Trasversales
Carlos Prieto del Campo
http://www.universidadnomada.net

Lo público y lo común: Estado, derecho, Administración pública/poder constituyente,capitalismo, movimientos antisistémicos

Revista Trasversales número 14, primavera 2009




1. El Estado es la condensación de una relación de fuerzas entre las clases sociales cuya reproducción asegura el mantenimiento siempre inestable de tal equilibrio en el seno de una estructura social que genera modalidades asimétricas de distribución del poder político y de reparto de las recompensas económicas, culturales y sociales, de acuerdo con las pautas de funcionamiento estructural del capitalismo histórico. Esto quiere decir que la forma Estado responde intrínsecamente a un enfrentamiento permanente en torno a las modalidades de socialidad que (1) estabilizan el comportamiento de los sujetos explotados en una coyuntura histórica dada definida por los diversos ciclos sistémicos de acumulación históricos, (2) bloquean o neutralizan los procesos de constitución antisistémica de ruptura de las modalidades cristalizadas de explotación, y (3) permiten acometer procesos tendencialmente estables de acumulación de capital y de reparto desigual de la riqueza producida. Este conjunto de procesos opera en cada una de las unidades discretas del sistema interestatal, pero despliegan sus efectos fundamentalmente a escala de la reproducción del capitalismo global. Es conceptual y políticamente erróneo concebir el Estado como el espacio opaco de una dominación unilateral de una clase social sobre otra o como conjunto de dinámicas inasequibles a la acción política de los movimientos antisistémicos, de las clases sociales o de los grupos subalternos en tanto que su eficacia únicamente opera como multiplicador de una dominación absolutamente homogénea histórica y estructuralmente de la clase dominante. El Estado es la forma privilegiada mediante la que se produce en las sociedades capitalistas la transacción permanente entre las clases sociales en torno a las posibilidades abiertas en cada coyuntura de reorganizar los procesos de producción y distribución de riqueza. En la forma Estado se reconoce, pues, el rastro de los enfrentamientos de una lucha de clases a veces sorda, en ocasiones estrepitosa, cuyo resultado define las formas de existencia y reproducción social en las cuales se reconoce la mayoría de una sociedad en un momento histórico dado; estas formas de lo público son la trama y la urdimbre del derecho y de la política y su plasticidad intrínseca indica la sustancia misma que las conforma: las luchas y los procesos constituyentes que revolucionan la estructura social y las formas de explotación y dominación. La plasticidad del Estado y del derecho indica con precisión que su contenido, sustancia y dinamicidad obedecen a una red de procesos que utilizan los procesos de reproducción social en clave de un antagonismo de clase inagotable para redefinir los parámetros del enfrentamiento. El Estado es una herramienta de dominación siempre sometida al ataque antagonista de los sujetos explotados y uno de los espacios privilegiados para inventar nuevas dinámicas de poder constituyente por parte de las clases y los grupos estructuralmente dominados.

2. La construcción histórica de lo público coincide con la primera expresión antisistémica de la política proletaria y anticolonial dotada de alto impacto en la estructura social capitalista. Lo público es el correlato institucional de un estadio de lucha de clases durante el cual los sujetos sociales se integran por primera vez a escala global, de forma masiva y preponderante, en la fisiología productiva de la estructura social capitalista, cuyas dinámicas institucionales no obstante se organizan diferencialmente a escala nacional. Lo público se construye en consecuencia como un conjunto de instituciones, actividades administrativas y dinámicas reguladoras que sustraen parte de los procesos de reproducción social de la definición unilateral de las clases y sujetos dominantes de la estructura de poder capitalista en el despliegue histórico del ciclo sistémico de acumulación estadounidense (1873-200?). El Estado se hace público porque los sujetos dominados no toleran ya la unilateralidad de las formas impuestas por el capitalismo histórico al hilo de las transformaciones políticas, intelectuales y ontológicas que experimenta la clase durante éste, pero no logran definir una alternativa sistémica que lo sustituya. Este ciclo ve constituirse en su seno con una composición de clase que dispone de instrumentos teóricos inéditos (es el corte epistemológico marxiano, anticolonial y antipatriarcal que estalla en el último tercio del siglo XIX y que se integra tendencialmente en un proyecto de transformación revolucionaria racional y coherente) para pensar el circuito global del capitalismo y la organización social que se desprende del mismo, pero cuyos instrumentos cognitivos se hallan muy desigualmente distribuidos en los sujetos y los cuerpos proletarios y coloniales y cuya infraestructura comunicativa y organizativa presenta deficiencias insuperables para concebir modelos de hegemonía social verdaderamente igualitarios global y, por lo tanto, localmente: es la primera vez que históricamente el capitalismo se convierte en un objeto de conocimiento cuya descripción tendencial y paulatinamente compleja se integra en un proyecto político antisistémico que pretende modificar radicalmente el funcionamiento del sistema globalmente considerado. El proceso es trabajoso, lento, contradictorio y manifiestamente insuficiente para pensar una política anticapitalista eficaz, pero no por ello deja de ser cierto que la teorización del capitalismo se convierte en un vector crucial de la práctica política antisistémica, de la producción de antagonismo y de la deconstrucción de la herida colonial y patriarcal y que sin ella los movimientos se extravían, se pierden o son cooptados.

