamento, con la sola voluntad de un Gobierno socialista, otorgando un rango de tratado internacional a lo que es sólo una aportación religiosa. Todo ello viene a suponer que los españoles estamos pagando, con ese vergonzante mecanismo, los gastos de un Estado extranjero, el Vaticano (ya que es del que se beneficia), por medio de un mecanismo diplomático que se reserva para otros supuestos. Esos directos beneficiarios de tan generosa excepción, no sólo no son ciudadanos del Vaticano, como debería deducir, sino españoles que además hacen una permanente campaña en contra de la Ley que a todos nos obliga, como ahora se demuestra con la asignatura Educación para la ciudadanía. Y como colofón se les permite a colegios (que también mantenemos con nuestros impuestos) que adapten el programa de dicha asignatura obligatoria a su propio ideario, en un alarde de cinismo, pues suponen que su moral particular es mejor y de mayor rango que la Ética pública.
Los problemas, excepciones a la norma general y contradicciones que están reportando los rancios y trasnochados Acuerdos con el Vaticano son de sobra conocidos, aunque no será superfluo repasar algunos de esos problemas. El Gobierno no parece darle importancia, en una actitud políticamente suicida, al hecho incuestionable: la sociedad española de 1978 no tiene nada que ver con la estructura social de la actual. Eso pasando por alto algo muy grave señalado de forma reiterada por intelectuales y políticos de solvencia, como Gregorio Peces-Barba, sobre la dudosa legitimidad de unos Acuerdos negociados sin transparencia y en paralelo al debate constitucional (contaminándolo) y haciendo coincidir su firma y publicación en fechas exactas para hacerlos pasar por constitucionales. Blindó a la Iglesia Católica, como única beneficiaria de esos Acuerdos (desvirtuando el fin último de todo verdadero acuerdo mutuamente ventajoso, sin cuyos beneficios para ambas partes, se pueden y se deben denunciar de inmediato), y a parcelas importantísimas para la misma, como la educación religiosa (ignorando las particulares creencias o ausencia de ellas de los ciudadanos escolares), un estatus de ausencia de derechos de los llamados profesores de Religión (únicos españoles sin la protección efectiva del Estatuto de los Trabajadores), o los Archivos Parroquiales que los consideran de su exclusiva competencia, como ahora se ha demostrado cuando se ha intentado judicialmente acceder a los mismos, pero cuyas anotaciones sin contrastar su vigencia son esgrimidas como estadísticas inapelables para reclamar subvenciones y prebendas.
Se podrá argumentar, cosa bastante recurrente por parte del PSOE ante este tigre de papel como es la iglesia Católica española, que no hay más remedio que aplicar literalmente la Constitución en el párrafo introducido por la propia Iglesia por medio de sus incondicionales en la Comisión Constitucional. Pero ese “trato diferencial” puede muy bien circunscribirse a una ayuda generosa, pero bajo control parlamentario y del Tribunal de Cuentas, para mantener y preservar nuestro Patrimonio Monumental bajo custodia de la Iglesia, junto con subvenciones, en igualdad de condiciones, para labores asistenciales y de refuerzo social debidamente acreditadas. Para comprobar la pretendida penetración en la sociedad de lo religioso basta con echar un vistazo a la infinidad de seminarios católicos vacíos y sin uso.
Se argumente como se quiera las religiones, todas, son opciones personales e íntimas muy respetables y dignas de consideración, pero en absoluto se pueden extrapolar al ámbito público hasta el punto de condicionar todas las interacciones sociales, que aparecen contaminadas de ese sesgo clerical. Por respeto a los millones de ciudadanos que no tienen esas convicciones íntimas (muy difícil de homologar y mucho menos de generalizar objetivamente) se impone ya una estricta separación de ambos ámbitos: el estatal que afecta a todos los ciudadanos sin distinción y las opciones religiosas particulares. Hasta las regiones presentadas por la Iglesia como las más fervientemente religiosas (Andalucía es un ejemplo paradigmático en este aspecto) tienen una visión muy distinta de lo que se quiere presentar. Manifestaciones en apariencia de fervor religioso no pasan de ser una ocasión más, con sus características, de expresar un talante festivo y lúdico. En absoluto de se trata de minusvalorar aspectos ancestrales, como las procesiones de la llamada Semana Santa o las multitudinarias romerías, sino de asignarles el valor popular que en realidad tienen: formas públicas y variadas de manifestar religiosidades y, en buena medida, fetichismos personales. Muy respetables, pero ni más ni menos que otras opciones, incluida la muy digna no creencia en un mundo sobrenatural
Es el momento inaplazable, por múltiples y poderosos motivos, de establecer planos diferenciados para lo estatal y lo religioso (como podríamos decir de las aficiones deportivas, que se mantienen particularmente), denunciando por inoperantes, extemporáneos y antidemocráticos los Acuerdos con el Vaticano.
Quedo a su entera disposición,



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