Que los parlamentarios del PSOE opinen que "ahora no toca" dar un impulso laicista, rechazando junto al PP las propuestas presentadas por IU e ICV, puedo entenderlo aunque discrepe. Pero que la diputada Batet diga "No veo ningún privilegios explícito a la Iglesia" es una tomadura de pelo. Sólo sus fieles pueden destinar un 0,7% de sus impuestos a su organización preferida; yo no puedo hacer lo mismo para la Federación internacional de ateos, la FELGTB, No Nos Resignamos o el grupo que a mí me dé la gana. Sus fieles tienen asegurado el adoctrinamiento de sus criaturas por catequistas nombrados por los obispos y pagados por el Estado, cosa vedada a otras formas de pensar. La Iglesia católica cuenta con numerosos privilegios fiscales. La Iglesia católica repite con total impunidad que quienes ejercen cierto derecho legalmente reconocido están cometiendo un asesinato o que muchos libres y adultos amores son depravados y antinaturales, pero a mí me amenaza un absurdo delito de ofensa a los sentimientos de los miembros de una comunidad religiosa si digo lo que pienso sin insultar ni culpar de delito a nadie, hasta el punto de que no sé si puedo preguntarles a algunos qué visión de su dios tienen cuando proclaman palabra sagrada una compilación de libros en la que, literalmente, se celebran varios genocidios, hay incitaciones al asesinato y se aplaude que alguien se disponga a matar a su hijo si oye voces o tiene visiones que se lo ordenen.

Por ello diría a quienes ocupan escaños por las listas del PSOE que defiendan esos privilegios si quieren, es su derecho como el mío es cambiar de voto si siguen así y encuentro a alguien a quien votar, pero que no se burlen del común diciendo que no existen privilegios. ¿Hace falta acaso que una sincera niña rompa la hipocresía diciendo en voz alta que esta vez "el emperador" no va desnudo sino ataviado con muy caras prendas?