3. Este impacto de la constitución de lo público en la estructura social es fundamental, porque lanza un poderosísimo proceso de radicalización de la democracia como sustancia misma de los procesos de legitimación política y de organización social en el capitalismo histórico. Lo público es la primera dinámica endógena de construcción de la socialidad política que acota de modo estricto los niveles de ingerencia de las lógicas puras de poder económico y político de las clases dominantes en la estructura de poder capitalista y que inaugura un proceso complejo de experimentación con lógicas que se apartan de modo decisivo de los criterios de maximización de los niveles de explotación y beneficio así como de socialización de las pérdidas a favor únicamente de los grupos privilegiados. Lo público supone el primer reconocimiento de las externalidades positivas producidas por la cooperación social del trabajo vivo y por la socialidad general de las que el capital se apropia gratuitamente, y de las externalidades negativas que inicua e inequitativamente descarga sobre los sujetos productivos y sobre la sociedad en su conjunto sin soportar en modo alguno sus costes. Esta dinámica se extiende también de modo complejo al conjunto de la economía-mundo capitalista, cuando el impacto de la primera ola de luchas antisistémicas despliega sus efectos tras la Segunda Guerra Mundial y cosecha sus frutos en el Sur global. Lo público es, pues, el conjunto de dinámicas que obligan a pensar la necesidad de pactar la reproducción social en el marco de una potente victoria de las clases dominadas que salda el primer siglo de luchas antisistémicas de segunda generación que arranca a mediados del siglo XIX en un entorno sistémico definido por las modalidades de reproducción capitalista, cuya sustancia y dinámicas también cambian como consecuencia de tal conjunto articulado de luchas.
Lo público y las denominadas políticas públicas suponen que el Estado y el derecho experimentan un cambio drástico en sus lógicas de funcionamiento, sus técnicas jurídicas y administrativas, su construcción jurisprudencial, su impacto estructural en la economía y la propiedad privadas y su dinámica de producción y reconocimiento de derechos políticos y sociales. La juridificación del conflicto supone también la complejización de las expectativas de los sujetos dominados, lo cual abre la posibilidad a pensar jurídicamente los procesos antisistémicos en el entorno mismo de la reproducción estructural de la sociedad capitalista. Lo público convierte a lo jurídico en un proceso inescindible de la política antisistémica, porque el Estado se convierte en un campo de experimentación para deconstruir las relaciones de dominación que lo constituyen y que él contribuye a reproducir de modo inestable y siempre sometido a una crítica y un ataque permanente al hilo de las modificaciones de las luchas y conflictos que jalonan su existencia. En consecuencia, tanto las clases dominantes como las clases dominadas disponen sus estrategias de lucha, desde la constitución política del obrero masa en el periodo de entreguerras, a partir de las modificaciones que posibilita el salto cualitativo de emergencia de lo público y de constitución de la democracia como campo de problematización de la reproducción social capitalista. La forma Estado y lo público forman, pues, la trama del enfrentamiento político en torno a la socialización de la producción y el enriquecimiento intelectual, ontológico y político de la fuerza de trabajo colectiva en un proceso permanente de lucha y renegociación de los niveles de reproducción social: su dilucidación práctica constituye el contenido último y los límites mismos del dispositivo democrático.
El impacto de las luchas globales obliga, por lo tanto, a las clases y grupos dominantes a permitir la constitución de una esfera pública en la que la justificación racional de las modalidades de dominación debe producirse a contrapelo de la reproducción estructural de las formas desnudas de dominación y explotación declinadas siempre mediante los dispositivos incrustados en las dinámicas sistémicas del capitalismo global. El entramado de las instituciones internacionales y la codificación de las pautas de comportamiento democrático de los Estados desarrollados suponen una tensión permanente que opera como contrapunto antagonista potencial contra todos y cada uno de los vectores estructurales de reproducción de la dominación capitalista. En torno al Estado, la esfera pública democrática, el derecho y la arquitectura institucional de las sociedades democráticas se despliega, pues, un conflicto continuo que intenta modificar la funcionalización de mecanismos producidos por el antagonismo a favor de una u otra clase al hilo de la reproducción de los procesos de acumulación de capital y de los niveles de enfrentamiento, lucha y constitución política antisistémica. El antagonismo de clase ha provocado, por consiguiente, el desencadenamiento de dinámicas jurídicas e institucionales que deben ser atrapadas e insertadas en las estrategias de poder que los distintos grupos sociales despliegan para completar sus procesos bien de explotación (clases dominantes) bien de constitución política (clases dominadas): la relación es de una plasticidad isomórfica sometida a los procesos políticos de organización de las distintas clases.
Así, pues, la lógica global de multiplicación del poder y de la explotación/dominación reescribe continuamente el ámbito de lo jurídico, lo democrático y lo público, cuyos dispositivos y políticas experimentan idéntico proceso de renegociación permanente para hacerlos funcionales a las necesidades estructurales y estratégicas de las distintas clases en lucha. Paradójicamente, ello sitúa la política en el centro mismo de los mecanismos económicos y administrativos, desmintiendo así la pretendida lógica economicista y puramente mercantil y tecnocrática de los procesos de reproducción social en el capitalismo actual predicada por liberales, neoliberales socialdemócratas y neoconservadores. La constitución de lo público coincide, pues, con la primera emergencia del antagonismo proletario y su impacto frontal con las estructuras sistémicas del capitalismo: la estructura de poder de éste concede lo mínimo, ya que nacionaliza el conflicto, lo vincula a la raza blanca, lo patriarcaliza y lo asocia a la lógica del trabajo asalariado característica de Occidente. Es la dinámica del Estado del bienestar y de su economía política, cuya lógica de posibilidad exhaustiva se desvincula supuestamente del mercado mundial y de los procesos de explotación global que circunscriben de modo preciso los sujetos que tienen derecho a los beneficios de lo público así construido en las economías más desarrolladas. Sólo el ciudadano nacional –con estratificaciones de género y territoriales diferenciadas– será sujeto de derechos y perceptor del salario indirecto que se desprende de la actividad pública. Además, ésta deberá ser objeto de reparto con los propietarios del capital, dado que la reproducción de éste exigirá una cuota de apropiación directa de la renta pública nacional y una gestión que generará importantísimas externalidades a partir de las políticas infraestructurales públicas implementadas por el Estado. Lo público y las dinámicas democráticas se insertan, por lo tanto, en la reproducción del capital como relación social e inciden de modo decisivo sobre cómo la composición de clase de la segunda mitad del siglo XX organiza su poder político y su proyecto constituyente.

