Trasversales
Miquel Monserrat

Ataque a Gaza: la neutralidad es complicidad

Revista Trasversales número 13 invierno 2008-2009




Pensemos la escena. Siete matones apalean con bates de beisbol, puños de hierro, patadas y otros instrumentos de violencia e incluso de muerte a una persona, que, ya en grave estado, suelta alguna vez una desesperada patada para defenderse. Un grupo de policías y jueces que pasan por allí se acercan al grupo y dicen con engolada voz: "conminamos a ambas partes a poner fin a esta violencia, cuando lo hagan mediaremos en el conflicto"; uno, al que sus colegas llaman "el neocon", exclama ""¿pero no veis cómo ese cabrón da patadas? Estos señores tienen pleno derecho a defenderse", Otro, "el progre", se arma de coraje y tercia: "sí, está muy mal que este paria suelte patadas, ¿pero no os parece algo desproporcionada la reacción de estos señores?". Ante tal situación nadie dudaría de que tales policías y jueces imaginarios serían unos sinvergüenzas, que deberían ser acusados de negación de auxilio, prevaricación e incumplimiento de las funciones propias de su cargo.

Pues bien, a diferencia de tales funcionarios, los líderes de los países más poderosos de la "comunidad" internacional no son imaginarios, pero su comportamiento es aún más infame. En el momento de escribir estas líneas acabo de oír que ya han muerto más de 600 habitantes de Gaza y hay miles de personas heridas. Bush y Klaus apoyan abiertamente a Israel, Obama calla y otros gobernantes de países de la Unión Europea siguen con la cantinela del "ambas partes". El propio Gobierno de Asuntos Exteriores de España, en comunicado del cuatro de enero, declara que : "El Gobierno español urge a Hamas que cese el lanzamiento de cohetes, asi como a Israel  que ponga fin a su ofensiva. El Gobierno de España pide a las partes que atiendan sin demora los llamamientos de la comunidad internacional para establecer un alto el fuego". Y la matanza sigue.

Ninguno, entre los poderosos del mundo, parece recordar que ya tiene más de 40 años la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU exigiendo a Israel la retirada de los territorios ocupados en la guerra de 1967. Ninguno denuncia que Israel incumplió los compromisos de la tregua manteniendo el bloqueo sobre Gaza. Nadie parece saber la realidad de la vida de la población palestina ni conocer el racismo con el que es tratada por los gobernantes israelíes. Ninguno tiene el coraje de alzarse y decir que el comportamiento de los gobernantes israelíes y el de quienes le apoyan es un insulto al honor y al recuerdo de los millones de víctimas judías del holocausto y del antisemitismo. Ninguno dice con claridad que los gobernantes de Israel acaban de regalar al fundamentalismo una nueva generación de terroristas suicidas dispuestos a volar torres, trenes, aviones, autobuses y cualquier otro lugar en el que se junten decenas de personas inocentes, como el gobierno israelí es capaz de bombardear escuelas, casas particulares, hospitales o mezquitas donde también se agrupan personas inocentes.

Por eso, considero que nuestro deber como ciudadanos de España, aquello en lo que debemos centrarnos y alcanzar un acuerdo, es dirigir todos nuestros esfuerzos sobre el gobierno de España y, a través de éste, sobre la UE y la ONU, reclamando una política distinta ante el conflicto palestino-israelí, comenzando por un reconocimiento claro de la asimetría de la situación y de la desigualdad de responsabilidades.

Nuestra tarea en tanto que movimiento unitario para una implicación diferente de España a favor de la población palestina no es promover la neutralidad, que hoy por hoy sólo es traición y complicidad, pero tampoco es gritar "intifada" -dejemos a la población palestina decidir cómo quieren luchar- ni llenarnos en estos momentos la boca de consignas antisionistas, pues lo que puede hoy permitir una amplia unidad contra la ofensiva israelí no es poner en cuestión a estas alturas la existencia de un estado israelí sino enfrentarse abiertamente con la política del gobierno israelí y las normas racistas del estado israelí realmente existente. Deberíamos centrarnos en qué exigimos a nuestro Gobierno, como han hecho las personas del mundo de la cultura que, entre otras cosas, han denunciado que "Israel es un país ocupante que ejerce prácticas de terrorismo de estado", han exigido a la comunidad internacional, vía una carta al gobierno español, que "la Comunidad Internacional envíe fuerzas de interposición,y obligue a negociar para lograr una paz justa" y que "Israel derribe el muro". También han dicho, de forma directa, que "exigimos a nuestro gobierno llamar a consulta al embajador Español en Israel hasta que se detenga la ofensiva criminal hacia Palestina, como prueba contundente del rechazo que sentimos por las acciones desmesuradas del ataque israelí, y que negocie la entrada de informadores internacionales en toda la zona".

Necesitamos ideas como ésas y centrarnos en ellas, sean cuales sean nuestras opiniones sobre cómo deben luchar las mujeres y los hombres de Palestina o sobre cuál es la mejor solución política definitva para la articulación del territorio de la Palestina histórica. Cada corriente política o persona tiene pleno derecho a hacer su valoración sobre esos asuntos. Yo, por ejemplo, creo que Hamas es un movimiento ultrareaccionario defensor de un régimen de esclavización de las mujeres y que su hegemonía -obtenida en unas elecciones- es una enorme tragedia adicional para la sociedad palestina, pero no tengo inconveniente en manifestarme contra la ocupación y por el derecho palestino a disponer de su propio Estado junto a compañeros que ven en Hamas una cierta componente "antiimperialista", salvo que las acciones se convirtiesen en apología de Hamas y de la "ley islámica".

La convergencia en una movilización ciudadana debe darse sobre aquello que pedimos a nuestro gobierno, para que tome partido por el pueblo palestino, como debía tomarse partido con el pueblo judío contra el fascismo, con la España proletaria y campesina contra Franco, con la población bosniaca -también mayoritariamente musulmana, por cierto- contra el estalinofascismo serbio o con el pueblo iraquí contra la invasión propiciada por Bush. Esa es la mejor solidaridad que hoy podemos expresar: hacer que quienes nos gobiernan tomen partido por el pueblo palestino, quizá no con tanta claridad en las palabras como podemos hacerlo los ciudadanos, pero sí en los hechos y en su práctica diplomática.

La no-intervención es traición.


Trasversales