Trasversales
Rolando Astarita

Un argumento sencillo sobre la explotación

Revista Trasversales número 13 invierno 2008-2009

Textos del autor en Trasversales


Rolando Astarita, autor de los libros Valor, mercado mundial y globalización y Keynes, poskeynesianos y keynesianos neoclásicos,  es profesor de la Universidad Nacional de Quilmes y de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.



En lo que sigue presentamos una sencilla argumentación a favor de la tesis que dice que en la sociedad capitalista el trabajo asalariado es explotado. Fue presentada por Marx (en El Capital) y aquí nos limitamos a exponerla con cierto detalle y a establecer sus conexiones con la llamada “superestructura”, así como sus consecuencias polémicas para lo que usualmente se enseña en economía. El argumento no sólo es lógico, sino también histórico.

Situación A: una sociedad feudal ideal

Partimos de un modelo de pequeña sociedad feudal. Hay un señor feudal que posee una extensión de tierra. Esta extensión de tierra se divide en dos partes. Una parte es tierra del señor; otra parte, de igual extensión que la del señor, está ocupada por 20 familias campesinas.
Cada una de las 20 familias posee un lote de tierra. Con el trabajo en el lote, cada una obtiene (descontada la semilla para volver a sembrar) una unidad neta de cereal, que consume íntegramente, elaborando el pan. Los campesinos no son propietarios de los lotes; pero los poseen “de hecho”, así como sus herramientas de trabajo.
Legalmente los lotes son propiedad del señor. Por ese motivo, los campesinos están obligados a pagar un tributo al señor, que consiste en trabajar la tierra del señor, y no pueden abandonar las tierras. Propiamente, son siervos campesinos.
Los siervos campesinos trabajan 6 días; 3 en sus lotes y 3 en la tierra del señor; los domingos descansan. En la tierra del señor producen (también descontada la semilla para volver a sembrar) 20 unidades netas de cereal que, naturalmente, van para el señor.
El señor y su familia consumen 7 unidades de cereal (están mejor alimentados que los campesinos). El señor utiliza otras 1,5 unidades de cereal para mantener a un intelectual, quien explica a los campesinos que el orden social deriva de la voluntad de dios y no tiene sentido intentar cambiarlo. También emplea 7,5 unidades de cereal para alimentar a 5 soldados (los soldados también consumen un poco más que los campesinos) que cuidan que los siervos campesinos no se rebelen y cumplan con sus obligaciones. Por último, vende las 4 unidades de cereal restantes a un comerciante que viene de lejos. Éste le provee de armas para sus soldados; de algún libro para el intelectual y de bienes de lujo.
Cómo se juzga: un marxista dirá que los campesinos no reciben remuneración alguna por los 3 días semanales que trabajan en la tierra del señor. El señor se apropia de un excedente por el que no ha trabajado y del que vive él mismo, su familia, los soldados y el intelectual. Por lo tanto, los campesinos son explotados. Un intelectual economista neoclásico seguramente acordará en esto.

Situación B: trabajo asalariado y capitalismo


El modo de producción capitalista se ha instalado. El señor se las ha ingeniado para despojar (violencia mediante, pero esto apenas es un “detalle histórico”) a los campesinos de sus lotes de tierra y sus instrumentos de trabajo. Los campesinos han dejado de ser siervos y pasaron a ser trabajadores libres. Son libres porque han sido “liberados” de los medios de producción y de la tierra y porque pueden contratar libremente su fuerza de trabajo. La tierra, los instrumentos de trabajo y la semilla son propiedad privada del señor. Pero éste ya no es “señor”, sino “empresario capitalista”.
Los 20 campesinos trabajan toda la tierra (la que antes era del señor y la que conformaba sus lotes) y producen 40 unidades netas de cereal. A cambio reciben una masa salarial en dinero, que equivale a 20 unidades de cereal. Esto es, lo suficiente para que cada familia se mantenga.
El empresario lleva las 40 unidades de cereal al mercado más cercano. Los campesinos concurren a ese mercado y compran 20 unidades de cereal con el salario que han recibido. Con este dinero recibido de los campesinos, el empresario paga el siguiente salario a sus trabajadores; que éstos gastarán comprando de nuevo cereal; con lo que el dinero volverá a manos del empresario, y así de seguido. El salario es así una asignación dada a los campesinos para participar del producto que ellos mismos reproducen constantemente con su trabajo.
Pero, además, en cada ronda al empresario le queda el equivalente de 20 unidades de cereal, que realiza en dinero al vender el producto en el mercado. Ese excedente en dinero es la plusvalía.
Ahora, como antes, emplea el equivalente de 7 unidades para el consumo. Le quedan 13 para impuestos y otros gastos. Paga impuestos por una suma de dinero equivalente a 9 unidades del cereal que vendió. Con esto pueden mantenerse 5 soldados y un intelectual, que están contratados por el Estado.
El intelectual, que ahora es economista, explica que los campesinos reciben una paga por su trabajo y que la ganancia se debe al sacrificio que realiza el capitalista al postergar su consumo; esto es, la ganancia proviene de su abstinencia.
Después de consumir y pagar impuestos, al empresario le queda el equivalente a otras 4 unidades. Pero en lugar de gastarlo en lujos, ahora está dispuesto a invertir ese dinero productivamente, arrendando tierras vecinas y contratando más campesinos para trabajar. Ya habrá tiempo para disfrutes. Está a un paso de convertirse en una máquina dedicada a acrecentar el capital que adelanta en cada ciclo de producción. De manera que tiene razón el economista. Su ganancia es un premio por su abstinencia. Nadie se sacrifica como él por el avance del progreso humano. Su lema pasa a ser “acumular y acumular”.
Cómo se juzga: un marxista dirá que con respecto a la situación A, donde la explotación aparecía de manera diáfana, sólo se modificó la forma social, esto es, la relación social. En A los campesinos producían 20 unidades de cereal que consumían directamente; y 20 unidades de cereal que entregaban al señor. En B los trabajadores campesinos siguen produciendo 20 unidades de cereal para su consumo. Y otras 20 unidades por las que no se les paga. Ahora, como antes, los productores entregan trabajo sin recibir nada a cambio. Éste es el secreto de la plusvalía, o ganancia del capitalista. Tampoco desapareció la coerción sobre los campesinos. Antes los campesinos estaban sujetos a la tierra y eran obligados por los soldados a trabajar en la tierra del señor. Ahora son libres; pero si no trabajan como asalariados del empresario se mueren de hambre. Por lo tanto están obligados a contratarse como asalariados.
Se ve que la ganancia no proviene de que el empresario se abstenga de consumir (¿alguien ha hecho la prueba de dejar de consumir para ver si lo ahorrado crece por sí mismo?).
Muy distintas serán las conclusiones del economista neoclásico moderno. Heredero de aquel viejo intelectual que teorizaba sobre la abstinencia, dirá que aquí no hay explotación alguna. Provisto de sus correspondientes funciones de utilidad y producción, explicará que lo que gana el empresario se debe al “rendimiento marginal de la tierra y del capital” (el “capital” es el arado y demás herramientas, que parecen “rendir” sin que haya trabajo humano). Y dirá también que lo que gana el campesino es igual a la productividad marginal de su trabajo. ¿Explotación? ¿Lucha de clases? ¿Relaciones sociales de producción? Palabrería marxista para confundir a los jóvenes y desviar a la ciencia de su recto camino.
Queda sin embargo por responder la pregunta clave: si no hay explotación en la sociedad capitalista, ¿qué diferencia de fondo se establece entre la situación A y B descritas? Éste es el problema a resolver por quienes impugnan la teoría de la explotación de Marx.



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