4. La posibilidad de constitucionalizar y democratizar el antagonismo y de juridificar e instucionalizar las luchas mediante los dispositivos de producción administrativa, de gasto público y del sistema tributario; el enriquecimiento objetivo de las posibilidades de acción política que tal entramado institucional presenta para las clases y grupos dominados; y las dinámicas de resistencia colectiva ante la fagocitación de tales dispositivos por las estrategias de poder de las clases dominantes, que suponen una lucha política incesante desplegada en torno a ellos desde su constitución, definen en la actualidad las nuevas condiciones de producción de lo público al hilo de crisis. El impacto conjunto de estos procesos coincide, y ello es fundamental, con la modificación de la composición de clase de los sujetos productivos y sociales, que generan y demandan nuevas formas de socialidad y politicidad a partir de las transformaciones provocadas por la revolución mundial de 1968, y por consiguiente con sus potenciales dinámicas de poder constituyente y de organización política. Lo público, vaciado de sus potenciales efectos liberadores de las estrategias de amortiguación de la desigualdad en áreas espacialmente circunscritas del planeta y sobresaturado en su trama institucional por relaciones de poder aptas para conseguir una gestión autoritaria de los dispositivos de gestión de los mercados de trabajo y del circuito de reproducción social, abre la puerta a un tratamiento original de las formas colectivas de bienestar y justicia social global que podemos denominar común. Lo común surge en el quicio mismo de la crisis del proyecto socialista y en el debilitamiento estructural de lo público por el impacto de las estrategias de lucha de las clases dominantes. Lo común indica la posibilidad de organizar la reproducción de las condiciones de existencia más allá de la operatividad pura del mercado ante la crisis de la dinámica de lo público y lo nacional, de sus gestores institucionales y de sus limitaciones euroanglocéntricas estructurales evidentes. La crisis de los modelos de funcionamiento de las Administraciones públicas, su sobresaturación por relaciones de poder y pautas de comportamiento antidemocráticas, la quiebra del principio nacional para organizar la política y la supeditación de las políticas públicas a las necesidades funcionales del capital abren un espacio de acción que permite someter a una crítica radical el funcionamiento de lo público como se había conformado hasta finales del siglo pasado. Lo público deja de ser tal porque la historia de su implementación y el debilitamiento de las dinámicas antagonistas que lo sostenían demuestran de modo palmario que los procesos de constitución de la dominación capitalista y de governance de la misma operaban y operan a una escala que jamás fue nacional y cuya eficacia logró debilitar primero y desvirtuar después los dispositivos que hacían posible una negociación de las condiciones de reproducción social espacial y etnonacionalmente limitadas y circunscritas. Una política articulada en torno al Estado-nación y al principio nacional de soberanía y organización política produce una esfera de lo público que es el resultado empobrecedor de proyectos políticos que no han comprendido las dinámicas sistémicas de producción de la constitución material del capitalismo histórico.

5. La constitución de lo común supone, pues, reconocer la crisis de lo público como dinámica estrictamente nacional de amortiguación de las condiciones de reproducción sistémica del capitalismo, y la necesidad de someter a una crítica sostenida las modalidades administrativas mismas de gestión de ese conglomerado de iniciativas que conformaba las denominadas políticas públicas. Crítica despiadada y sin contemplaciones, pues, (1) de la nación, la soberanía nacional, y la ciudadanía étnica; (2) de las configuraciones, contenidos y dinámicas de las políticas públicas y de su interrelación con las estrategias del capital privado; y (3) de composición y organización internas de las Administraciones públicas que las implementan así como de los gestores que las administran: la nueva composición técnica, política y cultura de la clase (general intellect) es el correlato elemental de esta tríada de procesos que por definición ha de producir una nueva política y nuevo concepto de lo público que denominamos común. Lo común no es obviamente la negación de la institucionalización de los procesos de poder social de los sujetos dominados y de la complejización jurídica de la potencia antagonista y constituyente de las clases en su lucha encarnizada, ni desde luego la minusvaloración de los procesos de juridificación y legalización del antagonismo en complejos institucionalmente eficaces de producción de justicia, innovación, libertad e igualdad, ni tampoco la pretensión de un espontaneísmo constituyente que simplificaría los procesos de reproducción social: la crítica de lo público desde lo común implica precisamente criticar, deconstruir, desmontar y revertir el carácter limitado, etnonacionalista, euroanglocéntrico y colonial de las políticas que organizaron la esfera democrática durante el último siglo: lo común es lo público despojado de las dinámicas y las limitaciones sistémicas que lo hacían susceptible de reproducir el carácter no igualitario de la sociedad capitalista y dotado de un principio de soberanía rigurosamente posnacional que contempla la reproducción global de la justicia social como principio elemental de constitución política. El problema estratégico es que lo común se construye en estos momentos en medio de un ataque frontal lanzado desde finales de la década de 1970 contra lo público y articulado al hilo de la privatización de sus servicios, lo cual alimenta la tentación subrepticia de reeditar lo público sin analizar ni forzar sus límites constitutivos ni sus vicios sistémicos inherentes tanto por la limitación de su alcance como por la deformación que las relaciones de poder (racistas, pos/coloniales, de género, ecológicas) introdujeron en su gestión efectiva.

6. En este sentido, la crítica de las formas Estado realmente existentes y de su arquitectura institucional, la crítica de las políticas públicas implementadas y de su lógica sistémica, la crítica de la conformación de las Administraciones públicas, de su cultura de gestión y de la composición de clase que opera en las misma como fuerza de trabajo cognitiva a kilómetros luz del arcaico estatuto de la función pública, la crítica de los sistemas tributarios y de los modelos de gasto público y la crítica de las políticas exteriores y regionales de los Estados y de las organizaciones supranacionales (en nuestro caso de modo prioritario de la UE) constituyen una tarea esencial de los nuevos sujetos políticos y de las nuevas máquinas políticas y sindicales, las cuales cada vez tenderán a producir síntesis novedosas de ambos planos de acción que ya están por lo demás en proceso de conformación en la actualidad. A continuación, deben situarse las dinámicas de esas formas Estado en el plano supranacional en el que se organiza en la actualidad la governance del capital y las modalidades de la administración de los recursos comunes mediante procesos complejos y contradictorios que deben lidiar con la crisis de lo público y los dispositivos democráticos introducidos durante la primera ola antisistémica del ciclo sistémico de acumulación del largo siglo XX. Esto supone que el espacio político de referencia, elemental, básico, es Europa en tanto que constituye un campo de problematicidad suficientemente complejo como para organizar la nueva composición de clase y la nueva calidad de los sujetos sociales, que ya son tendencialmente posnacionales, poscoloniales, pospatriarcales, postsocialistas y postoccidentales: toda recreación de problemas «estrictamente» nacionales únicamente sirve para generar dinámicas reactivas que sobrecodifican los problemas en entornos y en marcos de referencia en los que por definición no tienen solución y cuya incrustación en los mismos no produce innovación alguna ni en las formas de acción política ni en los dirigentes y formaciones políticas existentes ni en la experimentación con formas inéditas de soberanía ni en la invención de proyectos políticos que puedan contrarrestar simultáneamente tanto las dinámicas sistémicas de las formas invisibles de reproducción estructural del capital como las formas de governance de las elites que operan ventajosamente a partir de tales dinámicas sistémicas y cuya eficacia multiplican y fortalecen mediante la gestión decrépita de lo público vaciado de su primer potencial liberador y emancipatorio.
De los flujos migratorios a los modelos de regulación de los mercados de trabajo y de negociación colectiva pasando por los derechos de residencia y ciudadanía; de las políticas fiscales y de gasto público a la financiación autonómica y la transferencia de recursos entre territorios desigualmente desarrollados en el ámbito europeo (o global); de la crisis ecológica a la crisis energética, alimentaria, financiera y monetaria; de la gestión de la propiedad intelectual a la generación de entornos sociales de innovación e invención tecnocientífica, en todos estos ámbitos el principio de una política exclusivamente nacional tan sólo manifiesta su incapacidad para producir políticas no reaccionarias y reactivas. En este sentido, únicamente estrategias de clase que se articulen a escala europea pueden comenzar a esbozar una respuesta antisistémica coherente a la dura ofensiva de las fuerzas del capital y de las instituciones supranacionales que las acompañan, las cuales operan con una escalabilidad espacial y económica francamente apabullante. Europa debe convertirse en el espacio político de referencia elemental en el marco de un proyecto político articulado en torno a un proceso de democratización radical de las instituciones europeas: un proyecto que comprenda los procesos de reestructuración que las elites globales quieren imponer y que articule una respuesta eficaz que operara estratégicamente a partir de una relegitimación de las instituciones y políticas europeas mediante la reversión de las políticas neoliberales actuales en pro de políticas sociales convergentes a escala de la UE al hilo de una fuerte ola de luchas laborales, sociales, sindicales y políticas. Si no se sigue esta vía, la tentación inmediata es la renacionalización de la política, cuando no la balcanización de la misma, con toda la cola de desastres que trae aparejada entre los que cabe destacar el bloqueo inmediato de cualquier alianza de clases original y poderosa a medio plazo que esté en condiciones de medirse con las estrategias y las políticas del capital global. El mismo argumento podría extenderse al sistema monetario europeo y al BCE así como a los mercados financieros y al sistema bancario, fiscal y de gasto público de la UE. Quedaría por integrar en este cuadro el problema de la flagrante injusticia de la economía global, pero seguramente un proceso de construcción de una izquierda europea posnacional daría buenos réditos para lanzar otras estrategias radicales de construcción de la justicia social a escala mundial. En este sentido, el problema de las migraciones resulta crucial y su tratamiento en Europa fundamental para una política de izquierdas realmente progresista.
Tampoco conviene olvidar que este inminente ciclo de luchas se va a producir en entorno muy severo de crisis sistémica de la hegemonía estadounidense y de fuertes reajustes geopolíticos en torno a la emergencia del Sur global y en un entorno de crisis ecológica cuya resolución colocará la política de clase en el núcleo de todas y cada una de las decisiones económicas y sociales que las clases dominantes y dominadas disputen en las próximas décadas: la biopolítica de la lucha de la clases se dirimirá en las décadas por venir también como un brutal enfrentamiento por el derecho a la nuda vida.



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